Editorial: Racismo institucional 

El asesinato de George Floyd el pasado 25 de mayo a manos de la policía ha provocado un estallido de protestas en contra del racismo en EEUU y que en unos pocos días se han acabado extendiendo a otros países europeos, incluido España.

Dieciseis días después, las manifestaciones continúan en Estados Unidos. Pero también ha habido manifestaciones en Europa y Asia, muchas en España. En Coruña, cerca de 500 personas se congregaron en la Plaza de Las Conchiñas. Y dijeron: “No hace falta mirar a los Estados Unidos. En España, en Galicia, cada día cientos de vecinos y vecinas sufren las consecuencias del racismo estructural y la brutalidad policial.”

En este programa tuvimos a Peter Onaghise, vecino de origen nigeriano y raza negra, que fue golpeado durante cinco horas por la policía nacional, simplemente porque vendía klinex en una rotonda. También asistimos al juicio de Samba que denunció a un policía de paisano que, tras tratar de quitarle una bolsa con sus pertenencias sin haberse indentificado, le puso una pistola en la cara.

Pero la brutalidad policial es sólo una parte del racismo institucional. El racismo institucional es el conjunto de políticas, prácticas y procedimientos que perjudican a algún grupo étnico (o racial) impidiendo que pueda alcanzar una posición de igualdad.

Empezando por las redadas racistas, continuando por las detenciones, los centros de internamiento de extranjeros, las deportaciones, la política migratoria opuesta a los derechos humanos, la ilegalización de personas inmigrantes, la construcción y mantenimiento de vallas fronterizas ¡además con concertinas!, la explotación en condiciones de esclavitud en la agricultura, en el servicio doméstico, el discurso de odio racista de la extrema derecha...  Todos estos procedimientos son racismo institucional. Un racismo que no existe aislado, sino que convive con el racismo social.

Cada tanto surge un episodio que destaca por su brutalidad y eso permite pararse a reflexionar y tomar conciencia de lo que hace nuestra sociedad. Va surgiendo una conciencia intolerante a la violencia y la discriminación. Una conciencia necesaria para salir de la prehistoria de prejuicios e ignorancia, de supremacismos narcisistas y superioridades imaginarias que no sirven más que para enrarecer la convivencia y crear sufrimiento. Una conciencia que lentamente se va traduciendo en medidas, en políticas, en decisiones sociales.

 Ya estamos ante una civilización planetaria, atacada en su conjunto por el mismo virus, y que siente repugnancia por este y por tantos asesinatos miserables y cobardes. Ya estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo ser humano que dejará atrás este período vergonzoso de la Historia. Y desde este programa, seguiremos contribuyendo a hacerlo.