Prestamistas perversos, la otra guerra EE.UU.-China
El enfrentamientos entre los principales prestamistas respaldados por Occidente, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) así como el principal acreedor bilateral del mundo, China, fueron acusados de mantener a varios países sumidos en la morosidad durante años. Pero sobre todo desde Occidente, dada la lucha por recursos naturales y apoyo geopolítico, se entiende que es China el culpable de las deudas del mundo, el perverso estafador que condiciona a los países deudores a su conveniencia, idea que jamás pasaría por el pensamiento del staff de los organismos internacionales de créditos occidentales.
La idea general es la siguiente: mientras que el FMI condiciona sus préstamos a compromisos de reforma económica, es decir, llevar a cabo ciertas políticas fiscales, monetarias, cambiarias, controlando el modelo económico del país, China normalmente otorga préstamos para proyectos de infraestructura específicos, construidos por empresas chinas, otorgando swaps, es decir, líneas de intercambio en yuanes para aumentar las reservas brutas del país, entre otros aspectos. En cualquier caso obtiene beneficios de explotación o control de las estructuras, apoyo geopolítico, sin condicionar las decisiones económicas.
El establishment de los países en desarrollo cree que las recetas del FMI representan el camino más seguro hacia la estabilidad y la prosperidad, sobre todo para ellos. Lo cierto es que este tipo de bienestar no se ha dado en ninguno de los países en los que el organismo internacional ha participado, menos aún en Argentina, donde han fracasado, sin excepción, los 23 acuerdos realizados desde 1956. Con un detalle más, se ocultan las condicionalidades de los préstamos otorgados por el organismo, en el caso de los prestamos chino, se las llamadas cláusulas de confidencialidad del préstamo.
La discusión de fondo, o lo que está en entredicho, es sí podrían celebrarse préstamos con China como una fuente de “espacio político”, donde los gobiernos tengan mayor grado de libertad para elegir su propia estrategia de desarrollo, ya que estos recursos tienen la capacidad potencial de transformar la relación con el FMI. Cualquiera que sea su interpretación normativa, la mayoría de los observadores está de acuerdo en la lógica básica en juego: los préstamos chinos presentan una nueva opción para los países que prefieren no acudir al FMI.
Entonces, ¿sustituir la financiación china en forma de préstamos o swaps de divisas a la asistencia del Fondo Monetario Internacional reduce la influencia de esa institución para los países en desarrollo? Y a pesar que la respuesta es negativa, los organismos internacionales están emprendiendo un ataque desmedido contra China, por las posibles consecuencias que esta idea podría germinar en diferentes países con necesidades financieras.
Para entender la disputa, sobre todo las necesidades de financiamiento, hay que entender la falta de competencia en el mercado de crédito. El FMI funciona como monopolio, si no hay acuerdo con él, se corta el financiamiento. Ahora habría una fuente alternativa de crédito. La competencia de posibles préstamos chinos dibuja un modelo sumamente parecido al Occidental entre tres actores: un prestatario, el FMI y China.
Los países que necesitan ayuda para la balanza de pagos, ya sea por déficit comercial, pago de intereses de deuda, remesas de utilidades, etc., deben adquirir divisas o permitir que el nivel de vida de sus ciudadanos disminuya a medida que los bienes importados se vuelven más caros para frenar dicho déficit. Por lo tanto, su motivación más apremiante es asegurar el acceso a moneda extranjera, generalmente dólares estadounidenses. Sin embargo, aunque las crisis tienen un efecto concentrador del ingreso, los tomadores de crédito, sobre todo cuando están atrapados en las crisis de la deuda, como Argentina, prefieren los préstamos del FMI porque los líderes desean cobertura política para promulgar reformas dolorosas. En otros países, el grupo de interés más poderoso puede querer evitar tales reformas y preferir las finanzas chinas.
James Sundquist, de la Universidad de Boston, analiza en su artículo “Rescate desde Beijín” las posibilidades de tomar créditos de China ante la necesidad de desequilibrios financieros del país o necesidades de recursos naturales por parte del gigante oriental. Aunque parezcan diferentes a las exigencias de quienes dominan el FMI, resultan parecidas en lo sustancial, pero las condiciones y condicionalidades del FMI son más severas.
Por ejemplo, un modelo en el que el deudor sólo puede realizar pagos futuros en dólares, como son los escenarios del FMI. Cuando esto sucede y no hay dólares, el caso de Honduras por ejemplo, puede reflejar otra situación. El país carece de posibilidades de pago en efectivo, recursos naturales significativos o formas alternativas de cubrir préstamos, lo que determinaría que, ante el tiempo de espera de pagos futuros, la alternativa pasa ser un beneficio geopolítico para China. Honduras estableció “relaciones oficiales” con China, lo que implica necesariamente romper toda relación con Taiwán. De los 14 países que lo reconocen ahora quedan solo 13.
