El trabajo (V)
Se necesitaba a alguien para cuidar de una persona mayor. Me hicieron la entrevista ese mismo día y al siguiente empecé a trabajar.
La persona mayor en cuestión era un hombre de unos 70 años, no recuerdo su nombre. Tenía que ir a su casa cada mañana y acompañarlo en su rutina: desayunar con él, ir a la piscina a echar unos largos, acompañarlo a que tomase un zumo, le leyese el periódico y jugase con él a las cartas en una cafetería cercana, llevarlo de vuelta a casa y comer con él. Entonces terminaba mi jornada, que comprendía de 9h a 14h y de lunes a viernes.
El viernes al salir me pagaban 50€. Realmente el salario era miserable, lo pienso ahora y no sé como en aquel momento pude aceptar ese trato. Salía a 2 euros la hora. En cierto modo era como estar de vacaciones con mi abuelo y aunque es verdad que lo que me pagaban era ridículo también lo era que desayunaba, iba a piscina, me tomaba un café y comía gratis cinco días a la semana. Aún así claramente yo salía perdiendo.
Apenas me daba para pagar la habitación así que echaba horas extra menudeando con hachís y marihuana generando aún más deudas que beneficios, lo cual tampoco me aportaba ninguna solución real a mis problemas económicos, sino más bien, aún más dolores de cabeza.
El hombre al que cuidaba era de aquí, pero había vivido toda su vida en los EE.UU. Todos los días me contaba la misma jugada del mismo partido de béisbol entre los Red Sox y los Yankees en Nueva York. Letra por letra y punto por punto. Un día nos quedamos encerrados en el ascensor, a los 5 minutos él ya no sabía quien era yo ni qué hacíamos allí. Yo tampoco sabía para nada quién era yo mismo, ni entonces ni ahora, así que lo pude comprender. Desde luego era una situación angustiante, especialmente para él. Sobra decir que el hombre padecía alzheimer. Al poco llegaron los bomberos y nos sacaron de allí.
Si algo aprendí de ese trabajo es que da igual quién seas y lo que hagas, en cualquier momento todo puede evaporarse como por arte de magia y no conservar ni un triste recuerdo. Seguir los sueños que uno tiene y tratar de hacerlos realidad debería de ser algo primordial. Sin embargo, malgastamos nuestro tiempo y nuestra energía en un sinfín de tareas que son nada y en eso se nos pasa la mayor parte de nuestra vida. Y eso es sin duda algo lamentable.
Estuve un mes cuidando al hombre y escuchando todos los días la misma jugada del partido de béisbol. Un día las cosas empezaron a ir mal. Llegaba tarde y colocado, me iba antes de tiempo y no prestaba la suficiente atención a cosas importantes. Me dieron algún aviso y finalmente terminaron por despedirme. Después no pude seguir pagando la habitación en la que estaba y no me quedó más remedio que huir de nuevo. De nuevo había fracasado.