Paz y Noviolencia
A Coruña iluminó la noche con velas por la paz
La asociación Mundo Sen Guerras e Sen Violencia organizó el pasado 2 de diciembre una vigilia por la paz a la que asistieron decenas de personas con una vela y un mensaje de encuentro.
El evento, que se realizó en la plaza de Pontevedra, dio comienzo con un cuento acerca de las consecuencias que las guerras tienen sobre la vida humana de los más inocentes. Los asistentes escucharon a las dos activistas, permaneciendo alrededor de un símbolo de la paz hecho con velas.
El artista Marmo Trazos cogió el relevo para cantar dos de sus temas. El primero con un mensaje claro al respecto de construir entre todos y todas una vida sin violencia, más humana y más feliz. La segunda canción trató sobre las duras experiencias que viven las personas refugiadas y el papel de los ciudadanos y ciudadanas de los países que las reciben.
Entonces llegó el turno de los representantes de distintas religiones que se unieron para recordar que en todos los credos La Paz es protagonista del camino para el ser humano. Mario, de Vangarda Obreira (comunidad cristiana de base), el teólogo Victorino Pérez y Christina, de la comunidad Home Novo y Eva, mujer musulmana, invocaron la paz desde sus credos.
Finalmente, el evento concluyó con un símbolo humano de La Paz. Mientras los asistentes lo formaban, Marisa Fernández, presidenta de Mundo Sen Guerras e Sen Violencia, animó a explorar el camino del entendimiento y a participar en la 3ª Marcha Mundial por la Paz y la Noviolencia que comenzará el 2 de Octubre de 2024.
Samir y las damascenas
La casa de los tíos de Samir saltó por los aires a principios del mes pasado. Concretamente el 13 de octubre de 2023. Samir tiene 8 años y hace tiempo que se cansó de hacer preguntas. Le gustan las flores, sobre todo las damascenas, que son un tipo de rosa que se cultiva en grandes campos en su pueblo. También le gustan las rosas crissot, pero siempre ha preferido las damascenas. Por su color, por su forma y porque le recuerdan a una tarta.
Samir quería ser profesora. Se lo había dicho 1000 veces a sus padres al volver del colegio. Las profesoras eran personas especiales, capaces de explicar cosas inexplicables, dudas que no sabía ni siquiera que tenía. Respondían a todo o… bueno a casi todo. Samir se cansó de hacer preguntas porque nunca nadie sabía responderlas bien. Antes apuntaba, como podía, las preguntas que la asaltaban en un papel. Lo hacia por la noche, cuando no podía dormir por el miedo. Al día siguiente se las enseñaba a todo aquel con quien hablaba, pero se cansó porque nunca encontraba una verdadera respuesta.
Tiene miedo por la noche, sí. Le pasa a muchos niños y niñas que conoce. Sobre todo a los que alguna vez el trueno gigante les despertó con todo el ruido, las paredes temblando y aquel olor a fuego sucio. Samir sabe que no todos los fuegos huelen igual. Sabe también que aquella mañana alguien gritaba su nombre. Era su vecino, el papá de una de sus amigas. Él fue quien la encontró y le sacó de encima los restos de la habitación de sus padres que amenazaban con asfixiarla. El hombre y su familia acompañaron a Samir en el hospital, hasta que sus tíos llegaron. Quienes no aparecieron fueron sus padres. Otra pregunta que nadie le supo responder a Samir.
Hace unas semanas que Samir ya no quiere ser profesora. Sucedió estando en el colegio. Los truenos empezaron a sonar muy cerca. La sala donde estaban Samir y sus compañeras se llenó de niñas de otros cursos. Una de ellas, 3 o 4 años mayor se metió debajo de su pupitre. Ambas estaban muy cerca, pegadas en aquel diminuto espacio. Samir y la niña lloraban y no podían evitar el constante temblor que les recorría el cuerpo. Entonces la joven se acercó al oído de Samir y dijo: “Que no te engañen, no se puede tener sueños. Ya no hay tiempo para los sueños. Es peor si confías en ellos, es peor…”
Samir ya no hace preguntas, ya no quiere ser profesora y tiene miedo por las noches, pero le gustan las damascenas por su color y porque parecen una tarta. Las vio antes de volver a casa el 13 de octubre. Había un jardín vecino que tenía algunas y se paró a mirarlas. Aquella noche Samir tenía miedo, más del de costumbre. Los truenos sonaban muy cerca, igual que la noche en la que todo olía fuego sucio. Antes de acostarse volvió a hacerlo, quería intentarlo una vez más. Cogió un papel y escribió la pregunta que nunca la abandonaba ¿por qué?
Aziza se enteró de la noticia a la mañana siguiente. Esas cosas corren como la pólvora en los pueblos pequeños. Su padre suspiró mientras la madre lo contaba. Ella conocía a la niña. Samir iba a su colegio, era aquella niña de ojos grandes que adoraba las damascenas y que siempre se quedaba mirándolas con una sonrisa enorme. Aziza se echó a llorar. La había avisado, le había dicho que no se podía soñar. Ahora Samir y su familia estaban muertos, bajo los escombros y eran tantos… tantos los qe estaban igual que ya nadie podía ocuparse de ellos.
Aquella tarde llovió un poco y el polvo se pegó a todo lo que se encontró a su paso. Al menos los truenos habían parado. La recogió en un jardín, eligió la más grande y una de las pocas que no estaba aplastada ni llena de barro. La dejó allí, donde estaban los restos de la casa de la niña de los ojos grandes que adoraba las damascenas. Había hombres gritando, estaban mojados. Arrastraban cascotes por aquí y por allá. Todo estaba sucio, empapado y mustio. Todo menos aquella damascena rosa que Aziza dejó para Samir, por si allá donde iba todavía estaba permitido soñar.