El evangelio económico en la era de las redes sociales
Vendedor de casa, presentador de reality show, defensor de las libertades individuales y los derechos de los consumidores, de un día para el otro pasó a ser un obcecado regulador y querellante de las grandes empresas tecnológicas. La metamorfosis y los zigzagueos del expresidente Trump tienen apariencia peculiar, pero como veremos no son inocentes.
Después del ataque del 6 de enero al Capitolio de los Estados Unidos por parte de alborotadores empeñados en evitar que el Congreso certificara la victoria electoral del presidente Biden, todas las principales plataformas sociales, Facebook, Twitter, YouTube, Instagram, desconectaron las cuentas del presidente Donald Trump. Las empresas citaron reglas internas sobre el uso indebido de sus plataformas para difundir información errónea e incitar a la violencia.
Las grandes tecnológicas actuaron como la computadora Multivac del cuento de Isaac Asimov “sufragio universal” (año 1955). El autor supuso para un lejano futuro en el momento de escribir el cuento, el sufragio universal en el que toda la población expresa su voluntad a través del voto, habría dado lugar a otro mecanismo en el cual el presidente sería elegido por un único elector en representación de todo el país. Este votante será elegido por una gran computadora llamada Multivac, un gran engaño de simulación democrática, al igual que las tecnológicas, ellas son las elegidas para censurar a un usuario en el nombre del país.
Dadas ciertas características, que veremos más adelante, las redes sociales se atribuyen la acción estatal de restringir el discurso de una persona, rol que extrañamente podrían ejecutar los privados por carecer del poder de policía para efectuarlo. Lo cierto es que, no sólo lo hicieron con el presidente de la mayor potencia mundial, sino que distrajeron la atención entre dos temas centrales. La capacidad monopólica de sus empresas por un lado y por otro su anhelo de autorregulación de publicaciones en sus redes, lo que la Corte Suprema americana llamo “La plaza pública moderna”, donde los oradores tienen derecho a exigir acceso a sus plataformas del mismo modo que tienen derecho a participar de debates en plaza pública.
Comencemos con lo más oculto, la Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones. Esta permite a los operadores de sitios web elegir quién y qué aparece en sus páginas sin temor a ser responsables. En la Ley de Decencia en las Comunicaciones del año 1996 se encuentra una de las herramientas más valiosas para proteger la libertad de expresión y la innovación en Internet: la Sección 230 dice “Ningún proveedor o usuario de un servicio informático interactivo será tratado como el editor o el relator de cualquier información proporcionada por otro proveedor de contenido de información” En otras palabras, los intermediarios en línea que alojan o vuelven a publicar discursos, están protegidos contra una serie de leyes que, de otro modo, podrían utilizarse para responsabilizarlos legalmente de lo que otros dicen y hacen.
Este marco legal y de políticas ha permitido que los usuarios de YouTube o cualquier plataforma carguen sus propios videos, Amazon ofrecen innumerables reseñas de usuarios, Facebook y Twitter albergar anuncios clasificados, gratis o pagos, para cientos de millones de usuarios de Internet. Dado el gran tamaño de los sitios web generados por los usuarios, Facebook tiene más de mil millones de usuarios, Twitter 340 millones. Los consumidores de YouTube cargan 100 horas de video por minuto, por lo que no sería descabellado que aparecieran contenidos objetables en sus redes sociales. Este sería el discurso ingenuo.
La capacidad de las redes sociales en intervenir en las elecciones, no solo de Estados Unidos, sino de Brexit, Argentina, Brasil etc son conocidas. Los dueños de las redes tenían preferencia en la interna Demócrata, y una de ellas era deshacerse del ala progresista del partido y de Elizabeth Warren en particular, una de las candidatas favoritas allá por octubre del 2019. Ella proponía según una grabación filtrada de una reunión de la empresa publicada por The Verge, segmentar a las grandes empresas tecnológicas. Pero el problema no radicaba sólo en desmembrar los monopolios, sino que la candidata aseguraba que la plataforma le había dado a Trump rienda suelta para mentir “para después pagarle a Facebook enormes sumas de dinero para difundir esas mentiras a los votantes estadounidenses”, haciendo referencia a Fake News y Trolls.
En ese momento Kamala Harris se había retirado de la interna demócrata por tener sólo el 1% de los votos. Cuando fue convocada por Biden los magnates de las Big Tech respiraron tranquilos, Harris mantiene fuertes lazos con Silicon Valley más allá de haber nacido y haberse educado en San Francisco. De su cercanía surgió la idea de un acuerdo. Las tecnológicas apoyarían la campaña de los demócratas y ellos se comprometen a votar porque las empresas se autorregulen y no sea el gobierno quien ponga un marco regulatorio. El desmembramiento como veremos, judicializado a esa altura parece inevitable. Pero la pregunta sigue siendo ¿Por qué es tan importante conformar a los nuevos zares de los mediáticos?
