Leasing para vampiros acreedores
Las deudas y las mentiras están generalmente mezcladas (F. Rabelais)
Las negociaciones por la deuda en cada país son un dolor de cabeza, pero con los organismos internacionales son un parto. En Argentina, para no ir más lejos, el acuerdo con el FMI fue un martirio. Asimetrías de fuerzas, incremento del riesgo país, amenazas de corrida cambiaria, incertidumbre, inseguridad jurídica, desconfianza mundial de nuestra solvencia. Todos estos mitos, más 22 acuerdos fracasados con anterioridad, favorecieron para que el organismo fijara las condiciones y condicionalidad que hoy a rajatabla respetan las autoridades económicas del país y que llevarán, inevitablemente, al fracaso del acuerdo número 23.
Después de 130 días de guerra, las autoridades ucranianas comenzaron a tener conversaciones preliminares con el equipo del FMI para lograr un nuevo programa de financiamiento, según Bloomberg. En las negociaciones se está decidiendo sobre qué base se puede acordar, porque es muy incómodo para Ucrania y para el lúcido equipo de negociadores del FMI preparar una estructura microfinanciera muy sofisticada, básicamente porque no se sabe si Ucrania siga existiendo en el futuro, ni hablar de la factibilidad de cumplir con los compromisos contraídos (en castellano antiguo, pago de deuda).
Ucrania ya recibió US$7.400 millones en financiamiento de emergencia del FMI este año, desde que el presidente ruso, Vladímir Putin, lanzó su ataque en febrero. El 12 de julio, la Unión Europea aprobó un préstamo por 1.000 millones de euros. El primer ministro de Ucrania, Denys Shmygal, también informó recientemente que recibieron 1.700 millones de dólares de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y el Fondo Fiduciario del Banco Mundial, además de 3.000 millones de dólares de los Estados Unidos.
De ahí en más se conoció que las necesidades presupuestarias ucranianas ascendían a U$S 5.000 millones mensuales que, rápidamente mudaron, según la confesión del presidente al Financial Times, a U$S 9.000 mensuales, lo que implica más de U$S 100.000 millones anuales para financiar el desbalance fiscal, sin armamento, por supuesto, como si fueran exiguas las necesidades bélicas y humanitarias del país, más allá de una deuda actual de U$S 135.000 millones.
Por cierto, algo casi irrelevante. Las fuerzas de Moscú han deslocalizado a decenas de miles de ucranianos, dejando con suerte en el país unos 35 millones de habitantes. Se golpeó gravemente la economía, su PBI tendría una retracción del 45%, se devastaron ciudades, puertos, enlaces de transporte, vías férreas, energía, exportaciones, almacenes agrícolas y fábricas. Estos ínfimos percances han maltrecho las finanzas públicas al eliminar los ingresos y, al mismo tiempo, obligar al gobierno a acelerar el gasto para comprar armas y tomar otras medidas para defenderse. ¿Alguien se explica cómo este país puede negociar con el FMI?, o ¿será una especie de leasing para los vampiros acreedores?
Debido a la distancia, o a la ignorancia propia, quizás uno no sepa que los ucranianos no tienen riesgo país. También es posible que la grivna, su moneda, no sufra de corrida cambiaria como el resto de las monedas. La ayuda internacional es la principal fuente de financiación para un déficit presupuestario cada vez mayor. Kiev recibió en junio US$ 4.800 millones de sus socios occidentales, más del triple que los U$S 1.200 que le fueron aportados el mes anterior.
O sea, la factibilidad que Ucrania pague los intereses y el principal de la deuda, los pertrechos bélicos, la ayuda humanitaria y la reconstrucción de su territorio, dependerá de los socios internacionales que le facilitan los fondos, a los cuales les tiene que pagar (¿¿¿???). Suena raro, porque de ser así, Argentina debería declararle la guerra a Rusia por alguna vacuna Sputnik en mal estado y renegociar con el FMI un nuevo programa, pero no es tan lineal.
Los pagos de la deuda pública son una de las partidas más costosas del presupuesto estatal. Para este año, se planean alrededor de 164 mil millones de grivnas (U$S 5.600 millones) solo para el servicio de intereses, según RBC-Ucrania. Debido a la agresión rusa, el tesoro está vacío y la economía «hundida». Es por eso que cada vez más entre los políticos y financieros comenzó a sonar la lógica pregunta: ¿cuándo Ucrania pedirá a los acreedores que reestructuren o congelen sus deudas?
El asesor presidencial Oleg Ustenko maneja una tesis de sentido común para Ucrania, pero extraña para los mercados internacionales. Cree que ahora que la fase activa de la guerra se ha prolongado, no hay riesgo de perder los mercados financieros comerciales debido a la suspensión de pagos. «En nuestro caso, cuando la guerra ha estado ocurriendo por quinto mes consecutivo, cuando no se sabe exactamente cuándo terminará, no es ilógico preocuparse de que durante el próximo año o incluso dos años se tornaría difícil poder ingresar a los mercados de endeudamiento de capital extranjero».
Para sortear este percance hay una serie de opciones, desde descabelladas, como veremos, hasta más realistas en el corto plazo: un aplazamiento de todos los pagos (intereses y capital) durante dos años, o simplemente una suspensión, sujeta a discusión sobre el tema de los pagos adicionales después del final de la guerra, una reestructuración de plazos. La idea del período de dos años se basa en el hecho de que durante este tiempo la economía ucraniana podrá volver al nivel anterior a la guerra (¡¡¡sic!!!).
