El Foro de San Petersburgo, el fin del mundo unipolar
El Foro Económico Internacional de San Petersburgo (SPIEF, por sus siglas en inglés), a menudo denominado el Davos ruso, se ha celebrado de forma continua desde 1997, cancelado en una sola ocasión en esos 25 años por la pandemia en el año 2020. En su vuelta el año 2021, el foro económico se planteó el objetivo de mostrar que el mundo había superado la pandemia abriendo un nuevo espacio de negocios a pesar de las tensiones políticas. En el 2022, lo que en sus días se mostraba como un escaparate de integración europea, se celebró en medio de las desavenencias con Occidente por el conflicto de Ucrania. A mediados de 2023, en su edición número 26, se preguntaba si se afianzaría la tendencia de un mundo fracturado y multipolar.
En el año 2022, su edición 25° se celebró bajo el lema «Nuevas oportunidades en un nuevo mundo» que no es un tema menor ni para Eurasia ni para la visión occidental. Se esperaba la llegada de 40 delegaciones de China, Turquía, Egipto, América Latina y África, pero «sin la presencia de personalidades de países no amigos». Lo cierto es que sucedió lo que viene pasando en diferentes foros internacionales, la participación fue alta, pero la simbología no estaba en los 695 acuerdos de negocios que se cerraron ahí. La visión de un mundo dividido fue la que primó. El dilema para Occidente es un San Petersburgo más cercano al sur global y más alejado de oeste.
La mirada de Occidente se inclina a pensar con la misma lógica que lo ha hecho históricamente. Se consideraba que el fracaso del foro en el año 2022 era un hecho inevitable debido a la inasistencia de empresarios estadounidenses y europeos y sus directores ejecutivos. Esta afirmación tenía sus bases en la diferencia con el foro 2021. En ese evento se le dio la bienvenida a la entonces canciller alemana Angela Merkel, a la exdirectora del FMI, Christine Lagarde, a Lloyd Blankfein, de Goldman Sachs, a Vikram Pandit, de Citi y a Rex Tillerson, de ExxonMobil. En contraposición, en el 2022 se le daría la mayor atención a los presidentes de los estados aliados, Kazajstán y Armenia. Esa es la mirada de los medios hegemónicos occidentales y seguramente será el relato que intentarán imponer para opacar el próximo encuentro del 14 al 17 de junio del 2023.
Cuando los medios occidentales hacen hincapié en que las únicas presencias de envergadura son los jefes de estados occidentales, banqueros y los directores ejecutivos de multinacionales, vuelven a cometer los mismos errores de apreciación que los ha llevado a una división mundial nunca antes vista. Es como ignorar lo que sucede diariamente ajustando la realidad al relato, aunque después prime la realidad. Cuando China, India y Brasil forman parte de la ecuación, dejarlos afuera resulta realmente presuntuoso, no sólo por su población, o su tasa de crecimiento, sino por su importancia geopolítica.
El comercio total entre China y Rusia alcanzó un nuevo récord en 2022, un 30% más hasta los US$ 190.000 millones, según cifras de la aduana china. El gigante asiático compró US$ 50,6 mil millones en petróleo crudo de Rusia de marzo a diciembre, un 45% más que en el mismo período del año anterior. Las importaciones de carbón aumentaron un 54%, pasando a US$ 10.000 millones. Las compras de gas natural, incluido el gas de gasoducto y el GNL, se dispararon un 155%, hasta los US$ 9.600 millones.
El comercio de India con Rusia se disparó hasta alcanzar un máximo histórico de U$S 18.000 millones en sólo cinco meses (abril-agosto) del año 2022, informó el Departamento de Comercio hindú, mientras el comercio bilateral total anual entre ambos países fue de U$S 13 MM en 2021, y de ocho mil en 2020. Rusia se convirtió en el séptimo mayor socio comercial de la India, tras avanzar desde su posición 25 del año pasado.
En el foro anterior el presidente ruso afirmó que la era donde Washington tuvo un dominio global “ha terminado”. “Creen que la hegemonía mundial y económica de Occidente es eterna, es un error, no lo es, nada lo es”. Este es el centro de la cuestión, un mundo con reglas occidentales se ha puesto en duda, la potestad de un mundo unipolar no se condice con la realidad actual o con la que puede venir.
En esta discusión, más allá de la guerra, de repente vemos que se encuentran los representantes de Arabia Saudita e Irán sonriendo y tomados de la mano en Beijín, mientras anunciaban el restablecimiento de las relaciones diplomáticas después de una interrupción de siete años. Al centro de la imagen se hallaba el ministro de Relaciones Exteriores que orgullosamente los unió, y que no era un político europeo o estadounidense, sino el Director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores del Partido Comunista Chino, Wang Yi. No se necesitaban palabras. El mensaje se escuchó desde Washington a Bruselas: la diplomacia China llegó a Medio Oriente.
Esta fue la segunda vez en el corriente año que China jugó el papel de mediador, poco después de proponer un plan de paz para Ucrania. Esta demostración de la diplomacia de Medio Oriente con características chinas no se trataba solo de unir a Arabia Saudita e Irán, sino de mantener a Estados Unidos fuera. Todavía es demasiado pronto para ver las consecuencias del acuerdo, pero tiene el potencial de remodelar algunos de los conflictos más graves de la región, desde Yemen hasta Siria y el Líbano.
El presidente ruso, Vladimir Putin, y el presidente chino, Xi Jinping, se reunieron y posaron para fotografías en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái de septiembre de 2022. Por invitación del presidente ruso, el presidente Xi realizará una visita de Estado a Rusia del 20 al 22 de marzo del corriente año. En el mismo mes, Inácio Lula da Silva el presidente de Brasil, visitará China del 26 al 31 de marzo, la economía que ocupa el primer lugar en el comercio de Brasil; los BRICS parecen cada vez más unidos.
