Entrevista a Jineth Bedoya: Gran Premio Libertad de Prensa 2019
Jineth Bedoya gana la guerra contra la impunidad de la violencia sexual en Colombia
Su gesto, ahora, es el de una mujer sabia y empoderada. Su valentía y coraje ejemplar, la han convertido en símbolo mundial de resistencia cívica, frente a la injusticia y la violencia sexual, así es Jineth Bedoya. Periodista y actual subdirectora del diario colombiano “Tiempo”.
En el año 2000, Jineth fue secuestrada, torturada y violada, mientras investigaba un caso de tráfico de armas para el diario El Espectador, en la cárcel Modelo de Colombia, durante la guerra civil.
Tras 19 años de lucha, y la creación del movimiento “No es hora de callar”, anterior al Me too, su batalla ha conseguido, también, entrar en “El libro de las mujeres valientes: historias favoritas de coraje y resistencia”, ('The book of gusty women: favorite stories of courage and resilience'), que Hillary y Chelsea Clinton acaban de publicar en octubre. Cuentan su historia, junto a la de otras mujeres que también han cambiado el mundo. “Ser incluida es un verdadero honor, pero, además, es el mejor premio al trabajo dedicado de todos estos años. Estar al lado de las mujeres que aparecen en los textos es como un sueño, porque cada una de ellas es un referente y una fuente de inspiración para mí”, asegura.
Acaba de recibir el Gran Premio Libertad de Prensa 2019, que concede la Sociedad Interamericana de Prensa. “Sé que no estoy sola. Mis colegas siempre me han acompañado”, afirma. Por eso, para ella, el premio significa también una reivindicación del oficio y de las mujeres que, pese al miedo, las amenazas y los ataques, persisten, para que la verdad salga a la luz. “Con humildad, siento que me han concedido el Óscar del periodismo. Se trata de una altísima distinción, dada por los mismos compañeros”.
En su último tweet, recuerda que la lucha continúa y desvela su participación activa y compromiso constante, esta vez, en las jornadas contra la trata de personas y la explotación sexual de niños, niñas y mujeres, en la Universidad de Tolima. “Autoridades, administradores de justicia y gobernantes, no pueden seguir miopes ante la grave situación de explotación sexual de niñas, que hay en la autopista Bogotá-Medellín. Algunos conductores de tracto-mulas pagan 5 mil pesos por sexo oral a niñas de 12 años”, denuncia.
Colombia sigue siendo el país de América Latina con más feminicidios y con una impunidad del 98%. Jineth Bedoya es la primera víctima que llevó la violencia sexual, en este país, a un Tribunal internacional. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos llevará a juicio al Estado colombiano para que juzguen su caso. “Se abre un camino de esperanza y justicia para mí y para miles de niñas y mujeres víctimas de violencia sexual”. Se trata del primer paso contra la total impunidad del cerebro intelectual del delito, que cometieron contra ella, y de los 27 implicados en los hechos, por los que solo hay dos condenados.
La fecha en la que fue secuestrada, el 25 de mayo, fue declarada, en agosto de 2014, Día Nacional por la Dignidad de las Mujeres Víctimas de Violencia sexual en el Contexto del Conflicto Armado Interno de Colombia.
- ¿Cuál es la situación de las mujeres en Colombia, con ese 98% de impunidad ante la violencia de género?
- Nuestra situación es muy triste. Es cierto que ha cambiado algo y es que, al menos, hoy hablan. Seguimos siendo uno de los países de América Latina con más feminicidios, donde más se violenta a las mujeres en el interior de sus hogares, más se comete violencia sexual, y no sólo en el marco del conflicto armado. Hay violencia sexual en la calle, la oficina, la casa… y es donde tenemos la mayor impunidad en medio de un conflicto.
Diría que nos podíamos comparar con lo que ha ocurrido en el Congo, o en Bosnia. Su revisión nos indica que son cerca de dos millones de mujeres violentadas sexualmente en medio de la guerra. Y la impunidad llega al 98%.
Hay una brecha enorme entre denunciar y encontrar justicia. La violencia sigue usándose como arma de guerra en Colombia. Tenemos unas bandas criminales, que hoy se llaman así, pero son los mismos paramilitares de hace 15 años, que siguen usando la violencia sexual. Y tenemos a Fuerzas del Estado, estoy hablando de policías, de militares, que siguen cometiendo violencia sexual.
Obviamente, yo respaldé el proceso de paz, fui una de las víctimas que estuvo en la negociación, pero siento que no ha cambiado nada. Lo único es que hoy las mujeres se arriesgan más a hablar.
