¿La desdolarización es sólo cuestión de tiempo?
En los últimos tres años, la economía global ha experimentado cambios abruptos. Las propuestas de política económica, sanciones y realineamientos geopolíticos han desencadenado reacciones significativas, impactando a los mercados financieros, monetarios, de bonos y divisas. Al igual que en periodos anteriores de inestabilidad económica y geopolítica, surgen interrogantes sobre posibles transformaciones en el sistema monetario internacional a corto plazo. En este contexto, se especula si países como los BRICS+ podrían, durante su reunión anual del 22 al 24 de octubre en Kazán, Rusia, anunciar una hoja de ruta para la creación de una moneda comercial conjunta.
En un mitin de campaña en Wisconsin, el candidato presidencial estadounidense Donald Trump profundizó su retórica de «Estados Unidos Primero» al prometer imponer aranceles del 100% a los productos de cualquier país que se aleje del dólar. Esta propuesta refleja una lógica meridiana no solo para el Partido Republicano, sino también para el Partido Demócrata. Sin embargo, el aislamiento de Estados Unidos mediante aranceles y su rol como gendarme del mundo comienza a impactar tanto en su moneda como su economía.
La pregunta clave es si China está realmente a la vanguardia de la desdolarización o si será una cuestión de tiempo hasta que el país asiático decida actuar. Estados Unidos ha perdido su disciplina fiscal, viéndose forzado a embarcarse en una ola de gastos casi obligatorios para mantener su hegemonía global, como exploraremos más adelante. El pago de la deuda nacional se ha convertido en la partida más importante del presupuesto de Estados Unidos. Entre 1971 y 2024, la deuda nacional creció de 400.000 millones de dólares a 35 billones de dólares, los intereses superan incluso el gasto anual en defensa. En este contexto, una guerra comercial con China, aunque pone sobre la mesa la posibilidad de abandonar el dólar, no parece factible en el corto plazo para ninguna de las dos economías.
Para profundizar en esta cuestión, examinaremos al menos cuatro aspectos clave que actúan a favor y en contra del área del dólar: la desproporción del área dólar, la geopolítica, las reservas en diferentes monedas y el comercio internacional. Al analizar estos puntos, podríamos llegar a la conclusión de que la desdolarización gradual es inevitable, aunque no necesariamente inminente, al igual que la pérdida de participación de Estados Unidos en la economía global y su supremacía internacional.
Comencemos con la incidencia de dólar, en relación con el tamaño de la economía estadounidense, su papel en el comercio mundial en las reservas y las finanzas. El dólar estadounidense ciertamente desempeña un papel desmesurado. Veamos. La participación de Estados Unidos en el PIB mundial en 2023 fue de aproximadamente 24%, y su contribución al comercio mundial es de alrededor del 10%. Pero, el dólar estadounidense es la moneda más utilizada en el comercio mundial, ya que representa cerca del 90% de las transacciones internacionales. En cuanto a las reservas, dicha divisa lidera este aspecto con un 60%, seguido del euro con un 20%, mientras que el yen japonés, la libra esterlina, el dólar australiano, el franco suizo y el dólar canadiense o el yuan tienen participaciones más pequeñas.
Los números muestran, como lo indica el gráfico que, a pesar de que el dólar ha disminuido como reserva mundial a lo largo del tiempo, su hegemonía sigue siendo absoluta en cualquiera de los rubros expresados en el cuadro.
La guerra entre Rusia y Ucrania ha desatado un conflicto sin precedentes, tanto en términos de beligerancia como de sanciones monetarias. El congelamiento de las reservas de divisas de Rusia por parte del G7 marca una diferencia significativa respecto a cualquier otro conflicto geopolítico posterior a la Segunda Guerra Mundial, especialmente por sus implicaciones para los asuntos monetarios. Este congelamiento plantea la pregunta de si otros bancos centrales podrían intentar diversificarse fuera del dólar estadounidense, ante el temor de futuras sanciones. De ser así, dichas acciones podrían contribuir, aunque marginalmente, a socavar el papel dominante del dólar en el sistema financiero global.
A pesar de una leve reducción en su peso en las reservas internacionales, el dólar estadounidense sigue siendo un indicador clave de hegemonía monetaria. No obstante, los tipos de cambio flotantes y la disponibilidad de líneas swap entre bancos centrales disminuyen la necesidad de reservas en moneda extranjera. Un debilitamiento severo de la estabilidad económica de Estados Unidos podría conducir a una salida brusca del dólar, lo que afectaría la confianza en esta moneda. Los dos partidos políticos estadounidenses dominantes han identificado esta amenaza en el contexto de la competencia con otras grandes economías.
