Coruña en el recuerdo
Jardín de San Carlos: héroes y fantasmas
También es un tesoro romántico que parece contener la pasión poética de tiempos pasados. Cuenta con su propia leyenda de fantasmas, por si algo le faltara. En fin, se trata de uno de los rincones herculinos con más personalidad y espíritu: los jardines de San Carlos.
El comienzo de nuestra historia permanece un tanto confuso entre las brumas del tiempo. No obstante, el consenso histórico lo coloca en el siglo XIV. Fue entonces cuando se construyó el Castillo o Fortaleza de San Carlos. Se trataba de un baluarte defensivo situado fuera de las murallas de la ciudad de A Coruña.
En el siglo XVI fue sometido a las obras que le dejaron unido a la urbe, para seguir protegiendo nuestro casco histórico desde dentro de las murallas a partir de entonces. No hay muchos datos disponibles acerca de su historia durante esta época. Aunque algunas crónicas señalan que, durante esta primera remodelación, se utilizaron las piedras de sus torreones para la edificación del futuro Castillo de San Antón.
La cuestión es que, poco a poco, San Carlos fue perdiendo su importancia y quedando en segundo plano frente a su recién instalado vecino. La Fortaleza Vieja terminó sus días sirviendo como polvorín. Una tarea desgraciada que finalizó en 1658 con un desafortunado accidente que provocó un estallido que dejó a su paso 200 muertos y la destrucción del baluarte y las construcciones vecinas.
Casi un siglo tardarían las ruinas de San Carlos en atraer las miradas para recibir un impulso de su historia. Un devenir que estaba a punto de cambiar radicalmente y de constituir un hito de la urbe coruñesa. Los ojos fueron los del Marqués Carlos Francisco de Croix, un militar y político al servicio de los monarcas españoles que ostentó el cargo de Capitán General de Galicia entre 1756 y 1766. Durante estos años en tierra gallega el Marqués se dedicó sobre todo a realizar obras públicas que mejorasen las infraestructuras de la zona. La red viaria o las ruinas de la Fortaleza Vieja, fueron algunos de los ejemplos de su trayectoria.
Así, en el siglo XVIII, el baluarte defensivo destruido se convirtió en jardín público. Todavía hoy podemos ver en la entrada del recinto el escudo de armas del Marqués de Croix que, aunque en mal estado, todavía conservamos.
El descanso de Sir John Moore
Hablar de los lugares que conservan los recuerdos de nuestras ciudades, significa la mayoría de las veces hablar de las personas y los personajes que protagonizaron ese momento del pasado. La historia del Jardín de San Carlos está profundamente unida a la vida y muerte de un escocés que para los británicos es un símbolo heroico: Sir John Moore.
En 1808 el, para aquel entonces ya general y caballero John Moore fue destinado a España para luchar contra las tropas napoleónicas que invadieron nuestro país. El militar se había destacado por su pericia en las batallas, pero sobre todo por la humanidad con la que trataba a sus soldados y a sus enemigos en las campañas. De él se decía que era un líder nato, de esos que insuflan ideas, energía y valor solo con su presencia. También que, pese a lo encarnizado de los enfrentamientos, no disfrutaba con la crueldad que otros ensalzaban después de una victoria.
La experiencia de las tropas al mando de Moore en España, fue brutal y desastrosa. Asediados por un ejército que les superaba en número y en tecnología, sufrieron condiciones terribles de privación y necesidad. El invierno y el refresco de los soldados franceses, convencieron al general inglés de emprender una retirada a las islas para asegurar la recuperación de sus hombres que, desesperados, caían como moscas en el alcoholismo y permanecían impotentes en las escaramuzas.
La retirada no fue mejor que el anterior periplo, muy al contrario. Para cuando el ejército británico había llegado a las inmediaciones de A Coruña, donde les esperaban los barcos que les salvarían del infierno, el ejército francés llegaba a su encuentro para impedir el rescate. El encuentro de ambas tropas dieron como resultado la conocida como: Batalla de Elviña.
El Mariscal Soult y 20. 000 soldados se enfrentaron a los 14. 000 maltrechos hombres de Moore. Este último escogió a sus mejores tropas para emprender una misión harto difícil: Defenderían las posiciones y darían la oportunidad a la mayoría a escapar.
Los ingleses lo lograron en una batalla que parecía imposible. Perdieron, por supuesto, pero el acontecimiento se ha marcado en su historia como hecho heroico en el que el sacrificio de unos valientes, sirvió para salvar a un ejército casi al completo y evitar la destrucción total y el ensañamiento francés.
Entre los más de 2500 muertos o heridos que dejó la batalla, se encontraba el cuerpo del caballero John Moore. El general había caído en combate por el disparo de un cañón. Una tragedia para el pueblo inglés y una triste noticia para los coruñeses que habían visto en el valeroso militar la esperanza de la resistencia ante la invasión.
