"Te voy a dar donde más te duele"
La utilización de los hijos y de las hijas para continuar y maximizar la violencia ejercida hacia la mujer es de las formas más extremas de violencia machista. Desde 2013 ya son, al menos, 39 víctimas.
En los últimos meses hemos sido testigos de uno de los crímenes machistas más sonados en estos años: el asesinato de las pequeñas Anna y Olivia por parte de su padre, Tomás Gimeno. Este es otro de los muchos casos que han tenido lugar, no olvidemos, por ejemplo, a Ruth y José Bretón, que fueron quemados también por su padre.
Todavía hay quien considera que esta persona tenía algún tipo de trastorno mental o patología previa, porque siempre resulta mucho más fácil que asumir que hay un problema estructural en la sociedad y que perdura en el tiempo: el machismo. Diversos expertos en salud mental ya han apuntado que Tomás Gimeno no tenía ningún problema de este tipo y que no era ningún psicópata. Lo que es más, la jueza del caso afirma que el propósito de este crimen no era matar a sus hijas en sí, sino infligir a la madre un daño para toda la vida y hacerla sufrir dejándola con una insoportable incertidumbre, sabiendo que lo más le dolían eran Anna y Olivia.
Es decir, en estos casos, la muerte de los y las menores es utilizada única y exclusivamente como un instrumento de venganza y tortura que nada tiene que ver con esos niños/as. Aquí ya entra en juego ese sentimiento de posesión y de control que caracteriza al machismo y a la violencia de género. Nada tiene que ver más allá de la educación, esa forma tan clara y tan maravillosa que tenemos para cambiar el mundo pero que, a día de hoy, no sabemos (o no queremos) enfocar.
Mientras haya un sistema que soporte este tipo de comportamientos (bien sea en lo institucional, en lo educativo, o en lo personal) va a ser muy complicado ese cambio necesario en la sociedad. Ya no solo en el ámbito de la violencia machista, recordemos que en abril de este año, el Congreso aprobó una ley pionera que protege a la infancia frente a la violencia, un tema en el que todos los partidos, sean del color que sean, deberían estar de acuerdo, pero que no ha sido así.
Todavía queda mucho camino por recorrer, mucha autocrítica que hacer y mucho que aprender, porque, al final, la revolución será feminista o no será.