“El poeta, el artista, está en todos”
Abel García Pantín tiene 33 años, es de Coruña y más que nada es poeta. Hay quien le ha llamado el artista a tiempo completo o el poeta esencial. Yo, si pienso en él, recuerdo de inmediato la figura del Flaneur. Concepto que denomina a aquel que vaga sin rumbo, dispuesto a observarlo todo y dejarse conmover u horrorizar.
Abel es el poeta callejero, expresión de la belleza de lo underground. También es una persona magnética y con un corazón a la medida de su talento. Sin embargo, él prefiere definirse como una persona cuyo principal objetivo es mantener al niño que lleva dentro vivo y despierto.
Si paseas por Coruña, por casi cualquier barrio, lo habrás visto alguna vez. Si dices: El chico que vende poemas en la puerta de la Fnac” la gente asiente y sonríe. Abel es casi una institución, va por el camino de convertirse en un símbolo de la ciudad. Son 10 años los que lleva ofreciendo sus poemas, enrollados con un lazo, por todas las esquinas. Mucha gente tiene un poema suyo pegado en la pared, otros le saludan como a un amigo de toda la vida aunque no sepan su nombre. En resumidas cuentas: Abel ha llegado a mucha gente, le ha dado calor a muchas pieles, ya sea mediante sus versos o por medio de su mirada honesta al cruzar la calle. Media vida dedicada a la poesía por entero, sin plan B, le convierten en una de esas voces sabias a las que siempre vale la pena escuchar.
¿Quién es Abel, el chico detrás del poeta?
Abel es una persona que trata de mantener al niño que lleva dentro despierto y vivo. Esa es mi lucha, mi objetivo, lo que me mueve por dentro.
¿Qué recuerdas de ese niño que fuiste?
De mi infancia tengo muy vagos recuerdos... Recuerdo que estuve de un lado para otro, siempre en esta ciudad. Mi madre siempre estaba buscando trabajo en hostelería, cuidando a personas mayores y este tipo de trabajos. Así que cada vez que le salía un trabajo, para allá nos íbamos. Era un niño, como cualquier chaval, que buscaba jugar, distraerse y divertirse, pero como muy para adentro, como con mucho mundo interior. Jamás estuve muy integrado. Sobre todo me recuerdo a mí en mi mundo y supongo que eso potenció esta búsqueda interior mía que me lleva a lo que hago.
A mi padre lo conocí a los 8 años. Cuando volvió nos instalamos en Santa Cristina. Fue como un cuento de final feliz donde los amantes se reencuentran y ahí empezó otra vida para mí: Pasé a tener más estabilidad, más comodidad... Después nació mi hermana y a los 4 o 5 años mis padres se separaron de nuevo. Eso supuso un golpe muy duro para mí... Aportó mucho en mi vida, todo lo relacionado con la conciencia, el activismo, el empaparte de la política y del pensamiento. Eso me lo dio él. Mi madre me dio la sensibilidad, el calor y la humanidad.
El primer libro de poesía que recuerdo ver en mis manos lo tuve entre los 8 y los 10 años y fue el libro de Pablo Neruda 20 poemas de amor y una canción desesperada.
Tanto tu hermana como tú sois artistas ya casi por instinto ¿Qué pasa en tu familia con el arte?
Pues no lo sé, no es que haya artistas en la familia... Es cierto que yo desde muy pequeño estaba siempre con un libro en la mano, con un cuento... Siempre en el mundo del ensueño. Empecé a leer mucho y después se me dio por escribir. Poco a poco fui tejiendo y tejiendo. Luego vino mi hermana y siempre me vio haciendo esto... Jugaba con ella a pintar, a crear cosas... Siempre trabajando la creación y la creatividad. Luego ella ya lo desarrolló por su cuenta: hacía baile, patinaje artístico, pintura... Bueno, de todo.
¿Cuándo entras en contacto con la poesía?
El primer libro de poesía que recuerdo ver en mis manos lo tuve entre los 8 y los 10 años y fue el libro de Pablo Neruda 20 poemas de amor y una canción desesperada. Empecé con los clásicos, con esos libros que están siempre por ahí... Bécquer, Shakespeare... Después me interesé por los poetas malditos y de ahí a los beatniks y sobre todo las mujeres beatniks que me abrieron todo un mundo.