- ¿Y no hay instrumentos legales para que esos casos lleguen a las instancias judiciales?
- Tenemos un marco normativo muy bueno. Porque tenemos una ley contra los feminicidios, una de violencia sexual en el marco del conflicto armado, un día nacional para reconocer a las víctimas de violencia sexual y una ley que ampara los derechos de las mujeres. Pero la impunidad es impresionante.
- ¿En 18 años sólo han juzgado a 2 personas de las que la agredieron, aún siendo un personaje público?
- Sí, imagínate. Hay 27 mencionados, implicados, y solo hay dos condenas. Ese es el nivel de impunidad. Y, en mi caso, soy una privilegiada, porque soy una mujer conocida, he movido el caso, lo he llevado a instancias internacionales y he podido tener el apoyo y los recursos para hacerlo, porque es muy difícil. Yo soy una persona que puede acceder directamente al Fiscal General o contactar con el Gobierno. Figúrate qué pasa con el resto de mujeres. No pasa nada. Sus casos están en el olvido, no han sido procesados.
La tensión sicosocial es muy importante. En Colombia tenemos infinidad de mujeres que han sido violentadas sexualmente y que nunca han tenido contacto con una sicóloga. Jamás han sido escuchadas y no han podido encontrar un camino para reparar su vida sicológicamente. Ni siquiera eso tienen. Entonces, la situación sí es crítica.
“NO ES HORA DE CALLAR”
- ¿Por qué tomaste la iniciativa de crear la campaña “No es hora de callar”?
- Realmente, nunca pensé en crear la campaña, sino que la campaña nace en el momento de hablar, cuando decido contar públicamente lo que ocurrió. En ese momento, El País me hace una entrevista y destaca en un resaltado: ella entendió que no era tiempo de seguir callada. Cuando regresé a Colombia y vi eso, pensé que hablar tenía que servir para algo y esa frase me inspiró. De ahí nace “No es hora de callar”.
Mandé hacer mil pulseras, se las regalé a las periodistas de la redacción, en el Tiempo. Al ver que ellas sintieron que en algún momento de su vida también habían sido vulneradas, o se habían sentido acosadas, incluso, algunas, habían sido abusadas, empezaron a expresarlo.
Entendí que había que motivar a las mujeres para que hablaran y lo que se inició como una frase, como una pulsera, se convirtió en una gran campaña que hoy ha logrado que miles de mujeres hablen sobre la violencia sexual.
- ¿Y tiene algo que ver con el movimiento Me too?
- Tiene que ver todo, y lo más paradójico es que “No es hora de callar” nace previamente al “Me too”. Permitió que se entendiera que en medio de la guerra, las mujeres habían sido violadas y nadie lo había dicho. Creo que eso fue lo que hizo también mi campaña y mi testimonio, que las mujeres se quitaran la vergüenza de hablar. Me siento muy orgullosa de haber ayudado a entender, que había que quitarse ese miedo a hablar de lo que había ocurrido, en medio de la guerra.
- ¿Qué tipo de asesoramiento legal o de apoyo prestan a estas mujeres?
- Lo que hemos hecho en la campaña es apoyar a grupos de mujeres que ya están constituidos. Sobre todo organizaciones pequeñas, de víctimas. Mujeres, víctimas, que se han organizado en sus territorios, en zonas rurales. Y les damos talleres de empoderamiento y de sanación. Porque, además, eso lo hemos aprendido nosotras mismas. Nos tocó buscar cómo organizar una ruta, o un proceso que nos ayudara a sanar. Y las ayudamos a través de la música, la danza, les enseñamos periodismo. Muchas de ellas son analfabetas. Les hemos ayudado a que ellas mismas cuenten sus propias historias. Cuando yo las conocí, años atrás, miraban al suelo, no levantaban la cabeza, no sonreían, nos miraban con rabia… Y hoy se ponen frente a la cámara del móvil y cuentan cómo pelan camarones o recogen café. Yo creo que eso les transforma la vida.
Les damos también asesoría legal, sobre las leyes que las amparan, documentamos sus casos. Les enseñamos a cómo poder seguir adelante, cómo ser auto-sostenibles.
Es muy hermoso, porque hace 10 años nunca me llegué a imaginar que, hoy, el hecho de hablar, me iba a permitir hacer todas estas cosas.
VIOLENCIA, AMENAZAS Y PERIODISMO EN COLOMBIA
- Hay muchos periodistas comprometidos y asesinatos.. ¿Cómo está ahora la profesión periodística allí, se pueden contar todas estas historias?
