Entre el olvido y la estrategia: las implicaciones globales del conflicto en Ucrania
El olvido en la mitología puede ser tanto una bendición como una condena, dependiendo del contexto. En general, los mitos que exploran el olvido simbolizan una ruptura con la identidad, una pausa en el flujo de la memoria, lo cual subraya la importancia de la historia en la construcción del sentido común. Ya sea a través de plantas, ríos, cajas o árboles, los elementos míticos reflejan valores profundamente sociales y culturales. En el contexto occidental, esta metáfora puede aludir a sociedades que eligen vivir en una especie de olvido del pasado, atrapadas en un eterno presente, sin historia y sin futuro.
Así como en la mitología el olvido simboliza rupturas y decisiones fatales, en el presente el olvido de las lecciones del pasado puede llevar a situaciones igualmente críticas. Un ejemplo de ello es la intervención estadounidense en la guerra en Ucrania, que algunos consideran una “caja de Pandora” abierta deliberadamente, un error de cálculo, una equivocación o incluso un descuido que arrastró a Occidente en un conflicto sin aparente final.
Con la llegada de un nuevo presidente en Estados Unidos, se presenta la posibilidad de “ordenar la casa” y buscar un desenlace digno para una guerra que ya ha agotado sus posibles beneficios y que, a estas alturas, podría dejar, más aliados caídos que logros concretos. Así, parece apropiado construir una narrativa donde Rusia no gane, la OTAN no pierda y Europa pueda quedar intacta.
Entonces surge una pregunta inevitable: ¿fue la guerra en Ucrania una estrategia mal planificada, una programación errónea? ¿De verdad alguien puede pensar que fue una maniobra equivocada, un desacierto tan grande que solo una anomalía política como Donald Trump podría resolver? La posibilidad de que la retirada estuviera planificada desde el inicio, independientemente del presidente electo, parece mucho más plausible.
Desde la perspectiva de costo-beneficio, esta intervención parece haber sido una “inversión acertada”. Esto se refleja en el hecho de que, con soldados extranjeros muertos, infraestructura ucraniana destruida, préstamos otorgados bajo la promesa de garantías futuras y una UE fragmentada, el costo para EE. UU. ha sido apenas del 12% de su presupuesto de defensa. La posibilidad de «molestar» a Rusia por 150 mil millones de dólares, reducir su armamento y ejército, desindustrializar Alemania y coquetear con la desestabilización de su gobierno es, en efecto, una jugada eficaz.
Como resultado de este conflicto, Estados Unidos se ha consolidado nuevamente como el principal proveedor de gas natural licuado (GNL) para Europa, abasteciendo casi la mitad de las importaciones en 2023, según datos de CEDIGAZ. Curiosamente, Rusia sigue siendo el tercer mayor proveedor a pesar de las sanciones, aunque el gas licuado no está incluido en ellas. Aun así, los estadounidenses han logrado cumplir con el 60% de sus compromisos de abastecimiento. Si Europa desea asegurar mayores volúmenes de gas a precios más bajos en el futuro, deberá comprometerse en contratos a largo plazo, lo que estrecha su dependencia de EE. UU.
Por otro lado, la industria armamentística estadounidense ha encontrado en este conflicto un impulso significativo. En el camino de esta simple violación del Tratado de Seguridad Colectiva, este sector ha prosperado notablemente. Las cuatro mayores empresas estadounidenses de defensa —Lockheed Martin, Raytheon Technologies, Northrop Grumman y General Dynamics— acumularon aproximadamente 190 mil millones de dólares en ganancias solo en 2022.
Esto refleja la fuerte dependencia de estas empresas del gasto gubernamental relacionado con defensa, que representan el 71% de sus ingresos. Cada vez que se autoriza un nuevo préstamo de ayuda a Ucrania, el dinero no sale de EE. UU.; simplemente se destina a las grandes empresas para la producción de armamento, que luego es enviado a Ucrania como deuda.
Cotización acciones en U$S de empresa bélicas americanas y principales accionistas
La OTAN, por su parte, también muestra las ventajas para EE. UU.: mientras el 70% del gasto militar de la alianza es asumido por Washington, solo once de los 31 países miembros cumplen con el compromiso de gastar al menos el 2% de su PIB en defensa. Esto refuerza la posición de negocios de EE. UU. dentro de la OTAN, especialmente si los países restantes continúan invirtiendo en empresas armamentísticas estadounidenses.
La industria europea de defensa también ha encontrado oportunidades, sobre todo en el Reino Unido y Alemania. La Comisión Europea ha lanzado su primera Estrategia Europea de Defensa, que anima a los estados miembro a invertir más en defensa. Sin embargo, este plan establece que al menos la mitad de las compras de armamento en la UE deben realizarse dentro del propio bloque para 2030, una meta ambiciosa considerando que la mayoría de los países europeos ha dependido del mercado externo desde el inicio de la guerra en Ucrania. De hecho, desde 2022, EE. UU. ha suministrado el 60% del armamento extranjero adquirido por Europa.
En octubre del año pasado, el presidente Joe Biden afirmó que Estados Unidos debe ser «el arsenal de la democracia«, evocando una frase del discurso de Franklin D. Roosevelt en 1940. Declaró también que Estados Unidos es «la nación esencial», la «nación indispensable». Este discurso apunta a justificar la estrategia de política exterior estadounidense, en la cual la posición de negocios se ve fortalecida, aunque sea a costa de sus aliados europeos.
Alemania comprendió demasiado tarde que la defensa corporativa de Estados Unidos implicaría el cierre de sectores clave como la siderurgia, la química, los fertilizantes, el vidrio, el papel y el automotor. Estas empresas contaban con tener que abandonar el negocio, trasladarse a Estados Unidos o a China, si el flujo de energía barato no regresaba, cosa que han hecho.
Alemania, «la locomotora de Europa», se enfrenta a una encrucijada. Empresas claves han tenido que trasladarse fuera de Europa debido al elevado coste energético. Esta crisis ha puesto en entredicho la estructura económica de Alemania, lo cual tendrá serias repercusiones para la UE. Sin embargo, no parece probable que quienes llevaron a Europa a esta situación sean capaces de ofrecer una solución efectiva. Japón y Alemania son, en cierto modo, «milagros» económicos promovidos por EE. UU., y han funcionado en la medida en que han cumplido con las metas estratégicas estadounidenses.
En última instancia, los beneficios para Estados Unidos —ya sea con Trump o Biden— son claros. La administración Biden-Harris ha seguido una estrategia de protección económica y política similar al «trumpismo», dejando a Europa y Ucrania en una posición de dependencia. Con una mayor subordinación europea, los aranceles estadounidenses apuntan a una ordenada retirada de ciertas áreas de influencia, posiblemente incendiando otras. Con o sin Trump, los países europeos deberán optar entre ser vasallos de EE. UU. o buscar alternativas en Eurasia.