Moore había mencionado en multitud de ocasiones su deseo de ser enterrado allí donde cayera en combate y el Mariscal Soult cumplió con su disposición. El francés ordenó que los restos de su enemigo fueran enterrados en el centro del jardín público que llevaba el nombre de San Carlos.
Leyendas e historias de fantasmas
Entre 1930 y 1934 San Carlos vivió otra profunda renovación. A instancias del gobierno inglés y después Don Francisco de Mazarredo, el jardín se convirtió en un recinto cerrado, de inspiración romántica y se constituyó en un definitivo monumento fúnebre para Moore y sus tropas caídas en combate. En manos del arquitecto José María de Noya, el jardín culminó con éxito estos nuevos cambios y lució más que nunca en su balcón marítimo.
En la actualidad se conservan las murallas originales del baluarte que, junto a las garitas de vigilancia, constituyen los vestigios del principio de esta historia. En el centro, custodiada por dos olmos centenarios, el arca fúnebre del inglés de la cual parten los caminos del jardín. Los parterres de curiosa vegetación decoran el espacio y arropan este homenaje que también recuerda a otras víctimas como fueron los 172 oficiales británicos muertos en 1890 en el naufragio del Serpent.
Lo bucólico del paraje invita a la leyenda. Por eso no extraña que San Carlos sea, al menos, el protagonista de dos de ellas. Una consiste en que, cuando te colocas en el centro del jardín, puedes afirmar que estás pisando en suelo británico. Este malentendido que han afirmado muchos a lo largo de los años, seguramente venga dado por dos circunstancias: Antes de Moore al menos otros 4 ingleses habían sido enterrados en el jardín. Además, el gobierno municipal de la época pidió al país británico una generosa aportación para llevar a cabo las obras de aquella definitiva renovación. Una ayuda que sería agradecida con la donación de la propiedad del arca fúnebre del general. Sin embargo, este regalo no fue concretado y tenía más de carácter simbólico que de disposición oficial con derechos y obligaciones. Así que podemos descartar esta leyenda urbana.
La segunda de estas creencias alrededor del jardín es más curiosa si cabe y pertenece al terreno de lo paranormal, de lo místico. No sabemos cuándo comenzó, pero hace ya mucho que nació el cuento de fantasmas sobre San Carlos.
Algunos cuentan que cada 16 de Enero, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Moore, algo sorprendente ocurre en el jardín: Una mujer alta, elegantemente ataviada con vestido blanco y sombrero se pasea lentamente por los caminos de San Carlos. Se acerca a la tumba del héroe inglés y delicadamente deposita una flor. Ella o, mejor dicho, su espíritu es Lady Hester Stanhope, la mujer que atesoró hasta el día de su muerte un guante de Moore salvándolo incluso de un naufragio.
La historia de amor de Stanhope y Moore ha sido descartada en muchas ocasiones. Sin embargo, el amor que Hester sentía por el general, es un secreto a gritos en la historia inglesa. Lady Hester era una excéntrica aristócrata inglesa y una mujer revolucionaria. Dedicó la mayor parte de su vida a viajar por todo el mundo y vivir innumerables aventuras. Tuvo al menos tres amantes conocidos y sintió una inflamada pasión por el general Moore a quien le unía una estrecha amistad. El final de sus días la encontró en Siria, viviendo como una ermitaña. Pese a su ruina y desahucio jamás se separó del guante de John y su fama ha llegado hasta nuestro jardín.
Las obras para un nuevo San Carlos
Con fantasmas o no, el jardín de San Carlos es un tesoro de la urbe herculina. No obstante, el paso del tiempo ha ido degradando sus instalaciones ante cierto descuido por parte de sus responsables. El pasado diciembre, al fin, dieron comienzo las obras de reacondicionamiento del paraje. Un lavado de cara que, entre otras cosas, renovará el mobiliario, recuperará el trazado original de sus caminos y recuperará el lustre de su flora. Además, en sus inmediaciones se instalará un merecido homenaje a Francisco de Mazarredo, aquel que se encargó de que San Carlos tuviera su peculiar aspecto y personalidad.
Nuestro jardín es terreno del romanticismo, alberga historias e imágenes que nos hacen viajar hacia dentro, hacia fuera y hacia atrás. Por eso su valor aumenta cada día. Se trata de un lugar único que se presenta capaz de mantener una esencia que contrasta con lo cotidiano de las ciudades. Es un tesoro, un regalo y recordatorio de todo lo que A Coruña tiene entre sus crónicas. Esta clase de patrimonio, el de las memorias, por ser intangible no deja de ser valioso y, por esa razón, debemos de darle la importancia que tiene para construir nuestra historia en el futuro. Los recuerdos también han de ser cuidado en los rastros de ellos que llegan hasta nosotros. San Carlos es eso, un rastro del pasado, un legado de la memoria y, sin ninguna duda, un activo turístico con un extremo carácter emocional que no se puede desmerecer.