Las guerras le dan forma al mundo
¿Sabes por qué los extraterrestres atacan y entran en guerra con los Estados Unidos en todas las películas? Porque quieren salvar al mundo. Esto podría ser un indicador de que la frase “Las guerras le dan forma al mundo” es relativamente cierta. Hay guerras que por su accionar no pueden ser cuestionables, ya que modifican no solo la apariencia de las cosas, sino algunos aspectos puntuales como: la geografía, la población o la economía, dependiendo del poder que obtenga quien supuestamente salió vencedor. En otros enfrentamientos las consecuencias mundiales no son tan claras, más bien dependerán del posicionamiento mediático del conflicto para determinar su importancia para el mundo.
La ONG publicó en 2021 el estudio El virus del hambre se multiplica, donde señaló que 11 personas mueren cada minuto de hambre y desnutrición en el mundo, es decir, unos 5.781.600 al año. En el caso del Covid-19 unas 12 personas fallecían cada minuto a causa del coronavirus, lo que da como resultado un aterrador recuento de aproximadamente 6.8 millones de personas. El conflicto en Ucrania, tomando en cuenta el peor de los pronósticos para su primer año, daría unas 300 mil personas muertas, de ambos bandos; en términos comparativos, las víctimas no alcanzan al 5.5% de las muertes producidas por hambre y cerca del 4.5% por la pandemia. Al parecer la guerra contra el hambre, más lúgubre, lamentable y solucionable, es mucho más insignificante que la invasión rusa a Ucrania.
Las estadísticas no son concluyentes, tienen gran amplitud, lo que las vuelve relativas. Por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial oscila entre extremos de 50 y 75 millones de muertes. Aunque se estima que el número total de fallecimientos causados por conflictos armados, desde 1900 hasta el presente, ronda los 150 millones de personas, según el Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), la idea es dejar un número tentativo con que trabajar. Por el lado de las hambrunas, según muestra Oxfam, la cifra puede alcanzar los 120 millones. Más allá del detalle de las hambrunas, los periodos 2012-2022 tienen su explicación. De 2012 a 2020 se calculan, de manera conservadora, unos 5 millones de muertes por hambre al año, mientras que para el periodo de 2020-2022, a raíz de la pandemia, se elevaría la media a una 5.5 millones anuales.
Es difícil hacer una comparación directa entre las muertes causadas por conflictos armados y las muertes causadas por el hambre, ya que son problemas muy diferentes en términos de sus causas y consecuencias. Sin embargo, se puede decir que tanto las guerras como el hambre son problemas graves que han producido una gran cantidad de muertes en todo el mundo y modificado fronteras, recursos, sociedades, etc.
Lo que si es cierto es que la historia de Europa, por poner un ejemplo cartográfico, es asombrosamente compleja al respecto. Si bien hay raras excepciones, como Andorra y Portugal, que han tenido fronteras notablemente estáticas durante cientos de años, la jurisdicción sobre partes de la masa terrestre del continente ha cambiado de manos innumerables veces. Cómo ha cambiado el mapa europeo a lo largo de 2400 años como muestra la animación. Lo que confirman las guerras es el traslado de fronteras.
Etiopía tiene la guerra hasta ahora más mortal del siglo, en Tigray: 600.000 civiles muertos en dos años, y la mayoría de la gente no sabe ni quiera donde está. Oficialmente, la República Democrática Federal de Etiopía es el segundo país más poblado de África y el duodécimo a nivel mundial. Etiopía es el estado independiente más antiguo de África, y uno de los más vetustos del mundo. Hay quien afirma que, junto con Liberia, es el único de los estados africanos que nunca ha formado parte de un imperio colonial.
Según datos de la historia de este país, la ocupación humana es más antigua que en casi cualquier otra zona del planeta. El hallazgo de tres cráneos en el año 1997, de Homo Sapiens idaltu, que datan de hace 158 mil años, así lo confirman. Los egipcios la denominaron la “tierra de los dioses”, donde compraban perfumes, incienso y mirra, así como también ébano, marfil y esclavos.
Ahora, si es el conflicto más mortal del mundo, ¿porque no sale en todos los medios? Quizás por los mismos motivos que las muertes por hambre, no son una noticia muy popular. El primer horror occidental es que el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, recibió el Premio Nobel de la Paz en 2019, y fue alabado como un pacificador regional, digno relato occidental, demonios de un lado, santos del otro. El mismo santo predicador que recibió el Nobel se reconvirtió en demonio. Actualmente lleva el sello del genocidio y tiene el potencial de desestabilizar la región más amplia del Cuerno de África.
En 2020, Abiy ordenó una ofensiva militar en la región norteña de Tigray y prometió que el conflicto se resolvería rápidamente. Dos año después, los combates han dejado miles de muertos, desplazado a más de dos millones de personas de sus hogares, alimentado la hambruna y dado lugar a una ola de atrocidades.