Después tuve una larga temporada en la que estuve escuchando rap y metido en ese mundo y eso me llevó a descubrir muchas cosas, no solo de música también de escritura. Hicimos un programa de radio con un colega, tuve un grupo, colaboraba con webs haciendo reportajes y demás... Y fue para mí un descubrimiento porque yo no había salido de Santa Cristina y ahí no había nada de arte o de cultura y si lo había yo no lo conocía. Por eso yo me pasaba mucho tiempo en la biblioteca investigando, indagando y leyendo.
Descubrir este mundo literario y poético ¿Qué significó? ¿Fue como abrir una puerta a otro universo?
Por lo menos descubrí que había gente que había escrito cosas y a través de lo que yo leía me sentía identificado. De alguna forma se fue conformando un ideal para mí de persona proyectada a la que yo quería llegar. Yo quería ser esa persona que vistiese de traje, se tomase un café, escribiese un poema, saliese por la noche a algún club sin saber lo que iba a pasar... Todo eso era una ensoñación para mí... Decía: Esto está en los libros, pero esto aquí no va a pasar porque aquí no pasa nunca nada.
Más que ubicarme en ese lugar, hizo que yo quisiese crear ese lugar. Así que empecé a buscar a esas personas. Ya con 20 años o así empecé a parar por la Okupa de Las Atochas y ahí fue donde empecé a ver ese mundo que había leído en los libros de los Beats o Hesse... Esas cosas que ellos narraban, empecé a verlas a retazos en la realidad.
“La Gente me decía: Está bien que escribas, pero hay que trabajar.”
Se nos ocurrió la idea de enrollar los poemas con un lacito. Así que al principio bajamos los dos juntos a la plaza de Lugo...
¿Cómo decides dedicarte a la poesía e ingeniártelas para vivir de ella?
Era una idea que tenía desde pequeño, yo lo que quería era escribir. Una vez que empecé a leer y leer y vi que había libros en todos lados, que era algo que estaba presente y se hablaba de ello en las radios y en las revistas... Yo quería estar ahí, formar parte de eso. Claro, tenía miles de planes, desde mandar algo a una editorial o que alguien me descubriese, pero aquello era muy difícil y más con mis medios y mis conocimientos. En noviembre de 2010, hace ya 10 años, conocí a Bea. Una amiga que es fotógrafa, cantante, poeta, toca la guitarra... Pues estábamos un día viendo una película: El lado oscuro del corazón. Eran tres amigos que vivían la vida bohemia y uno de ellos, el poeta, lo que hacía era, cuando los coches se paraban en rojo en los semáforos, bajaba la ventanilla y metía la cabeza... Recitaba un verso y ponía la mano. Y dijimos nosotros: ¿Por qué no hacemos esto?
Se nos ocurrió la idea de enrollar los poemas con un lacito. Así que al principio bajamos los dos juntos a la plaza de Lugo... Sería mediados de Noviembre... Ofrecíamos nuestros poemas por 20 céntimos, así para ver cómo reaccionaba la gente. Fue un mundo nuevo, a mí me atraía el arte callejero, era lo que yo veía como espectador y ese día me pasé al otro lado. Nos fue bien. Luego Bea dejó de bajar y yo seguí.
¿Hay que estar loco para hacer esto, para vivir de tus poemas de facto?
Ahí está un tema importante... La gente siempre me decía: Está bien que escribas, pero hay que trabajar. Y yo pensaba: Bueno, mi trabajo puede ser escribir. Ya había trabajado, ya había visto qué me esperaba y decidí tomar este camino fuese como fuese. Yo creo que estoy bastante cuerdo, hay que estar un poco loco para tomar esa decisión, pero lo que hay que estar es bastante cuerdo... Porque al final la vida que hay es esta. Para mí es una prioridad vivir de lo que me gusta hacer.
Hay gente que te define como un poeta a tiempo completo, el poeta esencial. Como si de alguna forma ser poeta, en tu caso, fuera antes que ser Abel. ¿Qué significa esto para ti?
Me he dado cuenta de que en ocasiones se me come el personaje que represento en la calle, que no dejo de ser yo. Es cierto que me he llegado a considerar un obrero de la poesía porque he estado ahí horas y horas peleando por unos euros... Sí que es cierto que en cierto modo, no sé discernir entre yo y el personaje que he fabricado. Muchas veces necesito silencio y tranquilidad para poder volver a mí y recuperar ese espacio propio.
¿Hay algún momento en el que dejes de ser poeta o lo eres todo el tiempo?
