Agra do Orzán
El Observatorio: historia de una discordia
La importancia del enclave es histórica, pero también es práctica para los habitantes de un barrio que necesita espacios verdes con urgencia.
“Vai chover”: es una frase que todo buen gallego ha escuchado en multitud de ocasiones. Conocer el tiempo, tratar de anticiparse a sus cambios y caprichos, ha sido desde siempre una cuestión fundamental para las sociedades humanas. Y, pese a ello, los primeros meteorólogos voluntarios que todos los días apuntaban el estado de la atmósfera o la dirección del viento, eran vistos como gente un poco rara.
Estos, aun así, sabían que recolectar toda esa información diaria, les serviría para poder entender mejor el tiempo de una zona concreta y acercarse, paso a paso, a esas necesarias predicciones. En A Coruña, el primero que quiso reflejar fielmente los datos meteorológicos fue Benito Ángel Sotelo, bachiller en Filosofía y licenciado en Medicina. Había llegado desde Santiago de Compostela y se había instalado en A Coruña ejerciendo como profesor de matemáticas en la Escuela de Comercio y Náutica.
En 1858 fue publicado en El Fomento de Galicia un informe que recogía los datos extraídos de la insistente vigilancia de Benito sobre los cielos coruñeses durante seis años consecutivos. Este profesor conocía la importancia del estudio meteorológico y fue incansable en su defensa de la necesidad de un observatorio coruñés.
En 1860 comenzó a establecerse una red de enclaves para el estudio del tiempo estables y oficiales en España. La Universidad de Santiago de Compostela contaba con su observatorio. Sin embargo, A Coruña tendría que esperar 4 años más.
Cuando, por fin, llegaron desde Madrid todos los instrumentos necesarios a la urbe herculina para montar su puesto de observación del tiempo, quedaron al servicio de Benito Ángel Sotelo que fue, en la práctica, el primer director de nuestro observatorio meteorológico. Este, a falta de un lugar propio, se instaló en el jardín del instituto de la calle Herrerías. No era un buen lugar para el debido uso del instrumental, pero aun así, el profesor informaba a diario a Madrid y París de sus hallazgos.
Hasta 1914 la meteorología profesional no llegó a A Coruña. La evidente relevancia de la posición geográfica de la urbe herculina, fue lo que motivó definitivamente la profesionalización de nuestro observatorio. Se inauguró en mayo de este año con el primer sondeo con globo piloto. Provisionalmente, los profesionales y el instrumental se instalaron en el pabellón oceanográfico, en el puerto, a falta de un edificio propio.
Pareciera que la discordia va de la mano del observatorio meteorológico herculino ya desde el principio. Fueron muchas las vicisitudes que tuvieron que superarse hasta que fue definitivo su nuevo emplazamiento en el Agra del Orzán y no fue hasta 1930 que abrió las puertas el edificio que ha continuado con el estudio de nuestro tiempo hasta hoy.
La independencia del Agra
Con el paso de los años, el Agra del Orzán se convirtió en el más poblado barrio de A Coruña. El descontrol de la urbanización de la zona y la masificación resultante, dieron lugar a un error fundamental para la vida de los vecinos: la ausencia de un parque o de zonas verdes. Este ha sido el reclamo de los habitantes del Agra desde hace ya mucho tiempo.
Las miradas, pronto, se dirigieron al espacio libre que rodeaba y rodea al observatorio coruñés. Aquel era el sitio perfecto para situar el gran parque público que el Agra reclamaba. No es de extrañar que numerosas manifestaciones se hayan realizado a las puertas de ese edificio histórico y que, con el tiempo, los vecinos lo observen como un obstáculo para que se realice su proyecto más deseado.
En 2008, sin ir más lejos, el Agra del Orzán decidió independizarse de A Coruña. Se trataba de un acto simbólico que pretendía llamar la atención sobre ese reclamo. A Las puertas del observatorio, los manifestantes desplegaron la bandera del Concello del Agra y llegaron a los telediarios nacionales con su urgente petición.
Hoy la Asociación Veciñal AGra mantiene vigente este reclame. El Agra continúa siendo la conocida como cárcel de hormigón y sus vecinos no cejan en la lucha por un pulmón verde que haga de su barrio un entorno más habitable.