ESPECIAL DÍA DE LAS PERSONAS MIGRANTES: PRIMERA PARTE
Dionisia López Amado migrante gallega y madre coraje
Nadie abandona su hogar sin un motivo. En ocasiones lo hacemos huyendo de un conflicto, de la represión o de la violencia. En otros casos lo hacemos escapando del hambre, las crisis económicas o buscando una oportunidad para tener una vida mejor.
La realidad del migrante nunca es sencilla, implica separaciones y renuncias. Con suerte el que se va encontrará en su lugar de destino un hogar donde trabajar y ser feliz. En ocasiones no es así. Hay veces donde se cambia un infierno por otro. Dionisia López Amado fue una migrante gallega que construyó una vida en Argentina y que vio como se lo arrebataban todo cuando la dictadura militar secuestró y asesinó a su hijo y su nuera.
Los gallegos sabemos muy bien lo que significa migrar, conocemos la pena de abandonar “a terra”, despedirnos de nuestra gente y buscarnos la vida allá donde vamos. Los movimientos migratorios de los habitantes de la comunidad han sido muchos a lo largo de la historia, dando lugar a un puñado de pequeñas Galicias a lo largo y ancho del mundo. Ejemplo de estos fenómenos fue la migración a Argentina entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Las estimaciones señalan que aproximadamente 600.000 gallegos se afincaron en el país entre 1857 y 1960. La mayoría de ellos escogió la región de Buenos Aires para asentarse, aunque en otras como Santa Fe también hay una amplia presencia de estos migrantes. No son pocas las instituciones gallegas que se pueden encontrar en Argentina, incluído el primer colegio gallego en el exterior en su capital. Tampoco es poca la influencia que nuestros vecinos han tenido al otro lado del Atlántico. Son decenas los personajes de relevancia que llegaron al país de la Pampa huyendo de la guerra, de la represión política o de las crisis económicas.
La gallega de zona norte
Dionisia López Amado nació en Cedeira en 1928. Cuando tenía 24 años ella y su marido, desesperados por la represión franquista y las presiones del régimen sobre su familia y vecinos, partieron rumbo a Argentina con su pequeño Antonio de solo cinco meses en brazos. La familia buscaba una vida mejor, un lugar donde trabajar y vivir más tranquilos. Podría haber sido así. De hecho los primeros años en Argentina, en la zona norte de Buenos Aires los pasaron en paz. Dionisia tuvo a su segunda hija Rosaura y, aunque se separó de su marido, era feliz en su atareamiento. La mujer trabajó primero en una fábrica textil, después realizó el oficio desde casa, cuidaba de sus hijos y se divertía. Muchos la vieron bailar en las fiestas de los colectivos gallegos de la ciudad. Así que Dionisia y sus hijos podrían haber sido sólo otros tres nombres en las estadísticas migratorias de Galicia, pero el coraje y la resistencia de Dionisia volvieron a ser puestos a prueba en 1976. La noche del 15 de Mayo de ese año, su hijo Antonio Díaz y su nuera Estela Maris fueron secuestrados en su domicilio. Desapariciones forzosas las de este fotógrafo y esta enfermera que engrosan la lista de miles de desaparecidos por la dictadura militar Argentina.
La segunda mitad del siglo XX fue un periodo convulso en Latinoamérica. En todos los países del cono sur se sucedieron diferentes golpes de estado que dieron lugar a dictaduras militares de corte conservador que impusieron el terror como forma de reprimir a la población civil. En Argentina este terrorismo de estado, también conocido como guerra sucia, fue especialmente cruento a partir del año 76 con el establecimiento de la dictadura cívico militar conocida como: Proceso de reorganización nacional. En el país se vivió un escenario de conflicto constante y violento entre las Fuerzas Armadas y la sociedad civil y los guerrilleros durante la segunda mitad del siglo y hasta el restablecimiento de la democracia en 1984. La violencia sistemática, la censura, la persecución, la manipulación de la información, la tortura, la detención ilegal y la desaparición forzosa de personas fue la tónica general de la actuación del estado durante esos años. Las víctimas fueron miles: activistas, sindicalistas, periodistas, artistas, guerrilleros y cualquier persona que fuera señalada como opositora al régimen eran represaliados cada día a lo largo y ancho del país.
Antonio Díaz López, el hijo de Dionisia, colaboraba trabajando en las villas miseria, nombre con el que se conocen en Argentina a los asentamientos de viviendas precarias y donde residen personas desfavorecidas. Además militaba junto a su mujer en el Partido Revolucionario de los Trabajadores, motivo por el cual fueron señalados como objetivo de las autoridades represoras. La última vez que Antonio fue visto con vida fue entrando por la puerta 4 en las instalaciones militares de Campo de Mayo, uno de los centros de detención de los que se servía el régimen para retener e incluso asesinar a aquellos que consideraban peligrosos. Desde ese día en el que su hijo fue secuestrado Dionisia vivió con su dolor a cuestas, con esperanza y luchando para que se hiciera justicia.
Las Madres de Plaza de Mayo: Ejemplo de resistencia
López Amado fue una de las primeras Madres de Plaza de Mayo. Todo comenzó el 30 de Abril de 1977, cuando un grupo de mujeres se reunió en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, frente a la Casa Rosada, para pedir el regreso con vida de sus hijos. Las autoridades les impedían permanecer allí y así dieron comienzo sus incansables marchas alrededor de la pirámide del centro de la plaza. Con un pañuelo blanco en la cabeza, simbolizando un pañal, cada vez más y más madres reclamaron respuestas y justicia. Juntas visitaron penitenciarías, centros de detención y cualquier lugar donde pudieran estar sus seres queridos. Incluso cuando la mayoría de ellas ya sabían que sus hijos jamás volverían, continuaron con sus marchas contra la dictadura y exigiendo saber quiénes eran los responsables de todas esas muertes. Cada jueves, de todas las semanas, desde ese año hasta hoy las Madres de Plaza de Mayo se reúnen a las 15:30 y realizan su marcha. Defensoras y adalides de los derechos humanos, hoy en día son un símbolo de resistencia.
Dionisia marchó muchos jueves junto al resto de esas madres sin hijos. Permaneció firme cuando las autoridades las persiguieron y represaliaron. Esta mujer, conocida como la gallega de zona norte, fundó la Comisión de Familiares de Desaparecidos Españoles y fue la presidenta de la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Zona Norte. Luchadora incansable, alzó la voz hasta el 2008, cuando falleció allí en Buenos Aires. Como tantas madres, no volvió a ver a su hijo, pero nos dejó a todos un mensaje y un legado a favor de los derechos humanos, la justicia y en contra de la violencia. Hasta el final defendió que no la movía el odio, que jamás le haría a nadie lo que le habían hecho a su hijo. Dionisia, Nisa para los amigos, no buscaba venganza, ella exigía justicia y memoria. Quizás por eso, por ese mensaje contra el odio, quienes la querían la definían como un homenaje a la vida en sí misma, como la madre de todos y la abuela de los más jóvenes.