violencia de género
Asociación Mirabal
El número de personas condenadas a este respecto ascendió a 16446. Estos son algunos datos acerca de un tema de especial calado en nuestra sociedad. La violencia de género es una cuestión de rigurosa actualidad y que parece ser objeto diario de debate. No obstante, lo más importante es que en España hubo y hay personas sometidas a malos tratos cada día de su vida y hay también, por suerte, entidades y profesionales que se dedican a ayudar, auxiliar, asesorar y acompañar a estas víctimas. En la provincia de A Coruña hay un nombre inseparable de esta función por los 10 años de esfuerzo y trabajo dedicados al servicio de las víctimas: Ana Saavedra y su asociación Mirabal.
Entre los años 30 y 60 la República Dominicana vivió bajo el yugo de la dictadura de Trujillo. Los opositores al régimen, igual que en todos los sistemas autoritarios, fueron cruelmente reprimidos, torturados y asesinados. Entre los conspiradores dominicanos contra la dictadura, hubo tres mujeres que cambiarían el rumbo de la historia en su país. Aquellas mujeres eran las hermanas Mirabal: Patria, Minerva y María Teresa. Las mariposas, nombre con el que se conocía a estas hermanas, lucharon aguerridamente contra el régimen y, por ello, fueron encarceladas, violadas y torturadas en varias ocasiones. Finalmente en 1960, a la vista de que nada las paraba y que su ejemplo iba tomando cada vez más impulso, el dictador decidió asesinarlas. Se les arrebató la vida un 25 de noviembre, pero su recuerdo continuó vivo en el país y atravesó fronteras. En conmemoración a su muerte el 25 de noviembre se ha convertido en el día mundial para la eliminación de la violencia contra la mujer. Por ellas, por su ejemplo, también Ana Saavedra decidió bautizar su asociación con el nombre de Mirabal.
Ana Saavedra nació en Ferrol en 1973 y es una superviviente de violencia de género. Al principio Ana ni siquiera era consciente de lo que estaba viviendo: “Yo no caí en que era víctima de violencia de género... Me decía cosas como "cómo vas así vestida, te va a mirar todo el mundo, van a decir que eres una puta.” Junto a su agresor tuvo una hija y la familia se mudó a Betanzos por cuestiones laborales de su marido.
Ana vivía en la ignorancia de su situación, en la sumisión pasiva en la que se sumen las víctimas, pero todo cambió en el 2001. “En el año 2001 fui agredida físicamente. Me acuchilló la tiroides.” Fue entonces cuando la mujer se armó de valor para enfrentarse a su agresor y plantarle cara a esa vida que no quería ni para si misma, ni para su hija. Lo que no imaginaba era el periplo que toda víctima tiene que sufrir. Primero se topó con la poca predisposición de un Guardia Civil: Me dijo "perdónelo mujer, se le fue la cabeza". Después le tocaron cuatro años de espera para el juicio: “Amenazas, peregrinajes... que se llevaba a la niña, que no se la llevaba... Ese periplo de cuatro años fue terrible. Tenía una orden de alejamiento. La jueza me dijo que mirase a mis espaldas siempre que saliese de casa y que si entraba en un local mirase para todos los lados antes de sentarme”
A Ana le tocó vivir a la espera de un juicio lejos de su familia, en el mismo ayuntamiento que su agresor. Vivió con el miedo constante de la amenaza de una espada de Damocles que oscilaba sobre su vida y la de su hija. Él la volvió a agredir en otra ocasión. El hombre trataba de presionarla para que no fuese a declarar: “El día antes de la declaración vino a casa. Yo no lo dejé entrar, tenía miedo. Bueno... Pues me metió la puerta en un ojo y fui a declarar con el ojo a la virulé.” Ana no quería contarle a la jueza lo que le había pasado porque estaba aterrorizada. Sin embargo, tuvo la suerte de contar con un buen abogado que, además de gran profesional, también era una buena persona que acompañó y apoyó en todo momento a la mujer. Al abogado lo había conocido con anterioridad, cuando los hijos de ambos habían estado internados en el hospital por una meningitis: “Él me dio su tarjeta por si algún día me hacía falta. Él veía que el padre no aparecía a ver a la niña y como yo digo: "El amor es ciego, pero los vecinos no.”
