Entrevista a Nour Al-Hussen Villa, politóloga de origen sirio
El pueblo sirio se sublevó, Asad comenzó la guerra”
Hablamos con Nour Al-Hussen Villa, tiene 25 años y es de Raqqa (Siria). Reside en Santiago de Compostela de forma permanente desde hace 12 años. Es politóloga, y acaba de terminar un máster en Relaciones Internacionales. Es autora del blog “A la otra orilla del Éufrates” un diario personal de cómo vive y ve la guerra a distancia que sufre su país, y donde habla de su ciudad Raqqa, controlada actualmente por Daesh o el mal llamado Estado Islámico.
¿Por qué hay una guerra en Siria?
El otro día vi una foto de una pancarta que lo resume muy bien: “El pueblo sirio se sublevó, Asad comenzó la guerra”. Siria vive bajo una dictadura atroz desde los años setenta. En 2011 y al calor de la “Primavera Árabe” comenzaron una serie de protestas que demandaban simples cambios en el régimen. La gente estaba privada de cualquier mínima libertad, la situación económica era grave, sobre todo afectaba al rural principalmente. El régimen actuó violentamente, reprimiendo a todo manifestante, torturando y abriendo fuego indiscriminadamente. La revolución adquirió tintes de venganza y se abrió una brecha que permitió el sectarismo sembrado por Asad a quien le beneficiaba que esta sublevación ante su tiranía fuera vista como un plan salafista. En las manifestaciones iniciales nadie hablaba de religión ni portaba ningún kalashnikov; se demandaba un espacio político abierto y democrático. El contexto se tornó caótico, y junto la impunidad, un vacío de poder permitió la radicalización y la expansión de grupos yihadistas, entre ellos el más conocido Daesh. Desde 2013 la guerra en Siria se ha tornado una guerra de desgaste y la situación se ha enquistado desde una perspectiva interna, pero también internacional dado los múltiples intereses implicados. Siria parece que se ha tornado un mapa, o una especie de laboratorio de geoestrategia que ha implicado a medio mundo, con mayor protagonismo de Rusia, EE.UU, Países del Golfo, Irán, Israel, etc. Pero en realidad, a nadie le importa la masacre que están sufriendo los civiles, que son los máximos afectados. Si lo hicieran, no estaríamos presenciado uno de los conflictos más sangrientos.
¿Perspectivas de futuro?
El otro día escribía un artículo en el que mencionaba que me resulta difícil divisar un futuro para Siria. Lo es, porque después de cinco años de devastación, de indiferencia ante los ojos del mundo, no queda ya nada qué gritar o demostrar para que alguien ayude a que esto se solucione, y que las muertes cesen. Con todo el dolor de mi corazón, no creo que haya una solución a corto plaza del conflicto. Las treguas pactadas hasta el momento, todas han sido violadas, no se respeta el Derecho Internacional Humanitario, no se permite el acceso de ayuda humanitaria a algunas zonas (las no controladas por el régimen) y tampoco se llevan a cabo garantías por parte del régimen para que se pueda abrir un proceso político para alcanzar una solución. Y en el caso de que la haya, no creo que los intereses de los sirios se tengan en cuenta para la toma de esa decisión. Es más, ni si quiera creo que los sirios sean quienes la vayan a tomar. Ante los ojos del mundo, ahora mismo Bashar Al Asad es el mal menor de Siria, porque la gente no conoce ni sabe lo que era Siria antes de la guerra. Pero Asad es tan atroz como Daesh, solo con un envoltorio según dicen “laico”, y no es justo que los sirios tengan que elegir entre estas dos terribles alternativas. Nadie se merece eso.
¿Qué está pasando con las familias exiliadas?
Evidentemente ante la situación expuesta en el resumen simplista que he expuesto anteriormente (cuya realidad es más profunda) los que han podido, han huído de Siria. Los bombardeos diarios, dirigidos principalmente a mercados, casas y hospitales han empujado a los que se lo podían permitir a salir de Siria. Algunas familias se quedaron en países vecinos (Líbano, o Turquía, por ejemplo) y viven malamente en campos de refugiados con condiciones pésimas. Otros se han instalado en pequeñas ciudades y han empezado de cero como han podido, pero no lo tienen fácil, porque tampoco tienen derechos, ni medios, han vendido todo para poder salir de Siria. Los que deciden echarse al mar para llegar a Europa, corren el peligro de ser engañados por mafias, de morir en el mar, de separarse por el camino de su propia familia sin poder después reencontrarse.
