Facendo memoria
José Salgado y el Centro Social Sagrada Familia
José Alejandro Salgado, el actual presidente de Distrito Mallos, es un hombre polifacético, que ha aportado y aporta un enorme trabajo en el barrio. Ya dimos cuenta en la anterior entrevista, de su trabajo como profesor y director de varios colegios en el barrio. Hoy nos hemos interesado en su etapa como presidente del Centro Social Sagrada Familia.
¿Cómo terminaste siendo el presidente del Centro Social Sagrada Familia?
Tenemos que irnos a los años 80, porque me despedí de allí, me parece que fue en el 94. Entonces, las circunstancias creo que fueron: yo tenía un amigo que se llamaba Chema Jiménez de Llano, que tenía un bajito ahí en San Luis. En el bajito, me acuerdo muy bien porque era muy curioso, tenía una imagen de la Virgen y luego en el primero cogía ex presidiarios, gente que salía de la cárcel, que no tenía donde ir, pues los cogía allí. Y este hombre, como sabía que yo andaba por los colegios, en el colegio y tal, pues me llamó. Ya digo que nos conocíamos, y entonces yo le ayudaba con los ex presidiarios hablando con ellos. Alguno que no sabía muy bien leer o escribir, les ayudaba o simplemente con algunos hablar, hablar y que el hombre, ver la manera de buscarle un trabajo, ver la manera de viendo amistades del centro y tal para para poderlo colocar.
Esto aparte de lo del colegio, pues esto me dio un poco más de conocimiento de la gente, porque claro, la gente comentaba, es decir: “hay los ex presidiarios y están ahí con ellos” y tal.
Aparte de eso, el sacerdote que estaba en Sagrada Familia, que era don don Manuel, que era un hombre… un sabio, era un sabio. Tenía una biblioteca fabulosa y era, yo creo, en aquel momento, el único sacerdote de Coruña que usaba el bonete. El bonete era un gorro que tenía unas cosas hacia arriba. No era la teja normal, no. Era un chisme, parecido a lo que llevábamos los seminaristas y él andaba siempre con su bonete. Y cuando yo era seminarista, en varias ocasiones me habían mandado ayudarle a una iglesia que tenía en la Sagrada Familia, en la explanada donde está ahora la iglesia, en las casitas aquellas que daban ese explanada, él tenía un bajo que en aquel momento era la iglesia y entonces yo iba allí algunas veces con sotana, a ayudar y tal y cual.
Entonces había una especie de conocimiento. Y con esas, pues vinieron unas personas de allí de la Sagrada Familia a decirme que había allí un centro social y que si me apetecía ir allí a dirigir aquello.
Yo en principio tuve mi cosita porque claro, la Sagrada Familia lo había hecho una constructora que se llamaba Entidad Constructora Sagrada Familia y era muy afín a la Iglesia. Y en aquel barrio, pues había bastantes chavales, bastantes, muchos chavales, y había bastante movimiento de droga y tal y cual. Entonces por un lado me apetecía mucho, por la cosa de que yo veía que ahí hay mucha chavalada y mucho problema. Por otro lado, me daba así un poquito de reparo al ser una cosa bastante de la iglesia, ¿no? Yo acababa de dejarlo y bueno, no acababa, pero hacía no mucho... y por ahí fue como empezó la cosa.
Me encontré allí con un grupo de personas estupendas, pero estupendas, estupendas. Me acuerdo de alguno, Noriega, Enrique... Noriega era de deportes. Enrique era más bien como un secretario y tal. Luego había otro, Antonio, que era de la biblioteca y cosas de esas.
El Duro, que era el que arreglaba todas las historias. El conserje, que era un tío estupendo también, que hacía de todo, era un tío amabilísimo. Bueno, un grupo estupendo, estupendo. Y con eso, empezamos a trabajar. Había una ventaja enorme que era que teníamos un edificio estupendo.
Tenía cuatro plantas y el sótano. Bueno, estaba muy bien dotado, muy bien dotado, y empezamos a trabajar. Empezamos a trabajar, sobre todo fomentando deportes, muchos deportes. Había una polideportiva estupenda y muchos deportes que se encargaba mucho el chico este, Noriega.
Y había cantidad de chavalada, pues unos con futbito, otros con baloncesto, otros con… Por ejemplo, en baloncesto, teníamos un equipo que casi era profesional y se llamaba el SaFa, que era conocido en Coruña. Era un equipazo de mucha categoría y se llamaba el SaFa, por Sagrada Familia.
