Sur global, entre elecciones y no alineación activa
El Sur Global tendría que buscar colocarse entre Estados Unidos y China y extraer recursos de ambos lados. Tener a cualquiera de los dos como parte del liderazgo sería una contradicción, mientras que coquetear con los dos es uno de los mayores retos hasta que surja un liderazgo autóctono. Actualmente, el Sur Global exige un mayor papel en las instituciones internacionales existentes, especialmente el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Consejo de Seguridad de la ONU, así como una mayor igualdad en la división de los recursos internacionales, pero para esto necesita el apoyo de alguno de los dos extremos.
Si bien es cierto que existen obstáculos para que el Sur Global asuma un papel político internacional sustancialmente mayor, ya que los intereses de cada país son bastante heterogéneos y varían según la ubicación geográfica, el tamaño, la dotación de recursos naturales y el nivel de desarrollo. Cuando hablamos de Occidente, no nos referimos al punto cardinal por donde cae el sol o lo que convencionalmente se ubica a la izquierda de los mapas, sino a Estadio Unidos y las potencias europeas que lo acompañan y se someten a sus dictados, lo que facilita enormemente la toma de decisiones, a diferencia del sur más heterogéneo.
En un momento de la historia, la mayoría de los analistas occidentales concebían el planeta dividido en tres mundos, que incluían un “Primer Mundo” compuesto por Estados Unidos y sus aliados occidentales; un “Segundo Mundo” conformado por la Unión Soviética y sus satélites en el bloque del este, y un “Tercer Mundo”, constituido por naciones “en desarrollo”, y a menudo no alineadas, muchas de ellas recientemente emancipadas de sus amos coloniales.
El concepto de Sur Global, como sinónimo de Tercer Mundo, comenzó a ganar fuerza en la década de 1970, con el llamado a un Nuevo Orden Económico Internacional. Pero realmente alcanzó prominencia con el informe Brandt de 1980, elaborado por una comisión internacional encabezada por el ex-canciller de Alemania Occidental, Willy Brandt, un documento histórico que distinguía entre aquellos países con un PIB per cápita comparativamente más alto (que estaban abrumadoramente concentrados en el hemisferio norte) y los más pobres, del cual exponemos el mapa que los describe a la perfección.
Tras el fin de la Guerra Fría, el término “Tercer Mundo” fue perdiendo popularidad gradualmente, tanto porque el Segundo Mundo había dejado de existir, como porque parecía peyorativo y connotaba un grupo de naciones atrasadas e inestables sumidas en la pobreza. En comparación, el “Sur Global” ofrecía una etiqueta más neutral y atractiva.
Cada vez más, el Sur Global se convirtió en sinónimo del Grupo de los 77, un conjunto de países poscoloniales y en desarrollo que se unieron en 1964 para defender conjuntamente sus intereses económicos colectivos y mejorar su capacidad de negociación en la ONU. Hoy en día, los miembros del G77, que ahora suman 134 naciones, se refieren, por lo general, a sí mismos como el Sur Global, y la ONU ha lanzado múltiples organismos e iniciativas para responder a sus necesidades y aspiraciones, incluida una Oficina de la ONU para la Cooperación Sur-Sur que nadie conoce.
Estos países se han vuelto más poderosos debido a su crecimiento económico. Con respecto al PIB, en términos ajustados por paridad de poder adquisitivo, la India pasó a ser la tercera economía más grande a nivel mundial, Indonesia es la séptima y Brasil es la octava. Mientras tanto, la participación del G7 en el PIB mundial ha caído del 65% al 44% en los últimos 50 años debido en parte por el ascenso de China pero también al ascenso del Sur Global. Este está utilizando su poder al tratar de ejercer su neutralidad en los asuntos económicos y políticos internacionales. Una manifestación es el llamado a una “no alineación activa” entre Estados Unidos y China.
La No Alineación Activa (ANA) llama a los gobiernos latinoamericanos a no aceptar a priori las posiciones de ninguna de las grandes potencias en conflicto. En cambio, deben actuar en defensa de sus propios intereses nacionales, sin ceder a las presiones de las potencias hegemónicas; Argentina está fuera de esta definición. El término “activa” se refiere a una política exterior en constante búsqueda de oportunidades en un mundo cambiante, evaluando cada una de ellas por sus méritos. Reconoce las raíces históricas de la política de No Alineación, pero la adapta al siglo XXI. Requiere una política exterior especialmente ágil, que esté en sintonía con los numerosos riesgos del actual entorno internacional.
Las reacciones en todo el Sur Global a la guerra en Ucrania y a las sanciones occidentales contra Rusia muestran que ANA no se limita a América Latina. Algunas de las democracias más grandes del mundo, como India, Sudáfrica, Indonesia y Pakistán, se han mantenido cuidadosamente neutrales, lo que ha llevado a la conclusión de que la verdadera división en el sistema internacional expuesta por la guerra no es la que existe entre democracias y autocracias, sino más bien una entre el Norte Global y el Sur Global.