No es nuestra idea profundizar en los motivos de la guerra en Etiopia. Más allá de sus costos humanos y físicos inmediatos, las guerras alteran el destino de las sociedades y los estados. Establecen nuevas líneas de acceso a recursos e influencia, determinando quién tiene qué y quién no. Sientan precedentes sobre cómo se justifican las guerras futuras y, en el caso de un intento de conquista, las guerras pueden, en última instancia, redibujar el mapa de la política mundial.
Un año después de su invasión provocada del 24 de febrero de 2022, la guerra de Rusia contra Ucrania abarca todos estos peligros. Lo que suceda en Ucrania durante 2023 será crucial. Todo daría para pensar que el centro de gravedad de la OTAN seguirá desplazándose hacia el este, más hacia el este. Tanto Polonia como Estonia se han convertido en fuertes campeones de la soberanía ucraniana y han sido fundamentales para empujar a las naciones europeas más reticentes, incluidas Alemania y Francia, hacia una postura más firme.
Los aspirantes a miembros de la OTAN, Finlandia y Suecia, también han estado ocupados, y ambas naciones aumentaron sus gastos de defensa para 2022 entre un 10% y un 20%. El incremento general de Europa de su gasto militar al 4% del PBI, como quería D. Trump, se ha cumplido para beneplácito de las empresas bélicas americanas y de la pérdida de autonomía y proyecto militar de Europa.
A mediados de noviembre del año paso, el Centro de Investigación de Políticas Económicas (CEPR) publicó un estudio Las vulnerabilidades monetarias y financieras de Ucrania por la guerra. Aunque se desconozca en los medios occidentales el impacto inicial de la invasión rusa en la economía ucraniana, fue devastador. Un tercio de las empresas cesaron sus operaciones de inmediato, debido a la destrucción de las instalaciones y la infraestructura de producción, la interrupción de las cadenas de suministro y los aumentos drásticos en los costos de producción. Como consecuencia, el PIB cayó un 15% en el primer trimestre de 2022 y un asombroso 37% en el segundo trimestre.
Si bien el aumento de la inflación se ha convertido en un problema global, causado por cuellos de botella en la cadena de suministro y el aumento de los precios mundiales de la energía, los alimentos, el riesgo de una alta inflación en Ucrania es aún mayor. La guerra ha provocado un crecimiento significativo del gasto presupuestario en defensa y seguridad social. Básicamente, Ucrania es un país fantasma. La cantidad total de fondos internacionales recibidos desde el comienzo de la guerra superó los $ 32 mil millones a mediados de octubre (más del 95% del stock de reservas internacionales antes de la guerra).
Supongamos dos escenarios, muy en boga en los medios para la guerra: Rusia disfruta de un éxito tangible, una serie de victorias militares desde el final del invierno. El país recupera la mayor parte de la provincia de Kherson, amenaza a Kiev y avanza hacia Odessa. Las cadenas de suministro se mantienen en los tres frentes principales (norte, este y sur). Aprendiendo de la contraofensiva ucraniana, el ejército ruso ha colocado sus centros logísticos fuera del alcance de HIMARS, el misil de fabricación estadounidense. A nivel internacional, este escenario supone una continuación de las exportaciones energéticas rusas a Asia y una estrategia de precios por parte de las potencias del gas. Moscú explotaría al máximo sus redes diplomáticas, disfrutando del fuerte apoyo de China frente a la influencia estadounidense. Para que la tormenta sea perfecta, algún acontecimiento internacional, como la crisis en Taiwán, absorbería la atención de los Estados Unidos.
Otro escenario sería el de la guerra prolongada: este conflicto se extendería en el tiempo por la incapacidad de ambos protagonistas para obtener ventajas sobre el otro, y duraría un período de varios años. Una opción dentro de esta es que la extensión del enfrentamiento se debiera a que una de las partes, sobre todo Rusia, se encontrara cómoda con lo obtenido. Esto se manifiesta en una estabilización de las principales líneas del frente, mientras continúan las batallas por localidades de importancia secundaria (cruces de carreteras, exclusas de ríos, puentes). Por ejemplo, Moscú podría concentrar sus esfuerzos en consolidar el Donbas.
Los factores exógenos podrían conducir a la decadencia militar y diplomática. Ninguna de las partes está en condiciones de lograr que su propia población y aliados acepten la negociación sobre la base del actual equilibrio de poder militar.
A nivel internacional, la potestad de un mundo con reglas americanas queda empantanado y debilitado, pero sin asumir su retroceso. Esto deja a Europa con un pronóstico sobrio con su industria, fuera de la competencia por la hegemonía mundial. Afianza el poderío americano y abre una interesante opción mundial con los BRICS+. La guerra y los mapas seguirán esperando por las estupideces de los líderes mundiales. El hambre seguirá oculto y matando sociedades a la prolongada espera de un mundo mejor.