Y con eso fue con lo que fuimos trabajando. Se trataba sobre todo de atraer a los chavales en vez de estar, en Las Torres, que eran unos edificios que había un poquito más arriba de la Sagrada Familia y allí se juntaban cantidad de chavalada con droga, con líos… aquello de las torres era… Ahora mismo no sé ni cómo están. Hace mucho que no ando por allí, pero bueno, que no estuvieran por allí y era una forma de atraerlos. Y para atraerlos era, pues eso, hacer mucha actividad. Y allí había la ventaja de tener unos locales muy buenos.
Entonces, ¿qué actividades se hacía? Por ejemplo, hacíamos en la Polideportiva, hacíamos fiesta casi casi cada 17 días o cada quince días. La fiesta era pues que se metían los chavales allí y se ponía música y había, en la polideportiva había como unas gradas arriba o palcos. Y yo me subía allí con el altavoz y hacía de disc jockey, que sé yo, de lo que fuese. Pues vamos a sortear esto, vamos a sortear esto otro. Me metía con un chaval de un lado y se hacía ambiente, que era de lo que se trataba y aquello se ponía hasta los topes de críos.
Y algunos venían con las mamás. Y funcionaba, yo creo que funcionaba bien, funcionaba muy bien. Por otro lado, una de las cosas que fue un poco conflictiva, en una de las plantas organicé una discoteca con su musiquita, con su tal que, bueno, no era muy bien vista, porque claro, iban chicos y chicas, estaban allí bailando, de cuando en cuando habría algún besito, supongo yo. Supongo, no, ojalá lo hubiera. Y había la historia de que yo, o cualquiera de los otros aparecíamos por allí, estábamos por allí, o sea que estaba la cosa vigilada. No era una bacanal. Lo pasaban bien, bailaban, pero con la cosa de que sabían que la puerta estaba abierta y que entrábamos y salíamos allí y nos quedábamos allí muchas veces. Yo me sentaba en una silla y estaba hablando con ellos mientras ellos bailaban y... o sea, siguiendo la cosa que te digo, era por atraer a la gente, protegerlos de la calle y sobre todo entre ellos, que fueran siendo amigos y tal cual.
Había un presidente de la entidad constructora que era un abogado, que yo, de cuando en cuando, bajaba a hablar con él, porque me llamaba. Pues que a la gente a lo mejor pues por eso por la discoteca no lo veían bien o un sacerdote no lo veía bien… Entonces me llamaba el señor este, que era un abogado del centro, que era amigo de mi padre. Que lo recuerdo mucho porque tenía una biblioteca fantástica. Vivía en la calle Real, en una casa de esas antiguas, pero señoriales. Y la biblioteca tenía como dos pisos y en el medio tenía como un balconcillo que daba la vuelta a toda la habitación y entonces se subía por las escaleritas a este balconcillo y desde ese balconcillo tenías más biblioteca para abrir. Y allí había miles de libros y a mí me encantaba ir allí. Porque además el señor, muy amable, muy bien, de cuando en cuando me dejaba un libro que yo por leer ando loco y aparte que tenía una variedad muy grande y en eso a mí me agradaba bastante.
Y por ahí iba la cosa. Había una cosa muy curiosa, que se me olvidaba y eso es muy importante. Uno de las cosas curiosas que habíamos hecho era, en el bajo, habíamos hecho un Scalextric. Para mí es muy famoso porque yo presumía de que era el Scalextric más grande de Galicia. No tengo ni idea de si eso era verdad. Pero yo presumía de que era el más grande. Era enorme. Cubría toda la planta que yo no sé cuánto tendría la planta, pero era una planta grande, muy grande. Tenía a lo mejor ciento y pico de metros o más. Y entonces el scalextric tenía un agujero y en ese agujero se metía el chaval con su mando para dirigir su coche.
Los coches eran coches pequeñitos, que tenía unas cómo se llaman? Unas membranas. Quedaban en las vías y por ahí cogía la electricidad y con el mando ellos corrían de un lado para el otro. Claro, cuando daban la vuelta si iba muy deprisa y salían para afuera.
Pero aquello le gustaba mucho a los chavales, porque además cogían su coche, lo arreglaban. Si la escobilla estaba mal le ponían otra escobilla... o sea, había como talleres también allí. Y eso, claro, metía allí un montón de chavales que estaban... lo que se pretendía, que estaban enfrascados pasándolo bien y no se acordaban para nada de lo otro. O se acordaban. Pero bueno, no estaban allí. Y esto era más o menos el....
