Alí Babá y los infortunados del G7
El 80º aniversario del desembarco en Normandía, conocido como el Día D, podría ser visto como el último gran relato ficticio que conmemora a las tropas aliadas liberando Europa de los nazis de Adolf Hitler. Este evento histórico ha sido una pieza central en la narrativa occidental de la Segunda Guerra Mundial, destacando el heroísmo de las fuerzas aliadas. Sin embargo, un análisis, no demasiado profundo, revela que fueron las tropas soviéticas las que desempeñaron un papel crucial en la derrota de la Alemania nazi, aunque este hecho a menudo se pasa por alto en las celebraciones occidentales.
Paralelamente a este festejo surgió la inesperada revelación sobre la salud mental del presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Durante cinco años, su estado de salud se mantuvo en secreto. Esta lógica fue tratada en nuestra página (Kamala Harris, la presidenta de facto), y ahora, inexplicablemente, o con toda crueldad, se ha hecho público. Este desarrollo plantea cuestiones sobre la seguridad nacional, el manejo del poder y la transparencia en la política estadounidense.
Fusionado a estas revelaciones la reunión de los líderes del G7, una tertulia que el medio estadounidense Político describió como “la última cena” más que una demostración del poder occidental. Mostrada como una excepción, la fascista Giorgia Meloni es la única que se despega de los patos cojos de la cumbre. Probablemente Trudeau (Canadá) no gane las próximas elecciones, aunque aplaude en el congreso canadiense a nazis ucranianos. Biden tiene una dura carrera electoral, si es que puede llegar ileso y sin perderse en los estudios para los debates presidenciales; Scholz (Alemania) está debilitado, Macron (Francia) está casi fuera de juego, el británico Sunak es un “muerto viviente”, mientras que el japonés Kishida tiene una aprobación del 26%. Una verdadera logia de perdedores, que dicen dirigir al mundo.
Si hay un líder insólito es el presidente Biden, que tendrá unas elecciones difíciles a finales de este año, más aún con la pérdida de popularidad entre los votantes estadounidenses en su competencia con el expresidente Trump. Pero Biden es igualmente impopular a nivel mundial por su apoyo irracional a Israel y el genocidio en Gaza. Además, durante su mandato se produjeron la debacle afgana, la guerra de Ucrania, el genocidio de Gaza y el inicio de la desdolarización, lo que hizo que su presidencia fuera débil y beligerante.
Aun con estos pergaminos, lo más importante que la reunión del G7 logró fue endosarle a Europa el peso de utilizar los ingresos de los activos rusos congelados para otorgar a Ucrania 50.000 millones de dólares en préstamos, con el objetivo de garantizar que Kiev pueda continuar su lucha. Los funcionarios dicen que los líderes de la UE aceptaron la idea en parte porque reduce las posibilidades de que Ucrania se quede sin fondos si Donald Trump regresa a la Casa Blanca, un elemental engaño que traerá múltiples dolores de cabeza a Europa y fue extensamente analizado en nuestro artículo ENIGMÁTICO INTERÉS POR EL INTERÉS.
Hay un tema que debería quedar claro para que se entienda la estafa a la sociedad europea: ¿de dónde saldrán los 50.000 millones? Esta nueva financiación es un adelanto de los intereses devengados por los activos soberanos rusos inmovilizados en la Unión Europea, según consta en la HOJA INFORMATIVA: La Cumbre del G7 de 2024 en Apulia, de la Casa Blanca. Como el préstamo está garantizado por intereses futuros de activos rusos y el producido de estos oscilan entre 2.500 y 3.500 millones anuales, en el mejor de los casos (U$S 3.500), los activos deberán quedar congelados, al menos durante 14 años, para conservar el respaldo. Mantenerlos inmovilizados requiere la votación afirmativa semestral de los 27 miembros de la Unión, caso contrario, como la mayoría de los fondos está en el Euroclear, la Unión Europea tendrá que responder con sus activos a semejante fraude.
Tras la conclusión de la cumbre del G7, algunos líderes viajaron inmediatamente a Suiza para participar en la Cumbre de la “Paz” de Ucrania. En la declaración final nuevamente numerosos Estados no firmaron: Arabia Saudí, Armenia, Bahréin, Brasil, Emiratos Árabes Unidos, India, Indonesia, Colombia, Libia, México, Sudáfrica, Surinam y Tailandia, o sea más del 50% de la población mundial, si contamos a China y Rusia. La interconexión de las dos cumbres demuestra el campo dominante, la confrontación y el pensamiento de alianza de Occidente en el manejo de los asuntos internacionales.
Pero mientras el G7, faro de oscuridad para el Sur Global, deja claro que es un simple vocero de EE.UU., del lado euroasiático también juegan. Vladimir Putin visita Corea del Norte y Vietnam, mientras China y una India de un debilitado Modi mueven sus piezas. El 18 de junio, el presidente Putin voló a la República Popular Democrática de Corea del Norte (RPDC) y el 19 viajó desde allí a Vietnam. Washington y Corea del Sur, desde hace mucho tiempo, han expresado abierta y ruidosamente su preocupación por el rápido desarrollo de los contactos entre Moscú y Pyongyang.