Ahora imagine que el país que recibe el préstamo ofrece garantizar sus deudas con exportaciones de petróleo o recursos naturales. En este caso, incluso los países con una situación financiera inestable pueden atraer prestamistas. Por ejemplo, el gobierno de Angola se retiró de las conversaciones con el FMI en 2004 mientras aceptaba un préstamo de China respaldado por petróleo. Puede que esta garantía se encuentre en el caso chino amparada en el acuerdo por cláusulas de confidencialidad. En el caso de FMI, por ejemplo, no hay cláusula de confidencialidad al menos escritas, pero hay condicionalidades que las dejan al descubierto.
Dos altas funcionarias del gobierno norteamericano visitarán Argentina en los próximos días. Se trata de Wendy Sherman, la subsecretaria del Departamento de Estado, y número dos del secretario Antony Blinken; Laura Richardson, jefa del Comando Sur del Pentágono, y que fue quien habló del triángulo del litio (Bolivia, Chile, Argentina) como si fuera de propiedad americana y expuso el juego de ajedrez que China con sus inversiones juega en la región (véase nuestro artículo “Deuda garantizada con recursos naturales”).
Las visitas son el resultado inmediato de la reunión para pedir apoyo ante el FMI entre el presidente Fernández y Joe Biden. Las inspecciones ocurren exactamente de forma coordinada, mientras el ministro de economía argentino está viajando a Estados Unidos para participar de las reuniones anuales del Fondo Monetario y el Banco Mundial. La primera escala del ministro durante esta gira, antes de llegar a Washington, se dará en República Dominicana, donde se entrevistará con la subsecretaria Sherman. Queda claro que no se necesitan acuerdos de confidencialidad.
Como sugieren estos ejemplos, uno podría pensar que es posible que los países dotados de recursos minerales o energía tengan una posición negociadora superior cuando traten con el FMI, lo cual no es verdad, al menos en la actualidad. Sin embargo, la increíble expansión de los préstamos chinos al mundo en desarrollo, sus necesidades de recursos naturales, así como la influencia de los BRICS, indudablemente pueden ampliar la oferta de dinero de rescate a dichos gobiernos. Pero para esto se necesitan opciones de financiamiento como las descriptas y gobiernos menos aterrados que las acepten.
¿Qué pasa con los favores geopolíticos o pagar deuda con recursos? Es probable que estos favores se puedan negociar por asistencia financiera de la misma manera que el petróleo. Sin embargo, mientras que el petróleo es un bien fungible y bien medido, los favores geopolíticos tienden a ser sui generis y más difíciles de medir. Por el lado del pago con recursos naturales China lo está implementando. El FMI, en los papeles y en apariencia, no puede hacerlo, aunque como vimos en las condicionalidades con quienes tienen acuerdos con dicho organismo, los habilitaría de manera accesoria, ambos pueden, pero con sistemas diferentes.
Ahora, ¿el ascenso de China y sus préstamos en infraestructura son realmente el problema o la explosión de las dudas mundiales resultan ser, en realidad, la verdadera complicación? Este descontrol de deuda se puede complicar y las finanzas de los países en desarrollo pueden amenazar con sumarse a la tendencia más amplia de “desacoplamiento” que está deshaciendo los lazos comerciales y tecnológicos con Occidente.
Detalles de la deuda | Billones de U$S | % |
Gobiernos | 89 | 30 |
Hogares | 53 | 18 |
Corporaciones financieras | 73 | 24 |
Privados no financieros | 84 | 28 |
Total | 300 | 100 |
La deuda mundial alcanzó un nuevo récord de casi US$ 300 billones en el 2022, aunque la relación deuda/PIB disminuyó por primera vez desde el inicio de la pandemia, ya que la deuda, como porcentaje del PIB, cayó de la cifra récord de 362% hasta el actual 353%. Esto se traduce que la deuda tiene un apalancamiento del 353% por encima del PBI, es decir, que hay $37.500 de deuda promedio para cada persona en el mundo frente a un PIB per cápita medio de solo $12 000. El apalancamiento de deuda pública a PIB creció agresivamente en un 76%, a un total de 102% de 2007 a 2022.