Había también una actividad de cine fórum…
Ay, sí, hombre, claro, sí, los sábados, con con gran dolor de mi familia, porque de aquella las hijas no eran todavía mayores, todos los sábados teníamos películas en el salón de actos, un salón de actos muy, muy bien puesto. No soy capaz de saber quién era el que me lo proporcionaba, pero yo sé que era un amigo de abajo de donde yo vivía antes, o sea, de Riazor, que tenía su máquina. Era un niño bien, supongo. Tenía su máquina y conseguía películas. Pero no lo es, no lo recuerdo bien, no sé muy bien cómo era el tema, pero el asunto es lo que nos decía qué película, yo preparaba un poco el tema de la película y una vez que veíamos la película, hacíamos el foro. Se trataba de que la gente hablara, preguntara según se interesara, por distintos temas que salían en la película y a veces, aunque no salían, pues yo empujaba hacia ese lado para que saliera el tema por ahí y
se hacía una cosa bastante divertida, porque venían con la cosa de ver la película. Pero aunque cuando empezaba el diálogo alguno se marchaba, la mayoría no. La mayoría se quedaban. Entonces preguntaban y daban su opinión y que aquel señor hizo bien, o que el señor hizo mal. A mí me gustaba eso, porque orientabas a los chavales con una idea ética. Y funcionaba muy bien, porque les gustaba y había allí cantidad de niños y alguna vez hasta venía alguna mamá y todo.
Era una época de mucha efervescencia social…
Claro, había temas de discusión nuevos y sobre todo la gente, cómo te diría yo, estrenando una libertad que no estaba todavía muy rodada. Y tanto los mayores como los pequeños y sobre todo la juventud que estaba despertando, pero con mucha fuerza.
Y claro, cuando uno se despierta así con mucha fuerza, puede haber bastantes desvaríos. Y yo era lo que pretendía con esta historia. Fue una época que yo lo pasé bien. Fueron muchos años. Y luego al final. Pues claro, yo, a lo mejor yo y el equipo, porque tengo la manía de decir “yo” y no, ese es el grupo que había, que era fantástico. Yo lo único que hacía un poco era, como diría yo, pues de aglutinante, que es lo que me gusta hacer a mí, y aglutinante tanto en el colegio como hacer de aglutinante. Mucha gente tiene la idea de que este señor es un dictador y nada más. Y no es verdad. Eso sí que no es verdad. Me gusta dar mi idea. Me gusta discutir. Cuando discuto, discuto con fuerza porque me parece que es así. Pero si veo que no es así, pues no es así. Y el colaborador que trabaja y que trabaja bien, yo lo que hago es ayudarle. No que él me ayude a mí. Yo, ayudarle a él, porque es lo que me gusta a mí, que funciona así y además eso es lo que estoy acostumbrado en todos estos años. Y por eso por ahí empezó un poquito la cosa de que había gente que no le gustaba mucho el ritmo que iba cogiendo aquello.
Tal vez porque veían demasiada libertad. Lo de la discoteca, pues a algunas mamás no les gustaba, o a algunas que no eran mamás, pero que eran muy, muy de su historia. “Y este señor qué viene a hacer aquí, aquí no se viene a bailar, esto es de la Iglesia y hay que hacer otra cosa, porque el otro día yo pasé por allí, vi a uno que se estaba besando”... y bueno, cosas de esas. Yo realmente también como veía que funcionaba, no hacía caso, yo seguía con mi ritmo y entonces llegó un momento que me aconsejaron que lo dejara, que ya estaba bien, que ya había estado ahí mucho tiempo, que descansara, que muchas gracias y entonces pues me fui despidiendo de aquello. Me hicieron un homenaje, que agradecí muchísimo, porque yo en aquel momento, además, además de ser del colegio, era secretario provincial de los colegios concertados pequeñitos y era secretario provincial. Y eso me daba bastante trabajo también.
O sea que no me quedaba sin hacer nada, quiero decir, y estaba también empezando en aquel momento empezaba también la asociación de Comercio de los Mallos, que de aquella se llamaba Mallos-Estación-Sagrada Familia y el logo no era el sol riente que tenemos nosotros, era una máquina del tren que estaba precisamente al principio de todo, de Los Mallos. Estaba en ese edificio que hace esquina en Los Mallos, al salir de Los Mallos a la derecha, que bajas para Cuatro Caminos, ahí estaba la máquina del tren con ”Asociación de comerciantes de…”. Y al mismo tiempo, también estaba lo de los colegios concertados. O sea, que si aquí ya se hizo lo que había que hacer, pues pues me voy a los otros sitios a hacer. Y precisamente en esa misma época fue cuando la Mallos-Estación-Sagrada Familia que funcionaba así-así, pues me fui metiendo cada vez más y surgió Distrito Mallos.
