Alcoholismo

El ama de casa alcohólica

Mi nombre es Carmen, tengo 54 años y soy enferma alcohólica.

Soy la tercera de cuatro hermanos, de una familia trabajadora. Tuve una infancia normal...

El ama de casa alcohólica
Carmen
Carmen

En casa no había grandes lujos pero nunca faltaba nada. Me crié en una época donde el alcohol era algo cotidiano. No comías marisco con agua, un vasito de ginebra para los dolores de la menstruación, ponches para el catarro, etc. Casi no había teléfonos y la gente se reunía en los bares del barrio.

Yo crecía escuchando que lo peor del mundo era una mujer borracha. Empecé a beber con 16 años. En las tardes del fin de semana hacíamos el recorrido por la calle de los vinos hasta la ciudad vieja, después a la discoteca de tardes, a las chicas nos daban copas gratis. Era lo "normal", lo hacía todo el mundo. Cuando vomitas y te levantas con resaca, le echas la culpa a mezclar bebidas o que comiste poco. Acabé encontrando mi bebida, la cerveza. Las primeras no me gustaban pero te acostumbras. Me relajaban, me ayudaban a ser más simpática y a no dejar salir mi mal genio. Probé otras sustancias, pero no me gustó el efecto. Fue muy sencillo decir no.

Fui madre joven y soltera, por supuesto dejé de beber. Tenía que ser responsable, ya no podía hacer lo mismo que mis amigos. Pero si me daba un homenaje de vez en cuando. ¡Aún estaba viva! Tenía grandes sueños y pensaba que podía con todo, por y para mi hijo. Pero un día mis sueños se rompieron, mi hijo se murió en un accidente de coche. Me resentí con Dios y con el mundo entero y empecé a salir todas las noches y beber mucho, pero eres joven y el cuerpo aguanta.

Años después rehice mi vida, mi pareja bebía como yo, y lo hacíamos juntos, sin preocupaciones. Cuando nacieron mis hijos, controlaba mi forma de beber. Pero cuando llegaba del trabajo y todas mis obligaciones como madre, esposa y ama de casa estaban hechas, me tomaba mis cervezas, me las merecía. Te sientes frustrada y sientes que nadie te valora. Así 22 años. Un día, mis padres enfermaron y sabes que tienes la obligación de cuidarlos. Murieron con unos meses de diferencia, y mi pareja me abandonó.

Llevas años bebiendo sin pensar que tienes un problema y de repente necesitas una botella para pillar fuerzas y empezar el día. Y una mañana lo único que existe es el alcohol. Necesitaba beber para poder levantarme por las mañanas, para dormir, para todo, pero sobre todo para no pensar. No sé bien en que momento crucé la línea, empecé a beber vino de cartón, esconderlo por casa. Los últimos seis meses antes de llegar a AA me los pasé borracha, las discusiones con mis hijos eran continuas, sus miradas de reproche... Me sentía sola, cansada de vivir. Todos los días decía: "solo uno y nunca más"; pero después del primero ya no podía parar.

Un día llegué con AA porque yo sola no podía. Aquí me dijeron que era una enfermedad y no un vicio, y que me podían ayudar, que ya no estaba sola, que sabían por lo que estaba yo pasando. Poco más de un año después, acabo de cumplir mi primer aniversario sin beber, AA está cumpliendo con su promesa. La relación con mis hijos ha mejorado mucho y no me siento sola, hasta he vuelto a sonreír. Sobre todo me siento acompañada y que nadie me juzga.

El alcoholismo es un problema de salud, no de vergüenza. Puede tocar a cualquiera: joven, mayor, mujer, hombre, pobre, rico... 

Si crees que tienes problemas con la bebida o conoces a alguien que crees que puede tenerlos, llámanos al 981 13 47 91, o ven a informarte sin obligación alguna a:

Calle Ramón Menéndez Pidal 3 bajo, 15007 - A Coruña.

El ama de casa alcohólica