La motivación juega un papel clave en el aprendizaje. Pero más todavía en el aprendizaje de idiomas, donde el progreso puede ser difícil de ver en el día a día. Los alumnos con una actitud positiva hacia su curso y sus estudios tienen más probabilidades de seguir trabajando duro y de seguir adelante. 

Para que un educador motive a un estudiante, es importante que comprenda la motivación del alumno. Algunos estudiantes tienen una motivación intrínseca para aprender: quieren aprender un idioma debido a una fuerza interna para hacerlo. Por lo general, tienen interés en el idioma, o simplemente les encanta aprender o quizás están más abiertos a la superación personal. 

Por otro lado, la motivación extrínseca es impulsada por una fuente externa. Los estudiantes estudian un idioma con un propósito particular: para conseguir un trabajo, un título, viajar o tal vez porque un padre los ha obligado. 

Los estudiantes aprenden mejor hablando, escuchando, haciendo, escribiendo, creando y  resolviendo, es decir, en el modo de aprendizaje activo en lugar de aprendizaje pasivo. Las  actividades en grupos pequeños y el trabajo en parejas facilitan el aprendizaje activo. Y aumentar la confianza en sí mismos también puede aumentar su motivación para aprender. También permiten que todos los estudiantes (incluso los más callados) expresen sus ideas y el trabajo cooperativo también puede reducir los incidentes de comportamiento y construir un entorno de apoyo mutuo en el aula. 

Los estudiantes que tienen una sensación de logro inevitablemente se sentirán más seguros de sí mismos, más capaces de liderar su propio aprendizaje y más motivados para tener éxito. Por supuesto, es un buen equilibrio asegurarse de que su retroalimentación no se deslice hacia la crítica constante de los estudiantes que cometen errores. Los estudiantes deben sentir que  todo esto es parte del proceso de aprendizaje y se les debe alentar a tomar riesgos y  esforzarse más allá de su nivel de aprendizaje actual.