- Colombia ha tenido varios picos contra los periodistas y la libertad de expresión. Tuvimos un período álgido de violencia, que el mundo lo conoce, que fue cuando existían los cárteles de la droga, el de Cali y el de Medellín. Fueron los períodos donde más se asesinaron periodistas. Luego, vino un descenso y más tarde volvió a crecer la ola con el paramilitarismo, que es el año, precisamente, en el que ocurre mi secuestro, 1999-2000 hasta 2003. Ahí vuelve, nuevamente, la curva a bajar y, lamentablemente, en este momento, volvimos a subir la curva de presiones y amenazas.
Tenemos muchos periodistas amenazados en Colombia, y, también, asesinatos. Hace poco asesinaron a un periodista de regional, en el Pacífico Sur colombiano. Un hombre que acababa de hacer su programa, dedicado a los derechos humanos y contando cómo los periodistas tenemos la responsabilidad de trabajar en defensa de esos derechos. Salió de la emisora, y, en la misma puerta, lo acribillaron.
Las autoridades dicen que los asesinatos no son por la profesión, sino por hechos aislados. Y lo que seguimos viviendo es que a nosotros nos matan y nos asesinan por denunciar, por levantar la voz, por informar.
Entonces, ahora se trata de deslegitimar la amenaza de asesinato, no porque seas periodista, sino porque quién sabe en qué andarás metido. Y eso nos lleva nuevamente a la autocensura, a la impunidad y a la falta de libertad de expresión. Estamos viviendo un momento crítico en Colombia los periodistas y las mujeres. A las mujeres se las amenaza con violarlas para que se callen. Porque ya saben que la violación es un arma poderosa que destruye no solamente tu cuerpo, sino todo tu núcleo social.
- ¿En vuestro diario, El Tiempo, tenéis amenazas concretas o periodistas que están amenazados, cuántos hay de la plantilla?
- Tenemos periodistas que han recibido intimidaciones para que no entren a determinadas zonas y mirar cómo manejar la información.
- ¿Hasta qué punto os condiciona la información?
- Nos condiciona mucho, aunque creo que el periódico ha sido valiente, si se me permite usar ese término, no nos van a censurar, y, de alguna manera, vamos a sacar la información.
Yo, concretamente, el año pasado recibí siete amenazas y ninguna de ellas se ha esclarecido. Tenemos muchos periodistas desplazados de sus regiones porque les han dado ese ultimátum. "Tienes 24 horas para irte, o, si no, te matamos". Y como ya hemos visto que los matan, pues los periodistas tienen que irse.
- ¿O eso o callar?
- O eso o autocensurarse.
- ¿Qué porcentaje de periodistas allí se autocensuran por miedo?
- Hay un informe reciente de la Fundación para libertad de prensa, que es la organización que lleva mi caso, a nivel internacional, donde dice que en los dos últimos años la autocensura creció en un 67% en Colombia, es impresionante.
Tener que autocensurarse es lo peor, es decir yo no puedo usar mi libertad de expresión. Y es muy difícil. Uno creería que por tener un proceso de paz firmado y, supuestamente, un Gobierno que te da garantías, la cosa ha mejorado, pero no. La autocensura creció.
- ¿Qué papel tiene en todas esas censuras el narcotráfico?
- Yo creo que es el combustible de lo que está pasando. El narcotráfico sigue siendo, en Colombia, un cáncer que permeó todos los sectores, toda la sociedad.
Se creía que con disolver los cárteles de la droga la situación iba a mejorar. Y, por el contrario, estamos involucionando. De tener 45 mil hectáreas sembradas con coca, hoy tenemos 210 mil. Volvimos a ser el mayor productor de cocaína a nivel mundial. Mucha gente cree que, en parte, fue por no haber ejercido correctamente el proceso durante las negociaciones de paz. Lo cierto es que estamos inundados de coca, nuevamente. Estados Unidos ya ha hecho varias advertencias sobre el tema de los cultivos…
- ¿Pero el mayor comprador es EEUU?
- Sí, Europa y EEUU, realmente son los mayores compradores de cocaína. Pero en el interior del país los cárteles del narcotráfico se fraccionaron, se atomizaron. Entonces ya no encuentras un gran cártel, sino que hay varios grupos, y ya no sabes cuál es el cabecilla. Hay una paz firmada. Antes estaba la guerra declarada y era más sencillo saber quiénes eran las dos facciones.