Yo creo que lo soy todo el tiempo. Hay momentos de mi vida en donde todo se vuelve más real, más normalizado por así decirlo... En el sentido de los quehaceres que tenemos todos y por momentos me convierto en una persona normal, pero todo en mi vida está tocado por esa magia y en esa esfera... Esta cosa de la ilusión, del niño que llevo dentro y que no se muere.
¿Cómo siente un poeta? ¿Es una clase diferente de ser humano?
Yo creo que no... El poeta o el artista está en todos. Puedes ser camarero y con una frase, con una mirada, con un destello despiertas poesía en tu vida y en la vida de los demás. Cuando eres capaz de conmoverte, cuando le sacas la sustancia a la vida y no ves solo una maqueta y unos figurantes... Ahí es donde está la magia. Escribir es lo de menos, los mejores poetas y las mejores poetas son los que no han escrito todavía o los que guardan todo para ellos mismos. Hay que desligar el arte de los artistas, nosotros somos canales, pero todos tenemos eso. No podemos apropiárnoslo.
Está el amor a una pareja, a la familia, a tu profesión, a la humanidad, a la tierra... Cada uno con su amor...
¿Qué es una musa? ¿Cómo nace el impulso creativo?
Una musa puede ser una persona, una situación, una emoción... Puede ser muchas cosas, pero de nuevo es algo que te conmueve. Es una pieza que hace que todo cobre sentido y que las cosas cobren vida.
El arte, la cultura, la literatura, la poesía... ¿Están pasadas de moda?
No, para nada. Realmente yo creo que volvemos a vivir una época de creatividad bestial. Gracias a internet y a la democratización del acceso a las artes ya no tienes que estudiar en la Sorbona o tener una beca detrás. Ahora cualquiera puede escribir, cantar, componer, bailar o lo que sea y que le vean en todo el mundo instantáneamente. Ya sea por internet o en la calle o en un circuito de galería que antes controlaban unos grupos y donde solo entraba gente de su gusto.
Tienes una relación de amor-odio con Coruña. Siempre te vas, pero acabas volviendo ¿Qué te pasa con la ciudad?
Siempre dicen que uno no es profeta de su tierra... Yo quise cambiar eso, decidí bajar a la calle aquí. No me creí eso de que no pueden ser aquí las cosas porque no hay gente para eso o no hay esos espacios. Me dediqué a buscar a esas personas y a crear esos espacios. El problema es que en Coruña enseguida conoces a la gente, conoces los circuitos y parece que lo has hecho todo. Ya llegaba un momento en el que se me hacía pequeño esto. Necesitaba hacer ese camino interior a través del exterior y conocer Madrid, Barcelona, Granada.. Y no era mi intención volver, pero por cosas de la vida me vi de vuelta aquí, completamente desencantado. Me había intentado ir hasta tres veces y es como si siempre algo me tirase otra vez para aquí. Ahora estoy muy cómodo, estoy construyendo mi vida, pero no descarto irme.
Tú, que has palpado Coruña, que la has recorrido y la has vivido ¿Cuál dirías que es su espíritu?
Creo que Coruña es un lugar donde uno puede escaparse de todo y encerrarse en si mismo.
Casi todo el mundo, por no decir todo, conoce al chico que vende poemas en la puerta de la Fnac. De alguna manera te estás convirtiendo en un símbolo de nuestras calles ¿Qué se siente?
A mí hay una cosa que me encanta: Salir cada día a la calle y darme ese paseo en el que me saluda todo el mundo. Es una responsabilidad, pero también es ver ese sueño que tenía de niño volviéndose real... Porque vale, no estoy en la portada de la revista de cultura en Nueva York, pero sé que he llegado a miles de personas... De esta ciudad y que han pasado por esta ciudad. Además la mayor parte de lo que he escrito ha sido aquí, son mis vivencias en esta ciudad que son también las tuyas. Estoy agradecido a Coruña y a sus gentes por todo esto que me han dado.
Siempre hay luz. Aunque estés mirando a un pozo oscuro y negro terminará por haber luz, va a amanecer o la luna va a reflejar en el agua Del Pozo... Da igual, lo que tú quieras, pero siempre va a haber luz.
Lo estamos hablando, son muchos años de poesía, años de calle y personas ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar con ella, con la poesía?
Hasta el final. Es cierto que hay momentos en los que pienso en dejar de escribir poesía... Pero esto me sucede porque, claro, yo empecé a escribir para mí mismo, después escribí para algunas personas y cuando empecé a vender mi poesía en la calle... No es que escriba para los demás, pero sí que los demás han entrado en mi cabeza. Eso hace que me cueste escribir de una forma más pura o más íntima. Pero, en definitiva, no... No pienso abandonar esto. Ya sea creando yo, como organizando espacios donde la poesía sea el centro... Es que es tanta la poesía, es infinita.