Finalmente en 2005 se celebró el juicio entre Ana y su agresor: “Lo condenaron penalmente. Cuando me pasó no había ley de violencia de género. Lo condenaron a 6 fines de semana de arresto domiciliario, que él podía estar en su casa tomando sus copas tranquilo, y 666 euros por cada agresión. Yo me quedé tocada para toda la vida, no tengo tiroides y con una pastilla diaria.
Ana vivió desde ese momento la segunda prueba más dura para las víctimas: Superarlo, seguir con su vida y pasar la página del capítulo más negro de la historia de cualquier persona que sufre malos tratos. La mujer contó con un motor que la obligó a continuar siendo la misma persona que había sido: su hija. Porque en palabras de la misma Ana: “Quien nos saca adelante son nuestros hijos porque son los que nos dan esa fuerza. Yo siempre intenté tapar mis penurias para que mi hija no viera ningún cambio en mí aunque yo llorase por la noche sola.”
Ana consiguió superarlo y se armó de valor para trabajar cada día en que nadie más pasase por su misma situación o, al menos, ayudar a las víctimas a encontrar las herramientas que están en su mano para protegerse, ponerle fin al maltrato y caminar hacia un futuro mejor. “La gente me preguntaba por la calle: ¿Cómo hiciste para salir adelante? ¿A quién recurriste? Todo empezó a nacer así". Ana empezó a asesorar a las mujeres que le preguntaban por la calle, intentaba ayudarlas y explicarles mediante su experiencia qué podían hacer. “Un alcalde un día me dijo: Yo sé que ayudas a víctimas. ¿Por qué no te constituyes como sociedad? Una persona física no hace nada. Junto a ese alcalde otras personas como abogados, jueces o procuradores la animaron a montar la asociación. Así nació Mirabal: “Hace 10 años que Mirabal nació. En ese tiempo he visto de todo, he crecido, he estudiado.”
Mirabal es una asociación, un equipo de personas dedicados en cuerpo y alma a salvar vidas. Su labor es rescatar a las víctimas de maltrato y lo hacen acompañando y asesorando a la víctima en todo momento. Desde que alguien, ya sea la Guardia Civil, la víctima o su familia, llaman al teléfono de la entidad; Ana se persona y no les abandona en ningún momento. Cuando se realiza una denuncia por violencia de género hay muchas cosas a tener en cuenta. Desde la recomendación de ir primero al hospital para contar con un parte médico, hasta la posibilidad de tener una alternativa de vivienda, la peligrosidad que puede sufrir la víctima hasta el juicio o simplemente las presiones a las que pueden verse sometida. Ana conoce los entresijos del maltrato en todos sus ámbitos. Sabe cómo se deben hacer las denuncias, las consecuencias que estas pueden tener para la mujer y los riesgos a los que se expone. También conoce y traslada cómo será el futuro, lo que pasará después para aquella persona que se atreve a hablar: “Lo primero es evaluar el riesgo de la víctima, si ha sufrido agresiones, qué le puede pasar... Después, si él está detenido, hay un juicio rápido. Tienen que esperar entre un año o dos para que se celebre el juicio penal. Durante ese tiempo él tiene una orden de alejamiento.”
Ana Saavedra explica que la información es vital para las personas maltratadas: “Siempre decimos que denuncien, pero no les explicamos qué les va a pasar después. Siguen existiendo mitos como el de que si vas a servicios sociales a contarles tu situación pueden quitarte a los hijos. Todavía se escuchan cosas cómo estas. Ellas tienen miedos, ellas dicen: ¿Después qué va a pasar, me van a quitar a los hijos, me van a quitar la casa, de qué voy a vivir si era él quien me mantenía.” Para Ana lo más importante es que conozcan los recursos que tienen a su disposición: “Hay ayudas económicas, ayudas al alquiler, ayudas psicológicas 24 horas...” Ana insiste en que las mujeres tienen recursos y necesitan conocerlos para que no piensen que dependen de nadie para vivir, mantener a sus hijos o poder ser independientes: “Hay una Secretaría Xeral de Igualdade que funciona que alucinas. Se preocupan, hacen seguimiento de los casos...”