Las ideas en cada país son diferentes, Corea no había sido visitado por Rusia desde el año 2000, mientras que Vietnam desde el 2017. La diferencia es que la RPDC no tiene ningún vínculo con Estados Unidos, ni siquiera diplomático, mientras que Washington considera a Hanói como un socio comercial y económico. Es cierto que el propio Vietnam se ha adherido tradicionalmente a una política de múltiples vectores, prefiriendo mantener relaciones amistosas con todos los países influyentes sin tomar partido.
Quizás la evidencia más visible de un enfoque tan pragmático puede ser el hecho de que Vietnam ha establecido desde hace mucho tiempo relaciones de “asociación estratégica integral”, es decir, el más alto de todos los niveles posibles de cooperación con países extranjeros, con China, Rusia, India, Corea del Sur, y hace menos de un año, con Estados Unidos. Pero los líderes de casi todos los países considerados «socios estratégicos integrales» visitaron Vietnam, excepto dos: Rusia e India, y Putin comenzó el juego.
No se prevé que la cumbre sea sólo simbólica, sino que traiga cooperación estratégica entre Rusia y Corea del Norte. Como se ha sugerido, sería ideal para Corea que Putin aceptara un tratado de defensa mutua con una cláusula de intervención militar automática. Seguramente Kim también querría el compromiso de Putin de ayudar a Corea del Norte a desarrollar capacidades militares avanzadas, como satélites de reconocimiento y submarinos nucleares tácticos.
Si Rusia suministra a Corea del Norte tecnologías nucleares y de misiles avanzadas, plantearía amenazas a la seguridad de Corea del Sur, y Seúl la consideraría como haber cruzado una línea roja, misma línea que la OTAN cruzó en Ucrania. Lo que sí se sabe es que Putin enfatizó antes del viaje que Moscú y Corea están comprometidos a luchar contra las sanciones occidentales, que describió como “restricciones unilaterales ilegales” y a desarrollar sistemas comerciales “que no estén controlados por Occidente”.
Lo importante es que Putin ha regresado por otros seis años y también su política exterior. La cuestión de la integración de Rusia en el sistema centrado en Occidente ya no está en la agenda. No sólo por el deterioro de sus relaciones, sino también porque todo el sistema cambió irreversiblemente. La crisis militar en Ucrania comenzó como la culminación de las contradicciones de seguridad entre Estados Unidos, la OTAN y Rusia en Europa, pero en los últimos dos años ha adquirido una dimensión diferente. El conflicto se ha convertido en un catalizador para un cambio en el equilibrio global que se aleja del dominio occidental. No hay todavía ningún patrón en particular, sólo el que hemos nombrado como la Transición Inter-sistémica 2014 – ??
Pero esta multipolaridad sin polos ha marcado un profundo error de Occidente. A medida que la economía se estabilizó y la gobernanza se puso en orden, Rusia se convirtió en un socio suficientemente atractivo para los países desarrollados, que decidieron que sería beneficioso cooperar con él e invertir en su economía. Así, Rusia no sólo amplió su base económica, sino que también intensificó su política exterior, especialmente en el espacio postsoviético. La atracción de las exrepúblicas soviéticas hacia la esfera euroatlántica exacerbó la competencia con Rusia y alimentó el conflicto. El hecho de que los recursos de Rusia la convirtieran en objeto del mayor interés pragmático de Occidente fortaleció su posición en relación con sus vecinos, vector central en la disputa y en la unión con China.
Existe un sinnúmero de disputas territoriales en la extensa frontera entre China y la India, una relación socios/enemigos en la influencia regional. China considera el sur de Asia como su patio trasero. Sin embargo, la India considera que el sur de Asia es parte de su esfera, es decir, ambos intentan aumentar su influencia sobre los estados miembros de la Asociación del Asia Meridional para la Cooperación Regional (SAARC), cuyos países miembros son Afganistán, Bangladés, Bután, la India, Maldivas, Nepal, Sri Lanka, con excepción de Pakistán para la India.
Podría decirse que China ha desarraigado la autoridad abierta y de larga data de la India cerca de sus fronteras y frente a las costas de la India, como lo demuestran las actividades de China en Sri Lanka, las Maldivas y Bangladesh. Todos ellos se han adherido a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China. Para los analistas indios, la BRI está entrelazada con el llamado Collar de Perlas: el objetivo de China de establecer una red de bases militares que esencialmente rodearía a la India y la aislaría del norte y del sur. Pero la cuestión más importante para Modi es la relación entre China y Pakistán. Para la India, la existencia de dos adversarios con armas nucleares en el oeste y este presenta un enigma estratégico.
La actitud de la India hacia Taiwán merece una atención especial. Taiwán, en el sector tecnológico, específicamente en el de los semiconductores, es un foco creciente de la competencia global. Es una potencia importante en este ámbito y representa más del 90% de producción avanzada de chips. El triángulo de relaciones India – China – Taiwán también converge con las ambiciones espaciales de India y China, su rivalidad geoestratégica y el crucial sector de tecnología y semiconductores, en el que Taiwán desempeña un papel clave y podría decirse que es un garante de supervivencia. Las tecnologías de semiconductores desempeñan un papel crucial en la exploración del espacio.
Mientras el G7 trata de condenar a Europa en una guerra sin fin y culpar a China de sus males y EE.UU. intenta salir de la partida hasta después de las elecciones, Eurasia hace su juego. Lo más llamativo es que los que se hacen eco y apoyan las políticas americanas son los globalistas bélicos, perdedores de sus elecciones en Europa, una iniciativa muy extraña.