Ahora bien, mientras estas ideas se discuten, uno supone que tiene que haber una trampa en este juego. Si bien Estados Unidos arrastró a sus ¿aliados? a colaborar con la guerra, como se ve en el párrafo anterior, ya sea con fondos y material bélico, nadie come gratis en este mundo, así que tratemos de desentrañar dónde está la trampa.
Estados Unidos ya ratificó más de U$S 40.000 millones en ayuda adicional a Ucrania, aprobados por el Congreso, lo que da aproximadamente U$S 54.000 millones, al combinarse con el paquete de ayuda que se aprobó en marzo. La mayor parte de la ayuda se asigna a través de los canales tradicionales de ayuda exterior. Eso incluye dinero para brindar apoyo urgente, servicios de salud y asistencia alimentaria a los refugiados ucranianos, dentro y fuera de Ucrania, incluyendo dinero para apoyo logístico y entrenamiento para las fuerzas militares y de seguridad nacional, y, aunque usted no lo crea “un fondo destinado a asegurar la continuidad del gobierno de Ucrania”. Toda una definición democrática.
La ley aprobada por el Congreso, cuyo nombre es Ley de Préstamo y Arriendo para la Defensa de la Democracia de Ucrania de 2022, arrastraría a Ucrania a una trampa de deuda, convirtiendo al país devastado por la guerra en una nueva colonia de los EEUU. La ley autoriza a la administración, hasta el año fiscal 2023, a prestar o arrendar equipo militar a Ucrania y otros países de Europa del Este. La ley eximiría a la administración de ciertas disposiciones legales que rigen el préstamo o arrendamiento de equipo militar a países extranjeros, básicamente dos, Foreign Assistance Act (FSA) y Arms Export Control Act (AECA), así como el límite de cinco años en la duración del préstamo. Pero queda estipulado que el país receptor tendrá que pagar más adelante.
La ley de préstamo y arrendamiento actual es una vieja disposición de 1941 que los EEUU utilizaron para ayudar a sus aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Bajo el sistema de préstamo y arrendamiento, Gran Bretaña recibió armas de los estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial. Los pagos no se completaron hasta 2006, 61 años después de terminada la conflagración el Reino Unido transfirió al Tesoro de Estados Unidos 43 millones de libras (64 millones de euros), correspondientes al último pago de un préstamo para financiar su participación en ese conflicto y la derrota de Adolf Hitler. Imagine cómo el programa de préstamo y arrendamiento someterá a Ucrania a la influencia de los EEUU. en las próximas décadas.
Hay varias teorías para Ucrania cumpla con los pagos. Tomaremos una real, privatizaciones de la industria estatal ucraniana y una descabellada, que Rusia afronte parte de la deuda. La primera hipótesis, muy conocida en América Latina, es la neoliberal. Es el relato en donde el Estado posee cientos de empresas que no generan plusvalía y no dan trabajo a los ciudadanos, casi no funcionan y no son productivas. Sin embargo, con el enfoque correcto, si el Estado abriera el acceso a los inversionistas, sobre todo a los acreedores, estas propiedades en descomposición se convertirían en un recurso importante para revitalizar la actividad económica dentro del país. ¡¡¡Se entiende!!!!
Un ejemplo ilustrativo en este contexto son las destilerías. Hay 19 destilerías de la empresa Ukrspirt, de propiedad estatal. Están en un estado de abandono, vaya a saber la razón, y necesitan invertir mucho para que todo funcione. Por regla general, se trata de locales de talleres, edificios administrativos, sótanos para almacenar alcohol, depósitos, subestaciones eléctricas y otros bienes inmuebles. Las comunicaciones ya están conectadas, lo que simplifica su funcionamiento. La propiedad con la infraestructura adecuada también se puede utilizar para reubicar una empresa que ha dejado de operar en una zona de guerra y necesita mudarse a regiones más seguras.
El alcohol se utiliza en más de 150 industrias, como la alimentaria, médica, de combustibles y energía, y farmacéutica. Sobre la base de las destilerías, hay oportunidades para desarrollar varios tipos de producción. Hay una escasez colosal, solo la región capital perdió hasta un 20% de este producto. ¿Por qué privatizarla? Lo mismo que la agroindustria, que genera alimentos internos, exportaciones y divisas externas. Bueno, aquí el negocio, la vieja fórmula de los años noventa.
La segunda idea, más descabellada, pero no del todo para el sistema financiero mundial. Vale recordar, en principio, el congelamiento de reservas rusas. Supongamos que Rusia gane la guerra, ¿cuál sería el destino de la deuda externa de Ucrania en este escenario?, donde una parte de Ucrania pasaría a ser parte de la Nueva Rusia o Novorrusia, lo que plantearía la cuestión de si esta debería asumir la responsabilidad, según el derecho internacional, por las deudas de Ucrania anteriores a la invasión.
Según la doctrina del derecho internacional público de la sucesión de Estados, la adquisición de territorio por parte de un Estado conlleva la obligación de asumir la responsabilidad por las deudas de ese territorio… cuando un Estado es absorbido por otro, la deuda pública y los derechos y obligaciones bajo contrato de la entidad absorbida pasan al absorbente. Los bonos internacionales de Ucrania se rigen por la ley inglesa, y una demanda presentada por un tenedor de esos bonos contra la Federación Rusa, con toda probabilidad, sería escuchada en un tribunal inglés. Lástima que el juez de Nueva York Thomas Griesa, quien falló contra Argentina por los bonos basura, haya fallecido. Siempre se necesita una mano con estas locuras.