Tienes dos libros publicados: “Burbujas de jabón” y “Del otro lado”. Voy a hacerte elegir entre papá y mamá ¿Con cuál nos quedamos?
Del otro lado... Del otro lado es la cristalización de una larga época de escritura intimista, oscura y autobiográfica. Los poemas de “Burbujas de jabón” son poemas de amor, poemas con luz, positivos que venían un poco para equilibrar este otro lado de cinismo, oscuridad... De realidad cruda, pero ese es el lado que más me identifica.
Hay algo en lo que escribes que está entre lo salvaje y lo delicado, lo brillante y lo oscuro y lo callejero y lo sedoso ¿A qué se debe esta contraposición?
Claro, en parte eso es lo que busco. Primero yo busco decirme las cosas a mí y yo soy demasiado delicado, muchas veces la gente tiene que decirme las cosas como con tacto porque parece que cualquier cosa me sobrepasa. Eso no significa que no se me puedan decir las cosas, todo lo contrario. Soy sensible, lo acepto, pero igualmente se me puede decir lo que haga falta. He vivido cosas muy difíciles, lo he aceptado y lo he expresado, pero quiero expresarlo dejando claro que hay luz, siempre hay luz. Aunque estés mirando a un pozo oscuro y negro terminará por haber luz, va a amanecer o la luna va a reflejar en el agua Del Pozo... Da igual, lo que tú quieras, pero siempre va a haber luz.
En tus poemas hablas mucho de la ciudad, de las calles, las aceras, los gatos, las esquinas, las carreteras ¿Eres tú un poco gato callejero o te pareces más a tu Lorca?
Sí, un poco sí. Es algo que me atrae muchísimo. Uno de los libros que más me ha marcado es “Crimen y Castigo”... Esos personajes, esa realidad... Como en “En el camino”, “Yonqui”, en algunos de Sartre...o incluso en Fausto... Todo este imaginario colectivo de lo decadente, lo miserable y lo callejero siempre ha sido una imagen con la que me sentía identificado. Yo siempre he estado buscando y me ponía a pasear y pasear. Me ponía a buscar por el día, por la noche, en las calles y en los callejones... Aunque no hubiera nada, yo tenía la necesidad de ir a ahí a ver esa nada. Es algo que me atrae tanto que creo que no podré dejar de sentirlo nunca.
Al final estos paseos, este buscar incesante por las noches y los locales y en las gentes... Es la búsqueda personal de buscarme a mí. Voy detrás de mí y no me puedo alcanzar, pero tengo esa necesidad.
Has escrito mucho, también, sobre amor ¿Es el gran inspirador?
El amor y el desamor son el principal motor de nuestras vidas. Todo lo demás es accesorio, envoltura. Para mí es lo que le da sentido a todo. Está el amor a una pareja, a la familia, a tu profesión, a la humanidad, a la tierra... Cada uno con su amor, pero es algo tan desde las entrañas que llevamos desde el principio de los tiempos escribiendo libros de poesía intentando buscarle explicación y forma y seguiremos hasta que todo se acabe porque no hay más explicación que el hecho de que ocurra.
El tercer tema que se repite constantemente en tu obra es la huída, la escapada, el irse a una isla ¿De qué huyes?
Huyo de todo lo que no es amor y en ocasiones eso me hace encerrarme porque hay veces que no hay salida. Donde no hay amor no vale la pena estar así que toca escaparse. Es una huída hacia adelante.
Has tenido muchos nombres artísticos diferentes ¿Por qué?
Habré tenido entre 7 y 10... Porque reniego de la identidad. Reniego del culto al ego, al artista, al nombre. Si te quedas en eso te limitas tú en ti mismo, por un personaje que has construido. Es algo imaginario, no es real... Tú puedes ser lo que quieras, en cualquier momento. Aunque vamos construyendo una personalidad o una forma de ser, todo eso está sometido al cambio. Mañana todo eso puede cambiar y no pasa nada porque estamos aquí y ahora y no sabemos dónde estaremos mañana.
Por último, la última pregunta... ¿Qué te queda por decir? ¿Qué no has escrito todavía?
Eso no te lo puedo contestar porque el impulso de escribir es desentrañar ese misterio. No me queda más que seguir despejando la incógnita.