Las emociones en el proceso de aprendizaje
Hace años, nada más verles por la puerta les hacía sentarse y empezaba a darles información, les pedía que anotaran cosas, que se pusieran a hacer los ejercicios. Pero en algún punto me di cuenta de que no tenía sentido pretender que prestaran la misma atención y retuviesen la misma información un viernes en el que estaban ilusionados por el fin de semana que un miércoles a mitad de curso cuando algunos estaban ansiosos o tristes por la rutina.
Entonces entendí que nuestro estado emocional influye enormemente en el proceso de aprendizaje y que por eso era necesario hablar de ello en el aula. No dando una charla en el día de la salud mental y olvidándolo el resto del curso, sino haciendo de la gestión emocional una práctica y ejercicio constante. Algo tan simple como preguntar “¿qué tal estás hoy?” “¿Ha ocurrido algo estos días de lo que quieras hablar?” “¿Cómo te has sentido durante el fin de semana?” marca una diferencia.
Trabajando la gestión emocional también es importante no asumir lo que creemos que le pasa al alumnado. Cambiar el “¿por qué estás triste? por el “creo que estás triste, ¿tú lo sientes así? ¿Por qué crees que es? Por otra parte, es necesario mantener una escucha activa sin interrupciones y no menospreciar sus emociones. No decir cosas como “no es para tanto”, “hay cosas peores”, “ya verás como se pasa pronto”.
Por último, algo muy beneficioso para nuestro alumnado será también ofrecer herramientas para que puedan gestionar esas emociones una vez que las hayamos identificado, sobre todo aquellas que suelen ser desagradables: tristeza, rabia, miedo, etc. Escribir o hablar sobre el tema, repetir mantras que nos calmen, ser conscientes de nuestros detonadores o los ejercicios de respiración pueden ser muy útiles.
Las emociones son parte del proceso de aprendizaje. No solo pueden dificultar nuestra adquisición de conocimientos sino que pueden condicionarnos a no querer saber nada de una asignatura, idioma o área del conocimiento. Mientras que hacer del aula un espacio seguro donde las emociones son respetadas y escuchadas para marcar el ritmo de aprendizaje puede hacer justo lo contrario.