También hay un intento de capitanear el bloque dentro del Sur Global. Si bien podríamos suponer que los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y otros seis miembros recientemente agregados), y ni hablar de los BRICS+, el núcleo del liderazgo se encuentra centrado en la presencia de China que, para muchos, podría complicar el desarrollo de los restantes países dada su disputa con Estados Unidos. Es probable que un mayor papel del Sur Global signifique un rol más importante para China, dado su exitoso cortejo de parte de muchos países del Sur Global.
Desde el punto de vista de la estabilidad a largo plazo, Occidente debería apoyar las demandas actuales de darle al Sur Global una participación en el actual sistema mundial. Occidente debería apoyar un mayor papel del Sur Global en las instituciones financieras internacionales y la ONU. Un paso en esa dirección fue la creación del G20, pero se requiere una participación más permanente. El quid pro quo de una mayor relevancia podría ser un acuerdo en torno a una agenda para la próxima década y reglas de funcionamiento para las organizaciones internacionales.
Si bien estas medidas serían útiles en términos de estabilidad global, Occidente está plagado de buenas intenciones, pero los intereses privados y el afán de lucro superan en destrucción a la ambición de cooperación, contradiciendo hasta el supuesto interés en respaldar al Sur Global para impulsar el apoyo a la democracia. China ha aprovechado su creciente papel como principal socio comercial y fuente importante de financiación para muchos países en desarrollo para promover su sistema político autoritario, según Occidente, que solo ha dado muestra de aumentar la pobreza, la explotación y el extraccionismo.
Pero esta idea de una extraña democracia se espera que sea sometida en 2024 a la prueba más radical hasta el momento, considerando que será el año electoral más grande de la historia, 67 países, que representan la mitad de la población mundial, unos 4.2 mil millones de personas, celebrarán elecciones municipales, legislativas y presidenciales que podrían sacudir las instituciones políticas y aumentar las tensiones geopolíticas. Esas elecciones abarcarán desde las masivas en la India (las más grandes del mundo) hasta las minúsculas elecciones presidenciales de Macedonia del Norte.
Las dos primeras elecciones ya tienen dueño, Bangladesh y Taiwán. La actual Primera Ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, alcanzó su quinto mandato con las elecciones del 7 de Enero, ya que está en el poder desde 2009. Las elecciones de enero de 2024 en Bangladesh pudieron convertirse en las de mayor trascendencia en la historia del país, según el presidente del Departamento de Política y Gobierno de la Universidad Estatal de Illinois: “El país se encuentra en la encrucijada de convertirse en un Estado unipartidista”. Y así fue. En Taiwán, por su parte, el Partido Progresista Democrático (PPD), de tendencia independentista, que fuera elegido en 2016, repitió su triunfo. Lo que hará que China intensifique su presión.
Está previsto que se celebren elecciones en más de una docena de países de África, incluidos miembros destacados de organizaciones económicas y de mantenimiento de la paz continentales, así como en países donde los militares derrocaron a gobiernos democráticamente elegidos mediante golpes de estado en los últimos años. Los resultados de estas elecciones afectarán la batalla que se está gestando entre naciones extranjeras por la influencia en el continente, con Estados Unidos y sus aliados occidentales compitiendo para actuar como contrapeso a las inversiones y las asociaciones de seguridad de Rusia y China, las más importantes, Sudáfrica y Senegal.
Las que se realicen en la India serán las elecciones masivas, seguidas del parlamento de la Unión Europea, los Estados Unidos y las municipales de Brasil y, seguramente en importancia, Rusia, Irán, y en caso de realizarse, las de Ucrania. Las preguntas en general serían: ¿seguirá viendo el Parlamento Europeo un aumento de partidos de extrema derecha? ¿Se enfrentarán nuevamente Donald Trump y Joe Biden en Estados Unidos?
Las elecciones al Parlamento Europeo serán las segundas más votadas por población en 2024, detrás de las de la India. Los partidos tradicionales están nerviosos de que un posible ascenso de la extrema derecha europea pueda coincidir con el regreso de Trump y, al parecer, en ambos casos la respuesta es afirmativa. Según el equipo de Future Perfect, que realiza predicciones bastante acertadas todos los años, vaticina que: Donald Trump regresará a la Casa Blanca (en un 55%); los republicanos recuperarán el Senado (85%); Netanyahu será derrocado como primer ministro israelí (75%); Narendra Modi seguirá siendo primer ministro de la India después de las elecciones de 2024 (85%); Claudia Sheinbaum se convertirá en la primera mujer presidenta de México (90%) y, por cierto, Oppenheimer ganará la Mejor Película en los Premios de la Academia 2024 (70%).
La democracia saldrá fortalecida y degradada. Eso dígalo usted.