Hablamos con Marcelo Rodríguez Filgueiras, de Zapatería Rodríguez
El zapato, la casa de nuestro pie
Marcelo Rodríguez Filgueiras regenta Zapaterías Rodríguez desde hace 20 años, ahora ubicada en Villa de Cee 1 esquina Ronda de Nelle
Su Abuelo zapatero de oficio, vivía en Ourense, emigró con su familia a Uruguay y allí abrió su zapatería de reparación de calzado y también se introdujo en la artesanía del zapato. En cuanto juntó unos ahorros cambió de negocio y abrió un bar. Dice Marcelo: “así era, cuando se juntaba unos ahorros creaban un nuevo negocio”. Su padre abrió en Uruguay su negocio de reparación de calzado y Marcelo desde los 9 años corretea y ayuda en la zapatería.
- Marcelo, ¿cuál es la historia de Zapatería Rodríguez?
- Comienza con mi abuelo en Ourense y luego en Uruguay que abre su propio negocio de reparación de calzado y también trabaja la artesanía del zapato. Mantiene la zapatería durante unos años, hasta que junta unos ahorros y decide cambiar de negocio.
Luego mi padre, en cuanto se casa abre una zapatería, ya que desde pequeñito se cría entre zapatos, y hace lo de mi abuelo: una vez que junta unos ahorros cambia de negocio.
En los años ochenta regresamos a España y mi padre abre, más o menos en el ochenta y seis, nuevamente el negocio de reparación de calzado en Meicende. Allí estuvimos unos años y decide venirse para Coruña. Yo tenía 14 años, terminé el colegio y ya comencé a trabajar con él, teníamos el taller en Gil Vicente, muy cerca de aquí. Era un barrio con mucho ambiente, mucho movimiento, luego vinieron los centros comerciales y la zona cambió.
En esos años me fui a la mili y una vez que regresé mi padre me dejó a cargo de la zapatería de Gil Vicente. Él decidió cambiar de negocio y yo me hice cargo con 20 años. Allí estuve tres o cuatro años trabajando muchísimo. Vi este bajo, me gustó y decidí cambiarme, hace ya 18 años.
En ese transcurso de tiempo, me casé, tuve a mi niño y le pedí a mi padre que se incorporara a trabajar en la zapatería y eso hizo, siempre tuve su apoyo. Me ayudó mucho, ya que al tener un hijo, yo quería disfrutar y estar con él. Lo hice hasta que él cumplió los tres añitos, a partir de ahí, conversando con mi mujer, decidí darle un impulso fuerte al taller y en eso estoy.
- ¿Qué novedades estas introduciendo?
- Por un lado continúo con la reparación, en donde me sigo formando y también formamos a otros zapateros en trabajos específicos, como la restauración de pisos de botas de montaña, corte de punteras de zapato de mujer, etc. El comercio de la reparación ha cambiado totalmente ya que cambió el mercado del zapato: ahora se venden zapatos muy baratos y de muy baja calidad; los costes para arreglar este tipo de zapato no compensan, se compra un zapato por un precio de 20,€ imagínate, no compensa arreglarlo. La reparación parece muy sencilla, pero es muy complicada, a mí cuando me preguntan ¿reparación o hacer calzado? Digo que es más fácil hacer calzado que reparar, tú tienes que restaurar un zapato y tienes que ir con muchísimo cuidado, te lleva mucho tiempo, hacer un zapato es todo nuevo, partes de cero.
Por supuesto sigo con la reparación, porque tengo mucha, pero me he metido en el trabajo artesanal, hacer zapatos a medida. Rafa, un distribuidor muy amigo me animó porque vio que lo hacía muy bien y que debía desarrollar esa pata del negocio.
Este mercado tiene demanda, hay que buscarlo pero hay esa necesidad. Hay personas que tienen problemas en los pies de diferentes tipos y haciendo un zapato a su medida haces que todo encaje, le haces la casa adecuada para su pie.
Claro, los costes para un zapato a medida son altos, te lleva hacerlo como mínimo 30 horas, partes desde cero: medidas del pie, plantilla, hacer la horma y luego crear el zapato, que además es único ya que es hecho para ti y para que el zapato se adapte a tu pie y no el pie al zapato; estoy haciendo la casa para tu pie. Lleva tiempo, es una maravilla pero lleva su tiempo.
Los materiales tienen que ser de primera calidad, la suela hoy en día no se fabrica en Galicia, antes sí, ahora tenemos que comprarla en Alemania, la piel de becerro, etc.
Un zapato de mujer puede rondar los 250 euros y para un hombre unos 300 euros; de ahí difícil bajar, claro es un zapato que cuidas y te dura mucho tiempo. Y hacer el zapato no es como el zapato industrial, aquí vamos trabajando a mano cada paso, desde la medida hasta que todo encaja en el pie de la persona que lo va a utilizar.
Cuando estás haciendo un zapato, te olvidas absolutamente de todo y sólo existes tú y el zapato que estás haciendo.
- En Galicia ¿hay artesanos del zapato?
- No conozco a todos los que hay, puede haber sobre diez artesanos del zapato y en Coruña que yo conozca a Rubén, Ramón Rodríguez de Carballo, se dedica a Ortopedia, que me ayudo muchísimo.
Lo mío es algo empírico y me he ido y me voy formando. Ramón me ayudo mucho, he visto cómo trabaja, también he estado en Milán durante 15 días y fui a mirar como lo hacen, en Barcelona uno de los más grandes Ramón Cuberta, fui a conocerle, a ver su zapato, es un tipo espléndido y hace unos zapatos impresionantes.
- Marcelo, ¿la casa de nuestros pies es buena hoy en día?
- No. Es de mala calidad, plantillas de cartón, o plantillas de piel con espuma debajo que cuando suda el pie huele mal, etc. No es que la gente no cuide bien sus pies, es que el zapato que hay en el mercado es de mala calidad. Un zapato de 90 € es el mínimo para un zapato medianamente bueno, siempre y cuando no tenga trampa que hoy en día hay mucha. Un zapato de 20 o 30 € es un zapato malo y la explicación de cómo se hace un zapato para venderlo a ese precio es triste, porque los materiales son muy malos y después habría que saber cuánto le han pagado a ese trabajador o trabajadora que hace el trabajo. Después vienen al zapatero o reparador a poner unas tapas y les cuesta un poco más de siete euros y te dicen, es caro, el zapato me costó veinte euros, claro, nosotros ahí no tenemos nada que ver, a nosotros nos toca poner las tapas y cobrar por ese trabajo. Hoy un porcentaje alto es de comprar y tirar. El problema es cómo tratas al pie, las consecuencias que tiene un podólogo podrá explicarlas muy bien.
Yo estoy convencido que más vale tener un par de zapatos de calidad que tener muchos de mala calidad, el pie estará bien o mal tratado.
- ¿Cuál es tu proyecto?
- Vivir de lo que me gusta, me sigue gustando reparar, restaurar e intentar desarrollar el zapato artesanal. La base de todo lo que tengo hoy en mi vida, es la reparación, a la cual estoy enormemente agradecido, y es la que me da soporte para avanzar en la Artesanía del calzado.
Internet ahora es una puerta, nos llegan zapatos de toda España y también algunos del extranjero, y queremos avanzar en esta táctica. Y que el gremio vaya mejor, que en este momento no está bien y también necesita formarse.
- Muchísimas gracias Marcelo, por contarnos tu historia y darnos tu tiempo.