Modelo finlandés, modelo bielorruso

Me preguntan por la oferta que, según una versión de los hechos, Rusia habría planteado para el futuro de Ucrania en las negociaciones que se siguen estos días.

DESorden | 09/03/2022 | Carlos Taibo

Si me dejo guiar por lo que afirman unas y otras fuentes, la configurarían en sustancia dos demandas: mientras la primera reclamaría un reconocimiento ucraniano de la independencia de Crimea y de determinadas áreas de la Ucrania oriental –el Donbás, para entendernos-, la segunda exigiría que Ucrania quedase configurada como un Estado neutral, de tal suerte que, en particular, renunciase a toda pretensión de incorporarse a la OTAN.

Me limitaré aquí a señalar lo que pienso del contenido de esa propuesta, y no a evaluar cuáles son las posibilidades de que, en un escenario bélico como el presente, sea aceptada o rechazada. Empezaré por señalar, en relación con la primera cuestión, la de las independencias, que quien esto escribe cree en el derecho de autodeterminación y procura alejarse de los fundamentalismos estatolátricos. Aunque es sabido que tanto en Crimea como en el Donbás se han organizado referendos en ese sentido, las condiciones en las que se han hecho valer esas consultas no han sido precisamente limpias. Así las cosas, y para que el derecho invocado refulja, lo suyo sería que -hágase sonar música celestial- esos referendos se repitiesen, en el buen entendido de que sus previsibles resultados no serían los mismos en una y otra área geográfica. Mientras lo más lógico es que la independencia con respecto a Ucrania ganase con claridad en Crimea, el panorama en la Ucrania oriental se antoja más confuso. Con respecto a esta última habría que determinar cuál sería el área geográfica afectada por el imaginable referendo y habría que hacer otro tanto con la población con derecho a voto. Si nos guiamos por la información censal anterior a 2014, en cualquier caso, los rusos no eran mayoría de la población en los distritos de Donetsk y Lugansk, aunque, claro, cabe preguntar si las adhesiones no han cambiado sensiblemente en los últimos ocho años, y cabe reconocer, en paralelo, que no es sencillo establecer qué votarían las personas más allá de esas adhesiones.

Creo que tiene mayor interés, sin embargo, la segunda cuestión, esto es, la relativa al previsible significado que hay que atribuir a la idea de una Ucrania convertida en Estado neutral. Al respecto bien pueden hacerse valer dos modelos de perfil muy diferente: el finlandés y el bielorruso. Conforme al primero, Ucrania disfrutaría de un amplio margen de maniobra –todo lo que puede imaginarse, claro, en un escenario tan convulso como es el del planeta contemporáneo-, de tal suerte que sus movimientos no serían dictados ni fiscalizados desde Moscú. Si en la propuesta rusa de estas horas parece evidente que Ucrania no podría sumarse a la OTAN –esto, hasta donde creo entender, ya ha sido aceptado por los dirigentes ucranianos-, no está claro, sin embargo, si se haría valer una prohibición del mismo cariz en relación con una eventual incorporación a la Unión Europea. Con arreglo al segundo modelo, el bielorruso, Ucrania quedaría configurada como una instancia tutelada desde Moscú, de tal manera que, hablando en propiedad, a duras penas podría ser calificada como un Estado neutral. Basta con echar una ojeada a las posiciones defendidas en las últimas semanas por el presidente bielorruso Lukashenko.

Me atrevo a adelantar una conclusión: si la oferta de Moscú es la primera, esto es, si se aproxima al modelo finlandés, Rusia estaría bajando el tono de su apuesta guerrera y estaría buscando un acomodo en Ucrania, tanto más si esa oferta no descartase una posible incorporación de Kíev a la Unión Europea. Qué bueno sería, por lo demás, que una Ucrania neutral abriese el camino a un doble proceso de desmilitarización y distensión protagonizado por todos los agentes que operan sobre el terreno, y entre ellos, claro, Rusia y las potencias occidentales.