El servicio de la deuda se ha vuelto más difícil. La FED, los fondos federales y las tasas del Banco Central Europeo aumentaron en promedio más de 3 puntos porcentuales hasta hoy. Suponiendo que el 35% de la deuda sea de tasa flotante, esto significa entre U$S 3 y 3.5 billones más en gastos por intereses, gastos más altos que ya están presionando a los gobiernos y empresas menos solventes y a los hogares de bajos ingresos.
A esto le agregamos que más de 260 millones de personas adicionales se agregaron a la pobreza extrema en 2022 como consecuencia de la COVID-19, el aumento de las desigualdades a nivel global y el incremento desorbitado de los precios de los alimentos, todo ello exacerbado por la guerra en Ucrania, según denuncia Oxfam. El informe Tras la crisis, la catástrofe, publicado con motivo de las reuniones de primavera del Banco Mundial y el FMI en Washington DC del año anterior, apuntaban a que, para finales de este año, un total de 860 millones de personas podrían vivir en situación de pobreza extrema (con menos de 1,9 dólares al día).
Pandemia, concentración del ingreso, inflación de alimentos, y aumento de deuda no parecen un buen combo. Los países financieramente más débiles, con calificaciones crediticias soberanas de grado «basura», se han vuelto un problema, y según Reuters, deben pagar o refinanciar bonos gubernamentales por valor de $ 30 mil millones el próximo año. “Ningún árbol, se dice, puede crecer hasta el cielo a menos que sus raíces alcancen el infierno”.
Evitar el infierno de una crisis de la deuda puede requerir garantizar que solo se despliegue nueva deuda productiva, amortizar la deuda improductiva, frenar el consumo excesivo y reestructurar las empresas que generan pérdidas. Hechos casi imposibles de pensar con la financiarización económica. La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, ha enfatizado que alrededor del 15% de los países de bajos ingresos ya están con problemas de deuda, es decir, 5 países, porque son 28 los países de bajos ingresos, el problema es que muchos de ellos están en peligro de caer en la misma situación.
Todas las formas de adulterar la información son bienvenidas en este debate, donde lo importante es culpar a China. Los países de bajos ingresos que están en problemas han aumentado su deuda desde el 2010 a 2022 en un 159%, y con el FMI un 209%, según los datos del Banco Mundial. El ascenso de Beijing como gestor de crisis internacional parece familiar: EE.UU. ha adoptado una estrategia similar durante casi un siglo, ofreciendo rescates para países muy endeudados, como los de América Latina, durante la crisis de la deuda de la década de 1980, según el informe de investigadores del Banco Mundial, elaborado por el laboratorio de investigación estadounidense AidData.
Entre 2008 y 2021, China gastó US$ 240.000 millones en rescatar a 22 países que son “casi exclusivamente” deudores del proyecto de infraestructura de la Ruta de la Seda. De los US$ 240.000 millones en préstamos de rescate total, US$ 170.000 millones provinieron de la red de líneas de intercambio del Banco Popular de China, es decir, acuerdos entre bancos centrales para intercambiar monedas. Los otros US$ 70.000 millones fueron prestados por bancos y empresas estatales chinas, incluidas compañías de petróleo y gas.
Hasta marzo de 2021, 139 países se habían adherido a la iniciativa la Ruta de la Seda (Belt and Road) lo que representa el 40% del PIB mundial. Para América Latina y el Caribe, el Banco de Desarrollo de China (CDB) y el Banco de Exportación e Importación de China (CHEXIM), las dos instituciones financieras de desarrollo (DFI) más activas del país oriental, han representado históricamente la mayor parte de los préstamos totales de China, tendrían que ser comparados con el Banco Mundial, porque en su mayoría son créditos para desarrollo de infraestructura dentro de la ruta de la seda.
Beijing no ha hecho aclaraciones sobre la idea de los organismos internacionales sobre la demanda de recortes de los prestamistas multilaterales, pero en comentarios publicados, el gobernador del Banco Popular de China reiteró la voluntad de China de implementar conversaciones sobre la deuda bajo el Marco Común, la plataforma presentada por las principales naciones del G20 en 2020 para simplificar las conversaciones con todos los acreedores. Se entiende, China quiere llevar al G7 y sus organismos de presión a que todos arreglen, lo cual no está en la idea de estas instituciones, al menos en lo que respecta a las deudas de Latinoamericana y países de ingresos medios.
El grave problema que tanto Occidente como Oriente tienen es que los aumentos de tasas y la caída de producto vuelven impagables cualquier deuda, y más esta que se halla fuera de control. Pero en medio estan las ganancias económicas, el reaseguro de los recursos naturales y los favores geopolíticos. Hasta donde aguantarán los países endeudados y el sistema mundial este juego es una buena pregunta.