Después de la visita en 2013, una vez más, Xi ha hecho de Rusia el destino de su primer viaje al extranjero después de ser elegido como presidente chino. El nuevo tipo de relaciones de los principales países entre China y Rusia es una esperanza para el sur global y seguramente una nueva opción, en marcado contraste con el comportamiento de Occidente.
De manera velada o no, China ha ayudado a Rusia a socavar las sanciones económicas occidentales mediante el desarrollo de sistemas de pago internacionales fuera del control occidental y ha abogado por construir una “alianza internacional de empresas” que comprenda compañías no occidentales, Turquía juega en el mismo equipo. No sólo China y la India han aumentado sustancialmente sus importaciones de carbón, petróleo y gas natural de Rusia en 2022, China también ha aumentado sus exportaciones de tecnología a Rusia para su industria de defensa después de que a muchas empresas rusas se les negara el acceso a la tecnología de Europa y EE.UU. debido a las sanciones. Según un grupo de expertos Silverado Policy Accelerator, «Rusia sigue teniendo acceso a tecnologías cruciales de doble uso, como los semiconductores, gracias en parte a China y Hong Kong».
Por su parte, Moscú conserva una influencia significativa entre los antiguos países soviéticos que forman la Unión Económica Euroasiática (EAEU), así como entre las industrias energéticas de Asia Central, lo que lo vuelve un socio económico vital para China, en gran parte en la industria energética, pero también gracias al papel del Kremlin en la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China para aumentar el comercio en Eurasia.
En el camino hacia un nuevo Foro de San Petersburgo, el mundo sigue girando más allá de las sanciones, con las discusiones de cooperación entre Rusia y Malasia en el sector energético y la importancia del Estrecho de Malaca como corredor de transporte alternativo para el suministro de productos derivados del petróleo están en marcha.
Maharani Energy Gateway tiene un centro de energía que se creó en 2021 y es uno de los proyectos nacionales más grandes de Malasia. El centro de Maharani Energy Gateway está estratégicamente ubicado en el estrecho de Malaca, el segundo punto de cruce de petróleo más importante después del estrecho de Ormuz, a través del cual se estima que pasan diariamente más de 19 millones de barriles de petróleo. Para sus socios e inversores en Rusia, la empresa ofrece soluciones que Moscú necesita en servicios de transbordo, colocación en terminales flotantes de GNL, abastecimiento de combustible, manejo de buques y más. La diversificación sigue su curso.
Como parte del programa de eventos en el extranjero del Foro Económico Internacional de San Petersburgo, el Foro Empresarial India-Rusia “Cooperación para el Desarrollo y el Crecimiento” se llevará a cabo en la capital india, Nueva Delhi, los días 29 y 30 de marzo. El propósito de este evento es discutir oportunidades para crear alianzas de alta tecnología en diferentes áreas: TI, ciberseguridad, industria y fabricación, ciudades inteligentes, transporte, logística y atención médica, y apoyar a las empresas rusas en su reorientación hacia nuevos mercados.
Lo que queda cada vez más claro es que Occidente ya no es el centro del mundo, pero también se debe entender que no han existido cambios a nivel mundial en los últimos 300 años que no fueran por guerra. El Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge hizo público en octubre de 2022 un estudio titulado Un mundo dividido: Rusia, China y Occidente en el que se evidencian las cambiantes actitudes en la opinión pública a raíz de la guerra.
El estudio abarcó 75 países con muy variados tipos de sistemas que incluyen democracias diversas y economías emergentes del sur global. La división es meridiana. Por un lado, la gran mayoría de los encuestados en las democracias tiende a apoyar la actitud occidental de condena a Rusia. Según las estimaciones de la División de Población de las Naciones Unidas para el año 2021, la población total de Eurasia es de aproximadamente 5.5 mil millones de personas, y la del norte y oeste de África, de unos 430 millones de personas. El 75.25% de esa nada despreciable porción del mundo se muestran inclinada a apoyar a Rusia y China. Y no solo a raíz de la guerra, puesto que esta inclinación ha venido manifestándose durante la última década.
El precipicio al que se asoman Occidente y el sur global por la guerra de Ucrania podría conducir a un orden mundial en base a una nueva Guerra Fría. Pero, a diferencia de la clásica, este orden no implicaría confrontación ideológica (capitalismo/democracia vs. comunismo) sino un choque entre quienes apoyan la actual configuración global de poder diseñada por Occidente y quienes se oponen a ella, liderados por China, Rusia y otros.
Aun no siendo ya el centro del mundo, ¿qué puede hacer Occidente para evitar o al menos atenuar la confrontación con el sur global? En el ámbito económico poner coto a la depredación que desde la descolonización ha convertido la globalización en saqueo institucionalizado. En lo político, dar satisfacción a algunas demandas del sur global y de algunos de sus aliados en BRICS para obtener un mayor poder decisorio en las actuales estructuras y organizaciones internacionales que ya hablamos en otros artículos.
La guerra, las finanzas, el comercio, se irán modificando por los acuerdos en cada foro, mientras la diplomacia intenta terminar con la guerra, los tratados y las políticas internas de los países intentarán mitigar la inflación, el hambre, la falta de crecimiento. Lo que no se puede evitar es que occidente y sus constantes crisis financiera amenazan la trascendencia que el sur global intenta en su colaboración para modelar el mundo que viene. Las alianzas en los foros, los acuerdos comerciales, serán los testigos silenciosos del esquema del mundo por venir, por eso es tan importante seguirlos.