Incluso sin catástrofes geopolíticas o económicas, es probable que el papel del dólar en las reservas mundiales continúe disminuyendo por varias razones: la menor necesidad de reservas en un mundo de tipos de cambio flotantes, las políticas de diversificación de los bancos centrales, como la compra de oro, y el uso creciente de líneas swap, que reduce la necesidad de grandes cantidades de reservas. Estas ideas no aplican para países que tienen deuda denominada en dólares, como Argentina.
El papel tradicional de las reservas de divisas, como colchón para financiar las importaciones, ha perdido importancia en las últimas décadas. Hoy en día, la financiación del comercio proviene principalmente de bancos globales del sector privado, tanto en países importadores como exportadores, que se refinancian en los mercados monetarios internacionales.
En el ámbito del comercio surge el llamado dilema de Triffin, que obliga a los países emisores de monedas de reserva, como Estados Unidos, a mantener déficits comerciales. Muchos países utilizan dólares para comerciar entre sí, incluso sin mediar intercambios con Estados Unidos. Para que esos países tengan suficientes dólares, EE.UU. debe exportar su moneda al mundo, lo que se logra a través de déficits comerciales, es decir, importando más de lo que exporta. Este déficit es esencial para mantener la circulación del dólar a nivel global, pero si crece demasiado, podría generar preocupación sobre la acumulación de deuda y la pérdida de valor de la divisa estadounidense.
Este dilema coloca a EE.UU. en una posición compleja: debe mantener déficits comerciales, por ejemplo, con China, para que el sistema continúe funcionando. China invierte su superávit en bonos del Tesoro estadounidense, y en 2023, los países con mayores reservas de divisas en dólares fueron China (3.626 mil millones de dólares), Japón (1.272 mil millones), Suiza (890 mil millones) e India (655 mil millones).
China necesita su superávit con Estados Unidos tanto como EE.UU. necesita las importaciones chinas para controlar la inflación y asegurar el suministro constante de productos. Aproximadamente el 70% de los productos en tiendas como Walmart y Target provienen de China, país que se supone estaría a la vanguardia en el movimiento de desdolarización. Mientras que EE.UU. protege su industria con aranceles que incrementan el costo de los bienes importados.
Sin embargo, ¿le conviene a China abandonar el área dólar? En 2023, China tuvo un superávit total de 814 mil millones de dólares, de los cuales 574 mil millones provinieron del área dólar, y 336 mil millones, de Estados Unidos. Sus exportaciones se concentraron en bienes intermedios y productos tecnológicos, como equipos de radiodifusión, maquinaria y semiconductores, con un 42% del total correspondiente a productos electrónicos y eléctricos. Los bienes intermedios representaron alrededor del 47.3% de las exportaciones totales, siendo EE.UU., la Unión Europea y el Sudeste Asiático sus principales socios comerciales.
El sector manufacturero chino emplea una gran parte de su fuerza laboral, alrededor del 28% de los trabajadores, dedicada a la industria. De ese porcentaje, el 47,3% está vinculado a la producción de bienes intermedios exportados, lo que sugiere que aproximadamente el 14% de la fuerza laboral total está directamente relacionada con la exportación de bienes intermedios. En 2023, esto se traduce en unos 109,2 millones de trabajadores.
Si China no puede redirigir su excedente exportable, especialmente porque no existen otros países con la capacidad de consumo de EE.UU., y no puede absorber internamente esos bienes, ¿cómo mantendría esos 109 millones de empleos si el área dólar pierde su hegemonía? Esto descarta que a corto plazo China esté interesada en liderar la destrucción del dólar.
Aunque es improbable que los BRICS adopten una moneda común en el futuro cercano, China está colaborando con otros países en el desarrollo de mBridge, una plataforma basada en blockchain que permite transacciones financieras en múltiples monedas. Desarrollada por los bancos centrales de China, Tailandia, Emiratos Árabes Unidos y Hong Kong, mBridge facilita transacciones instantáneas sin intermediarios, utilizando monedas digitales emitidas por bancos centrales.
El BRICS, compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, ha sumado nuevos miembros como Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos, y más de 40 países han expresado su interés en unirse. Sin embargo, el bloque sorprendió al anunciar una pausa temporal en la admisión de nuevos miembros, posiblemente debido a la complejidad de crear una nueva arquitectura financiera con impacto global. Aunque la creación de una nueva moneda no es urgente, explorar alternativas al área dólar es un paso natural en este proceso.