Francisca de Pedraza: La mujer que logró ponerle fin a la violencia y cambiar la historia
Hubo mujeres y sus voces todavía se escuchan ante la presencia de una violencia atávica que atraviesa el relato del desarrollo de nuestra sociedad. Francisca de Pedraza fue una de esas mujeres que se plantó con uñas y dientes frente a la injusticia destructora que habría acabado con su vida si no se hubiera rebelado.
Francisca de Pedraza nació a finales del siglo XVI. Su vida vino marcada por la desgracia desde lo más temprano. Huérfana de padre y madre, pasó su infancia en el colegio de doncellas huérfanas del Convento de San Juan de la Penitencia en Alcalá de Henares. Esta institución preparaba a las niñas para dos destinos programados: Tomar los hábitos o encontrar un marido. De hecho, el mismo convento proporcionaba a las pequeñas una modesta dote matrimonial.
Excitante como poco debía de parecerle a la joven Francisca abandonar el mundo de los rezos y la penumbra de las celdas cuando quedó cerrado su matrimonio. Una boda que se ofició en 1612 y que unió la vida de la joven con Jerónimo de Jaras, un pequeño propietario de bienes inmuebles.
El matrimonio, para aquel entonces, significaba una unión santa que jamás podría romperse y, en algunas ocasiones, una sentencia de por vida a padecer una constante violencia animal. Para Francisca la boda fue un nudo que la ataba con la muerte, la suya y la de sus hijos. Lo supo pronto, tuvo la desgracia de descubrirlo temprano en las manos de su brutal maltratador.
Francisca aguantó estoicamente y en silencio 6 largos años de palizas interminables. Tenía dos hijos y en 1619 esperaba el tercero. Un día, su repetida escena de terror transcurrió en plena calle y a la luz del día. Jerónimo la emprendió a patadas en su vientre. Unos golpes tan brutales que significaron la muerte de la criatura que llevaba en su interior. Aquello fue un final para Francisca. Para ella no pudo significar otro día más en el calendario de la violencia machista. Aquel día, aquel episodio tenía que ser un final.
El carácter invencible y perseverante de Francisca lo recogieron los historiadores muchos siglos después, pero su primera expresión llegó el 28 de julio de 1620. Cualquiera puede imaginar el desprecio que un concepto como el de “derechos de la mujer” podría provocar en la sociedad de la época. Sin embargo y pese a toda la lógica en contra, De Pedraza presentó aquel día una denuncia frente al Canónigo de la Colegial de la Villa de Alcalá. La mujer solicitó algo parecido al divorcio, más bien un permiso para cambiar de domicilio y alejarse de su maltratador. Durante el juicio Francisca relató las humillaciones y las agresiones a las que Jaras la había sometido. Numerosos testigos dieron fé del maltrato sufrido por la esposa. A tal punto llegaba la desesperación de Francisca que, frente a todos los presentes, desabrochó su ropa y mostró las huellas que las múltiples palizas le habían dejado en el cuerpo.
El 16 de septiembre de ese mismo año llegó la sentencia: “Que de aquí adelante trate bien y amorosamente a su mujer”. Es decir, aquel criminal volvería a su casa con una benevolente reprimenda a la espalda y todas sus ganas de venganza.
Francisca no se rindió, la preocupación por la vida de sus hijos servía como potente acicate para poder evitar que cesase en su lucha. La siguiente denuncia fue por la vía eclesiástica. Pidió el divorcio ante la Corte Arzobispal. Se repitieron las pruebas, los testigos y los brutales relatos, pero la sentencia no cambió. El vicario general dictaminó una amonestación contra Jerónimo el 13 de octubre: “De aquí en adelante trate a la dicha su mujer con mucho amor y no le haga semejantes malos tratamientos”.
Francisca no pudo soportarlo, haría todo lo que estuviese en su mano para liberarse del yugo que significaba su matrimonio con aquel monstruo. Acudió al nuncio del Papa en los reinos de España. Este consintió en llevar su caso ante la Audiencia Escolástica de la Universidad de Alcalá de Henares. Álvaro de Ayala, afamado jurista y persona célebre en la institución, estaba al frente del tribunal. Un tribunal en el que Francisca logró por fin que se hiciera justicia. De Ayala revocó las sentencias anteriores y permitió la separación del matrimonio: “Y prohibimos y mandamos al dicho Jerónimo de Jaras no inquiete ni moleste a la dicha Francisca de Pedraza por sí ni por sus parientes ni por otra interpósita persona” El tribunal de esta manera concedía la primera orden de alejamiento de la historia. Además obligó al maltratador a devolver la dote de su esposa.
Hoy es el día internacional contra la violencia de género. Por eso y en nombre de todas aquellas que sufrieron para construir un mundo más justo, recordamos su historia.