Vacunas, bien público
Sin duda, el 27 de diciembre de 2020 pasará a la historia por ser el primer día del resto de nuestras vidas: empezaba en España la campaña de vacunación contra la COVID-19. A día de hoy hay 14.911.306 personas con al menos una dosis, y 6.976.683 con pauta completa.
El 6 de abril de 2021, meses después de inyectar esa primera dosis de Pfizer a la ya conocida Araceli Hidalgo, el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmaba que el 70% de la población estaría inmunizada en nuestro país a finales del mes de agosto. Ayer mismo batimos un nuevo récord de vacunación con 611.767 dosis administradas en un día: lo vamos a conseguir.
Después de más de un año en esta agotadora situación, la fatiga pandémica ha aumentado más que nunca. Según el estudio publicado el pasado febrero de COSMO-Spain realizado por el Instituto de Salud Carlos III, un 50% de las personas afirman que la COVID-19 les hace sentirse deprimidas, y un 47% que les produce miedo. Los y las profesionales de la psicología han aumentado exponencialmente su lista de pacientes, y esta situación no va a mejor.
Es por ello que debemos dejar de lado los datos pesimistas, los datos que nos entristecen o nos preocupan, y centrarnos en lo que ahora mismo es lo importante: es más que probable que a la vuelta del verano la mayor parte de la ciudadanía española esté inmunizada y, por lo tanto, podamos “volver a vivir”.
Pero no debemos olvidarnos de los países con menos recursos, aquellos que ahora mismo no tienen acceso a esta “llave” hacia la ansiada normalidad. Ha sido Joe Biden quien ha puesto en el punto de mira el asunto y propone suspender la propiedad intelectual de las vacunas, otros países como Rusia, la India, o incluso España secundan esta medida.
Se calcula que, si se llevara esto a cabo, en 8 meses estaría la mayoría de la población del mundo inmunizada, en cambio, de no ser así, no habría suficientes vacunas para todos/as hasta 2023 o 2024, lo que es un plazo inaceptable teniendo en cuenta la gravedad de la situación y que, todavía, siguen muriendo cada día millones de personas en el mundo.
¿Tenemos nosotros/as más derecho a no enfermar que una persona de fuera de la Unión Europea? ¿Nuestros/as fallecidos valen más?
Debemos tener una visión global, olvidarnos de nacionalidades y ponernos manos a la obra. Es el momento.