Gran parte del público mundial se informa a través de las redes sociales y por lo tanto las mentiras y el apoyo de los dueños de las redes, puede inclinar la balanza hacia el partido elegido, multiplicando falsedades y eliminando cuentas de otras tendencias por contener información sospechosa, según ellos mismo. El escándalo de Cambridge Analytica, el ceder Google datos a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), entre otras para beneficio de sus propios intereses forma parte del combo información y datos, que de hecho influye en las tendencias y los humores de los votantes.
El periódico NYT a través de un estudio, público el impacto que tuvo la suspensión de las cuentas en las redes sociales del ex presidente Trump. Nos resultará central en esta parte del artículo, para mostrar la fuerza de la gozan las redes sociales y el poder de digitar y modificar tendencias de opinión. Donald Trump antes de la suspensión de sus cuentas tenía: 89 millones de seguidores en Twitter, 35 millones en Facebook y 24 millones en Instagram. Para tener una idea, el programa de política en horario central más visto de la tv América en FoxNews tiene 3 millones de espectadores, es decir, Trump no necesita de los medios convencionales.
Cuando 17 plataformas entre ellas Facebook y Twitter inhabilitaron las cuentas de Donald Trump después del asalto al Capitolio, perdió el acceso directo a sus megáfonos más poderosos. El 4 de junio, Facebook anunció que al expresidente de Estados Unidos no se le permitiría regresar a su servicio hasta por lo menos enero de 2023, con el argumento de que su presencia en las redes representa un riesgo para la seguridad pública.
The New York Times examinó las casi 1600 publicaciones de Trump en redes sociales desde el 1 de septiembre hasta el 8 de enero, el día en que le suspendieron sus cuentas en las plataformas. Rastrearon la interacción de las redes sociales con decenas de declaraciones que escribió en su sitio web personal, en su sitio de recaudación de fondos para la campaña y en los correos electrónicos enviados a una lista de suscriptores.
Antes del veto, una publicación en redes sociales con interacción promedio generaba 501.000 “me gusta” y “compartir”, por lo que publicación al menos se duplicaba. Después del veto, dicha cantidad se desplomó a 36.000. También se cerraron otras cuentas populares en las redes sociales a menudo tomaban sus mensajes y los publicaban. El hecho es que el presidente desapareció de la escena, ese es el riesgo de la autorregulación, los dueños de las redes pueden optar como Multivac, quien es digno de ser replicado y quien callado.
En cuanto al segundo tema El Subcomité Antimonopolio del Comité Judicial de la Cámara de Representantes publicó el 6 de octubre del 2020 los hallazgos de su investigación de más de 16 meses sobre el estado de la competencia en la economía digital, especialmente los desafíos presentados por el dominio de Apple, Amazon, Google y Facebook y sus prácticas comerciales.
El informe, titulado Investigación de la competencia en el mercado digital: informe y recomendaciones del personal mayoritario, totaliza más de 400 páginas, lo que marca la culminación de una investigación que incluyó siete audiencias del Congreso, la producción de casi 1.3 millones de documentos y comunicaciones internas, presentaciones de 38 expertos en antimonopolio y entrevistas con más de 240 participantes del mercado, ex empleados de las plataformas investigadas y otras personas. Si les interesa está aquí .
“Tal como existen en la actualidad, Apple, Amazon, Google y Facebook poseen cada uno un poder de mercado significativo en grandes sectores de la economía. En los últimos años, cada empresa ha expandido y explotado su poder de mercado de manera anticompetitiva”. “Nuestra investigación no deja lugar a dudas de que existe una clara y apremiante necesidad de que el Congreso y las agencias de aplicación de las leyes antimonopolio tomen medidas que restauren la competencia, mejoren la innovación y protejan nuestra democracia. Este informe describe una hoja de ruta para lograr ese objetivo”.
La lista de recomendaciones incluye:
- Separaciones estructurales para prohibir que las plataformas operen en líneas de negocio que dependen o interoperan con la plataforma;
- Prohibir a las plataformas participar en la auto-preferencia;
- Exigir que las plataformas hagan que sus servicios sean compatibles con las redes de la competencia para permitir la interoperabilidad y la portabilidad de los datos;
- Obligar a que las plataformas proporcionen el debido proceso antes de tomar medidas contra los participantes del mercado;
- Establecer un estándar para proscribir adquisiciones estratégicas que reduzcan la competencia;
- Mejoras a la Ley Clayton, la Ley Sherman y la Ley de la Comisión Federal de Comercio, para alinear estas leyes con los desafíos de la economía digital;
- Eliminar las cláusulas de arbitraje forzoso anticompetitivas;
- Fortalecimiento de la Comisión Federal de Comercio (FTC) y la División Antimonopolio del Departamento de Justicia;
- Y promoviendo una mayor transparencia y democratización de las agencias antimonopolio.
Ambas disputas están relacionadas, tanto el poder monopólico como la autorregulación, pero esta última está más oculta por las consecuencias políticas y de espionaje que acarrea. Nadie sabe bien en que terminarán, pero en varios países de Latinoamérica, aún no regulado la captación de datos, las fake news, pueden producir mucho daño. Recuerden que si al establishment no le gusta a quien votaron, se agitará el fantasma del fraude. Quizás Multivac y las redes puedan digitar quien será el próximo defensor del status quo según el país que corresponda.