¿Qué resquemor me quedó a mí? Pues vamos a ver, yo pienso que se hizo lo que había que hacer, desde luego, con una buenísima voluntad. ¿Que a lo mejor en alguna cosa se abría más la mano que la otra, o que yo imponía un poco más de lo que tenía que imponer?. Puede ser. Lo que sí me duele es que hay todavía gente en Sagrada Familia que me odia a muerte, que me odia a muerte. Preguntan primero vamos a tal sitio “¿y ahí va a estar el señor ese?” Si le dicen que va a ir el señor ese “¡yo ya no voy!”. Y es lo que me duele muchísimo, porque no se trató de hacer nada mal. Y yo tengo la cosa de que sigo en contacto con chicos que había ahí. Es más, aquí al aparcamiento, me traje dos chavales de allí. Que eran unos chavalitos de todo y uno de ellos lleva conmigo aquí 25 años. Empezó a trabajar cuando tenía 18 y ahora es un hombre casado con hijos. ¿Me entiendes? Y el otro estuvo aquí hasta hace poco que encontró un trabajo mejor. Y claro, encantado, se fue para otro trabajo mejor. Estupendo, ¿no?
¿Yo creo que en esa década larga en Sagrada Familia algo aportaste al barrio, no?
Yo creo que sí. Yo tengo la idea de que sí. Y bueno, hay mucha gente que piensa lo mismo. Ahora también es verdad que hay mucha gente que piensa que no. A mí me gusta siempre, porque hay mucha gente que tiene la sensación de que yo me creo, pues no sé, San Juan Bautista o algo así. Y no es verdad. Yo soy consciente de que haciéndolo medianamente bien vas a tener a la mitad de la gente que dice “este tío es fantástico” poniéndote las nubes demasiado. Pero hay otros, más o menos la misma cantidad, que dicen “este tío es un sinvergüenza, este tío es un no sé que…” y te ponen a parir. Y entonces yo, mi idea es hacer lo mejor que se pueda, tratar de hacer bien a los demás, cuanto más mejor. Y luego ¿que hay gente que no? Bueno, es su problema, no es mi problema.
Lo que sí, si se ofendió alguien o tal, yo pido mil perdones porque no pretendía yo eso, pero ahora que tampoco me joroben a mí. Lo que lo que pasó ya pasó y ahora oye, tengo ya 82 años y no voy a cargar con la cruz de lo que hice mal cuando era un chavalín, que a lo mejor lo hice mal, me pasé de la raya. Yo creo que no, porque es lo mismo que lo del aparcamiento es la misma historia, ¿no? ¿Por qué hice el aparcamiento? que no lo hice yo, fue también la gente que me ayuda a hacerlo. Pero claro, como como yo soy el que da la cara y pues me parece que lo hago yo todo y que tengo yo la responsabilidad de todo y no, eh.
Pero vamos a ver ¿por qué se hizo? Porque hacía falta, porque estaban los coches arriba que no cabían en ningún lado. Y ahora está hecho y punto. ¿Que se hizo mal? Bueno, vale, vale, pero está hecho.
Y lo de la Sagrada Familia, está hecho. Y habrá muchísimos chavales, que a lo mejor ni cuenta se dan, pero que hubieran caído en la droga y no cayeron. Y si no se dan cuenta, mejor, mejor que no tienen que agradecérselo a nadie.
A mí lo que importa es que no haya caído, no que me lo vayan a agradecer a mí o a mis compañeros que me ayudaron muchísimo porque era un grupo de gente extraordinario, que eran además del barrio.
¿A cuánta gente llegó a mover el centro social?
Muchísima. No puedo darte una cantidad porque me sería imposible. Pero cuando yo fui, ya al ir me tuve que hacer socio y ya era el socio número 400. Y yo creo que se multiplicó por varios los que había, sobre todo chavalada, chavalada, porque chavalada se movió muchísima, sobre todo por la gente esta, como Noriega, que con los deportes y lo de SaFa y eso movió mucho a la gente. Y aparte que se hacían muchas actividades, que era de lo que se trataba, de aglutinar a la gente allí para no adoctrinar a nadie.
Simplemente ética y estar aquí y ser amigos y distraerte de lo que hay afuera, porque lo de ahí afuera de momento es peligrosísimo. Cuando tú seas un hombre, o una mujer y quieras hacer lo que te dé la gana allá tú.
Y eso es lo que, en resumidas cuentas, es lo que fue aquello.
Pues muchas gracias, Salgado.
Gracias a vosotros.