La asociación Mirabal trabaja en 17 ayuntamientos. Muchos de ellos en el ámbito rural. Su fundadora hace especial hincapié en la realidad de estas mujeres que viven alejadas de la urbe, con un contexto social mucho más machista y donde el maltrato tiene un calado y un estatus diferente al que solemos ver en las grandes ciudades. Advierte de que muchas de esas víctimas dependen de sus agresores para todo, incluso para moverse unos cuantos quilómetros. En muchas ocasiones no hay líneas de transporte público ni siquiera para ir al médico, mucho menos para denunciar una agresión. Así mismo señala la dispersión de las viviendas como otro de los peligros acuciantes. Los vecinos no tienen por qué escuchar o enterarse de lo que sucede entre las paredes del hogar de al lado, porque la distancia que media entre ambos es mucha. “Hay víctimas que no saben cómo empadronarse o cómo ir al INEM. Hay víctimas del rural que no tienen carnet, que dependen de su agresor incluso para ir al médico.”: explica Ana Saavedra.
La asociación Mirabal también ofrece, entre sus servicios, formación para centros educativos. Ana da charlas en colegios e institutos para explicarles a los más jóvenes lo que es la violencia de género y para tratar de educar desde el principio en la erradicación de estos males de nuestra sociedad. En ese ámbito Ana ha observado conductas que le parecen alarmantes: “Hay niñas que me cuentan que tienen geolocalizadores instalados en el móvil. Hay niñas que están sufriendo ciberacoso o las chantajean con fotos íntimas. Las niñas bajan el rendimiento académico, sufren bulimia o anorexia y los padres piensan que es que no se están adaptando bien a los colegios. Detrás de eso pueden estar siendo víctimas.”
Desde la asociación Mirabal tienen claro que todavía queda camino por andar. Ana se ha encontrado con situaciones que demuestran un déficit de conocimiento de los profesionales al respecto de la violencia de género: “Debería de haber especialización. Un abogado no se puede presentar al turno de oficio y ocuparse de un caso como este si ni siquiera ha hecho un curso. Yo he tenido que informar a los jueces del estatuto de las víctimas del 2015. Con los policías o los guardias civiles igual, deberían estar especializados y conocer sobre esto. Necesitamos gente empática que se ponga en los zapatos del otro.”
Mirabal y su fundadora también atienden a hombres maltratados o que están sufriendo chantajes por medio de sus hijos. Ana asesora a estas otras víctimas que, aunque sean menos en número, están sufriendo violencia y necesitan ayuda para salir de ella. “Hay todo tipo de violencia y no todos los hombres son maltratadores, violadores...”
En conclusión Ana considera que todavía queda mucho por hacer y dedica su vida a avanzar en la eliminación de la violencia: “Necesitamos educación en los colegios, información para la víctima y reeducación para los maltratadores.” La fundadora de Mirabal confía en que mediante el consenso y la colaboración entre toda la sociedad podremos avanzar por este camino cada vez más y mejor.
Ana Saavedra no cobra por su función, pero ha ganado algo que para ella es mucho más importante: “Un día recibes un mensaje que te dice: Hoy es el primer día que duermo tranquila en mucho tiempo. Eso te da la fuerza para seguir. Verlas empoderadas y felices...” La labor de Ana y de su asociación es salvar vidas y por eso recibió el premio Meninas, como reconocimiento a su trabajo, pero no ha sido el único. La fundadora de esta entidad cuenta con el respeto de cientos de víctimas supervivientes, el apoyo general de la sociedad y la absoluta admiración de su hija que puede decir a viva voz que ha crecido al amparo de una heroína que las primeras vidas que salvó fueron las suyas. Ana tiene un mensaje para cualquier persona que sufra maltrato: “Las víctimas no están solas y tienen que saberlo.”