Hablamos con Manuel, de Cervecería Amizar
“Que nos dejen trabajar, eso es lo principal”: Manuel de Amizar
Desde que el coronavirus hizo su entrada en nuestra ciudad, las cosas han cambiado bruscamente para nuestros negocios. No obstante, sectores como el de la cultura, el turismo y la hostelería han sido los más afectados. La crisis económica causada por la pandemia les afecta en primera línea y las restricciones les apuntan siempre a ellos antes que a nadie.
En Junio del año pasado el presidente de la Asociación de Hostelería de A Coruña, Héctor Cañete, ya alertaba del peligro de cierres y de la alerta máxima que vivía el sector hostelero. Vaticinaba el cierre de un 10 o 15% de los negocios y aconsejaba ser cautos a la hora de reiniciar la actividad.
Con el paso del tiempo sus augurios fueron confirmados e, incluso, la realidad superó las expectativas. En el último año 2 de cada 10 establecimientos hosteleros gallegos se han visto obligados a cerrar definitivamente. 3.400 negocios de hostelería de Galicia han cerrado sus persianas, según los datos de la Federación Gallega de Empresas Inmobiliarias (Fegein).
En A Coruña la realidad ha sido todavía más dura si cabe. La provincia coruñesa contiene la mayor parte del sector con casi 8.000 establecimientos hosteleros frente a los 19.052 de toda Galicia. Desde el comienzo de la pandemia en nuestra provincia han cerrado alrededor de 1.450 negocios del sector, el 43% del total,
“Hay que ser positivos, el verano está ahí”
Para saber más sobre la realidad que están viviendo las personas que levantan cada día las persianas de nuestros bares, hemos hablado con Manuel Oreiro, la cara conocida que nos atiende cada día en el Amizar. Este local, visitado por todos los vecinos del Agra en algún u otro momento, es el que se encuentra situado en el mercado de As Conchiñas.
Manuel, que nació en Alemania en 1970, nos contó cómo decidió emprender la aventura de dedicar su vida a este negocio: “Fue una casualidad. Mi madre tenía un puesto en el pescado y yo tenía contacto con gente que trabajaba en el mercado; sobre todo con el anterior dueño de la cafetería. Y bueno, un día hablándolo decidimos trasladar la cafetería al exterior porque era interior y con la ley antitabaco el negocio se vio mermado. Decidimos emprenderlo entre los dos, pero al final él decidió dedicarse a otro negocio y yo me quedé aquí.”.
Tanto ahora, en la situación económica que ha traído la pandemia, como antes hemos escuchado hablar a mucha gente sobre las sombras de la hostelería. Es común escuchar comentarios que tratan de lo duro que puede llegar a ser la vida profesional de los trabajadores y empresarios del sector.
No obstante, sabemos que el negocio también tiene luces, motivos por los que las personas siguen dedicándose en cuerpo y alma a su proyecto. Para Manuel lo más bonito, lo mejor de tener un bar y lo que le anima a seguir con él a diario es, en sus propias palabras: “Las relaciones sociales con la gente, el contacto, la charla diaria... Y más en el Agra que es un barrio multicultural y se aprende mucho sobre todas las culturas. Eso siempre es bueno”.
La realidad es que los bares son parte indispensable de nuestra particular forma de vivir y un enclave básico en las relaciones de nuestros vecinos. Si no nos habíamos dado cuenta todavía, el Coronavirus nos lo ha confirmado. La ausencia de nuestros locales de referencia, el no poder reunirnos cada día como solíamos y donde solíamos hacerlo, ha significado para muchos una pérdida importante que nos ha servido también para aprender a valorar a personas como Manuel que forman parte de nuestra forma de vivir.
Acerca de la pandemia y de cómo le ha afectado en su negocio Manuel cuenta que: “Fue un golpe duro. Vienes de una mala racha, de esos meses de Enero y Febrero y esa bofetada... No fue fácil. Pero, bueno, algo se van notando las ayudas. “En cuanto a estas últimas y a si son suficientes Manuel admite que quizás deberían ser más, pero que: “Somos muchos y hay que repartir entre todos lo que hay.”
Entre cierres, aforos y toques de queda los bares y restaurantes se han llevado las peores consecuencias económicas de esta crisis. Los hosteleros en general, consideran injustas estas restricciones que no han afectado por igual a todos los negocios y que han señalado sus locales casi como si fuesen criminales. “No han sido justas, nos han quemado la vida. Porque a ver, no es por nada, pero en los buses nadie limpiaba y van llenos y son sitios cerrados. Claro, si no es rentable poner más buses... Para mí tampoco es rentable quitar mesas. La vara de medir no fue igual.”
Son muchos los que han puesto en cuestión la seguridad de la hostelería como la cuestión principal y la justificación a estas restricciones. Manuel asegura que su sector es seguro: “La hostelería es segura, pero después es responsabilidad de la gente... Nosotros no podemos controlar eso. Yo no estoy controlando a la gente, yo estoy controlando a las mesas para atender a la gente.”
Pese a todo, pese a este año y algo de inestabilidad palmaria, Manuel es optimista: “Yo creo que hay que ser positivo. Está ahí el verano y si nos dejan trabajar yo creo que la mayoría puede levantar cabeza.” No obstante, señala que lo necesario para poder asegurar ese futuro en el que dejemos de ver a la gente cerrando persianas pasa por algo esencial: “Que nos dejen trabajar, eso es lo principal.”