Europa carece de un sistema común de asilo, por lo que los procedimientos son nefastos, asimétricos y degradantes. Algunas familias fueron desalojadas de algunos campos en Grecia, otras son encerradas en auténticos campos de concentración o cárceles. Y todo el peligro que esto conlleva que de por medio se lleven a cabo negocios inmorales e ilegales aprovechándose de esta pobre gente, como la explotación sexual, la venta de órganos, el matrimonio forzado. Otro aspecto importante es la situación de los niños que no tienen educación, no la tuvieron en Siria en los últimos años ni tampoco acceden a ella. Sin olvidar el estado psicológico con el que llega esta gente después de ver tanto desastre y tanta muerte, y el shock de tener que verte obligado a abandonar tu casa, porque si no, te matan. Muy pocos logran recomponerse de ello, y sobre todo, lo peor es que vengas de vivir todo esto y te vejen y te maltraten de esta manera, o que la sociedad no te acepte por sus estúpidos e ignorantes estereotipos.
Es realmente preocupante y denigrante que se esté permitiendo esto.
Respuesta de la Comunidad Internacional
Ahora lanzo yo otra pregunta ¿qué respuesta? Si debemos considerar como respuesta la de denigrar y no auxiliar humanitariamente a personas que huyen de la muerte, ojalá que no respondieran de ninguna manera, porque sería el mismo resultado. La actitud de la Comunidad Internacional es simplemente vergonzosa, ya sólo en su “papel” en el conflicto sirio, para cuanto más en sus consecuencias, es decir los refugiados. La Unión Europea, especialmente, debería replantearse muchas cosas, porque su respuesta ineficaz ha puesto en relieve su realidad y sus verdaderos valores, que son los contrarios de los que presume en sus textos fundacionales.
Moralmente, tanto con su respuesta, su cierre de fronteras y su acuerdo con Turquía, ha sentenciado su muerte, al menos para mí y para otros.
¿Por qué debemos tener esperanza?
Creo que la esperanza es el motor de cambio. Pero después de cinco años de horror, es difícil y un reto mantenerla. Después de que bombardeen nuestras casas, maten a los nuestros, y que se siga permitiendo que Siria se esté desangrando, es difícil hablar de esperanza. Esperanza es lo que se tenía en 2011, un sentimiento noble, lleno de fuerza y de ganas por luchar pacíficamente juntos por un país justo y libre. Ahora nadie tiene fuerzas, los cantos de las manifestaciones se tornaron en gritos de auxilio y las pancartas en armas. No obstante, no sé cómo lo hacen los sirios pero el sector que cree en la revolución sigue creyendo en ella. Seguimos luchando por ella con nuestros medios, cada uno como puede, y desde donde puede. Creo que en parte, esta esperanza que mantenemos vivos es un mecanismo de defensa psicológico, para no odiar a este mundo que está permitiendo la destrucción de nuestro país, y sobre todo para no restarnos fuerza, que la necesitamos y mucha.
¿Algo que añadir?
Sí. Me gustaría que la gente tuviera en cuenta que los refugiados no es un fenómeno espontáneo, sino que tiene sus causas y es consecuencia de otra realidad. Se debe trabajar mucho en concienciar y en hacer llegar la realidad que se vive en Siria, para que así la gente comprenda en qué estado y cuanta ayuda necesitan estas personas. Dar asilo, tender una mano a los refugiados no es un acto de caridad, es humanidad, un gesto innato ante una persona que viene de ver y vivir en su carne lo peor. También me gustaría que los partidos políticos y los estados no instrumentalizaran esta causa, porque se trabaja por la “crisis de los refugiados” cara a la galería, pero por otro lado, ideológicamente se apoya un discurso que contribuye a que estos refugiados existan.