Coruña en el recuerdo
Un icono tradicional en eterna reserva

Una instalación de poco más de siete metros de altura y 23 metros cuadrados de superficie atraía las miradas de los viandantes y parecía transmitir un mensaje subliminal a quienes recorrían las estrechas aceras del lugar dispuestos a pensar en el contraste entre su estilo y el de las edificaciones que lo rodeaban: no conviene olvidar los orígenes de un territorio ni obviar los aspectos más controvertidos de su evolución material.
La presencia de aquella máquina, establecida en el Agra do Orzán desde finales del siglo XVIII, desentonaba cada vez más debido al urbanismo desaforado que la encajonó entre bloques de hormigón y la convirtió en un molino de viento por el que apenas corría el aire. El ingenio de A Gramela aspiraba a monumento emblemático y se quedó en “tapón urbanístico”, en palabras del exalcalde Francisco Vázquez, que ordenó durante su primer año de mandato el desmantelamiento de la torre, la casa y la huerta que integraban el conjunto.
Aquel obstáculo para la modernidad, tal y como se interpretaba entonces, se retiró en abril de 1984, y aquellas piedras, previamente numeradas, permanecieron casi tres décadas arrinconadas en el parque de Santa Margarita, lugar donde precisamente se ubica el único molino de la ciudad que continúa en pie.
Lucha vecinal por el patrimonio histórico
Una joya etnográfica desaparecida en combate especulativo, amontonada a la intemperie y, desde 2013, almacenada en una nave municipal de A Grela en continua espera de reubicación. Una creación impulsada en su día por un indiano con afán inversor y reclamada y defendida por un vecindario local que lucha sin tregua por cohesionar y humanizar el barrio. El ansiado y demorado parque del Observatorio representa un destino lógico y deseable para culminar su prometido retorno.
El polifacético artista Xurxo Souto explica, en un artículo publicado en La Opinión de A Coruña en octubre de 2001, que la asociación vecinal, pionera en la ciudad tuvo su germen en una comisión organizada en 1972 que después se transformó en una junta gestora, la cual, a su vez, originó la “Asociación de Veciños Os Muíños”, fundada en 1976. Esta agrupación, según Souto, sufrió una escisión hasta que, en 1980, se reunificaron y el colectivo adquirió la denominación del barrio.
Un molino destaca, por supuesto, en el escudo de la asociación. Tras la invasión del cemento y la plaga del motor que desdeñó en ocasiones el patrimonio histórico, la demanda de servicios públicos y espacios verdes se vuelve imprescindible y se prolonga por tiempo indefinido. La de A Gramela es una torre de tamaño modesto pero carácter monumental. El símbolo permanente de un proceso traumático y de la búsqueda eterna de un destino coherente.