Comercio de barrio
La Casa del Bacalao: las chicas más saladas del barrio
Este concepto no sólo abarca la multitud de productos de la tienda, sino que también la perspectiva humana del equipo que hay detrás. Porque en La casa del Bacalao, hay un equipo de mujeres comprometidas y llenas de ilusión por lo que hacen.
La familia de Fátima lleva muchos años relacionada con el bacalao. Su padre era el propietario de una factoría del clásico pescado. Su hermano terminó por hacerse cargo de ella con el paso de los años. Fátima y los otros niños crecieron jugando allí. En el año 1998, la madre de Fátima abrió la primera Casa del Bacalao. En ella se vendían piezas del pescado en el que la familia está especializada. Para 2006 Fátima ya había terminando sus estudios de Educación infantil y llevaba algún tiempo trabajando con su madre en el negocio. Fue entonces cuando decidieron dar un paso adelante y ampliar el espacio y el catálogo de productos: “Esta fue una tienda que se fue haciendo sola, la verdad. Según lo que la gente nos iba diciendo, íbamos evolucionando.”
En el negocio hay de todo: bacalao, fiambre, panadería y multitud de productos más y siempre escogidos desde la idea de primar la calidad. “Son productos que se fueron consiguiendo a lo largo de los años. Yo no soy partidaria de cambiar un producto cuando funciona. Yo quiero que el cliente venga y sepa lo que se está llevando. Tenemos variedad para todos los bolsillos, pero que funcione.” Además en este local abren todos los días del año, incluidos los festivos. Una cuestión que tomaron en consideración al observar las necesidades de los vecinos del barrio: “Este es un barrio muy característico. Somos como una familia. Aquí se conoce todo el mundo. Nosotros sabemos qué es lo que va a querer el cliente antes de que lo pida, los conocemos por su nombre, hemos visto crecer a sus hijos…”, señala Fátima que destaca el ambiente familiar como un valor importante en La Casa del Bacalao y en el distrito en general. “Es un trabajo gratificante. Es esclavo, pero es gratificante. Vienes contenta a trabajar.”
Otra de las claves en La Casa del Bacalao, además de tener siempre un ojo puesto en las necesidades de sus clientes, es la de haber construido un equipo sólido. A día de hoy son familia. En el negocio trabajan dos chicas más al lado de Fátima: Pili y Mati. La primera está en el negocio desde su apertura y aunque la segunda lleva apenas un año en el equipo, ya se ha integrado plenamente: “Hay un equipo detrás y la palabra es equipo de verdad. Si tú no tienes gente en la que puedas confiar con los ojos cerrados, no va a ir bien. Un comercio es como tener un niño pequeño. Yo me marcho, ellas tienen las llaves ¡y no te imaginas la tranquilidad con la que duermo de saber que está en buenas manos!”, nos cuenta Fátima. Ella entiende que sus empleadas son mucho más que eso, son parte de su familia: “Yo trabajo con gente. Creo que para que ellas vengan a trabajar contentas, tienen que sentirse respaldadas. Ellas tienen que estar a gusto, tienen que venir contentas y con ganas. Este negocio sustenta mi casa, pero las suyas también.”
Fátima es una de esas comerciantes que se han entregado a su trabajo desde la perspectiva más humana. Conoce a sus clientes, cuida de sus empleadas y construye alrededor de su Casa del Bacalao, un clima de apoyo y colaboración que la convierten en un ejemplo de cómo crear comunidad: “Si quieres cercanía con tu cliente, tienes que darla. Si tratas a la gente con distancia, es lo que vas a recibir. A mí me costaría mucho venir a trabajar así, no estaría a gusto y no estoy dispuesta a no estar a gusto en mi puesto de trabajo”, concluye Fátima.